martes, 25 de febrero de 2014

PODER, PODAR, ... ¡PODEMOS!

Me resultó muy agudo y oportuno el recordatorio de que “podemos” puede corresponder, a la vez, a los verbos poder y podar. Ello me da pie para hacer un juego de palabras muy sugerente y, a la vez, creo, modestamente, que determinante, en el debate presente, propiciado por la aparición de la iniciativa “PODEMOS”, y en torno a lo que necesita la izquierda y, sobre todo, la gente, para emprender el camino de la transformación profunda que la actual situación requiere.

Mi esquema es: Para poder necesitamos podar. Empecemos por podar. Podemos, por tanto. Sólo así PODREMOS.

Podar es cortar o quitar las ramas superfluas o enfermas de los árboles, para que fructifiquen con más vigor, es eliminar ciertas partes o aspectos de algo, por considerarlos innecesarios o negativos. Los entendidos dicen, además, que hay que podar en el momento oportuno, mejor en el cuarto menguante de la luna, y en invierno.

Estamos en un “cuarto menguante del movimiento. Esto es así, aunque muchos se empeñen en no reconocerlo. Llevamos varios años ya retrocediendo, aunque el auge de “las mareas” parezca un cambio de tendencia. Habría que empezar por desterrar (podar) confundir nuestros deseos con la realidad. Lo demás será construir castillos en el aire.

Pero la mayoría de la población no está en situación desesperada. Soy de los que piensan que desde el poder tienen bien calculado el margen que aún nos queda para sobrevivir. Es la cruda realidad. Sin ignorar las situaciones particulares (sin duda, sangrantes), los salarios de los activos, fijos y precarios, las pensiones de los abuelos, el subsidio de paro y demás prestaciones sociales, los servicios que todavía nos quedan, todo ello sumado, da para que el conjunto de la población sobrevivamos, aunque sea malamente. Quizás eso explique por qué no se ha producido aún un levantamiento popular generalizado. También tendremos que desterrar (podar) un excesivo dramatismo sobre la situación. Porque, si no, aparecerán las prisas, la necesidad de “no dejar pasar la oportunidad”, de “adoptar medidas de emergencia”. Y con prisas no construiremos nada sólido. Y caeremos en la tentación del electoralismo puro y duro, y en el oportunismo más descarado.

¿Por qué la aparición de PODEMOS está levantando ampollas en varios sectores de la izquierda, sobre todo, en la izquierda electoral? Fundamentalmente porque el espacio electoral es limitado y el avance de unos es siempre a costa de otros. De ahí que esa unidad de la izquierda, por la que tanto se suspira, devenga siempre en pura ilusión y en la frustración de muchos.

Pero, ¿no hay más campo para hacer política que el electoral? La historia, también la más reciente, demuestra que sí. No es el debate excluyente entre movimientos e instituciones el centro de la cuestión.

El debate se debe centrar en si somos capaces de hacer política a partir de las necesidades y aspiraciones de la mayoría de la gente, o nos empeñamos en seguir con nuestra práctica autista de ponernos las orejeras y tirar para delante, sin preocuparnos más que por la pureza de nuestro discurso, o por el número de votos que podamos sustraer de una población angustiada por llegar a fin de mes, y sin un mínimo de respiro para saber realmente lo que quiere, lo que la beneficia o la perjudica. Más que buscar la unidad entre las izquierdas, lo prioritario es construir la unidad con la gran masa apolítica que sufre, sin saber muy bien el porqué de sus sufrimientos.

Tradicionalmente, también la izquierda, nos erigimos, ante la gente, en intérpretes de la realidad, de “su” realidad. Les decimos lo que está bien y lo que está mal, lo que les conviene y lo que les perjudica... les tratamos como menores de edad. Decimos saber de ellos más que ellos mismos. Y, en mi opinión, es la razón fundamental por la que no confían en nosotros. Es aquí donde se debe producir el cambio radical. Sin convencer a una mayoría no hay transformación profunda posible.

Pero, además, muchas de las críticas que puede estar recibiendo PODEMOS, podíamos decir que, se las ha ganado a pulso, con todos los respetos. Y no por usar un “lenguaje nuevo”, sino por abusar de palabrería, por no llamar a las cosas por su nombre, por intentar regalar los oídos de mucha gente, por ser más, sin más, y a costa de lo que sea, de ignorar o dejar de lado las realidades más sangrantes o pasar de puntillas sobre ellas, por NO exigir, en realidad, cambios profundos. Falta democracia política, “no nos representan”. Pero, sobre todo, falta democracia económica. Y, aquí es donde PODEMOS flaquea. Llama la atención ver cómo en su Manifiesto pasa de largo sobre un aspecto tan sangrante como el paro, por poner un ejemplo, y apuesta sólo por un indefinido “cambio de modelo productivo” ¿Olvida PODEMOS que ese 90% lo componen básicamente asalariados, con o sin mono azul, pero asalariados explotados?

“Convertir la indignación en cambio político” puede traer cambio-de-políticos pero, no necesariamente, cambio de política. Jugar con las emociones de la gente, sin que avancen en conciencia, puede resultar arriesgado y peligrosamente manipulador... pero “concienciar a la gente es muy lento”... y hasta “imposible”... estando como están ebrios de consumismo..., sobre todo si se emplea únicamente la retórica.

Las tijeras de podar deben actuar, sobre todo, dentro de la propia casa. Podar la desigualdad, los privilegios de los ricos y de la llamada “casta política”, muchos lo hacemos a diario. Mirar para dentro, desnudarnos ante la gente, sin flagelarnos, para aprender (y que aprendan) de nuestros errores, ¡eso sí que es urgente! para que la gente crea en nosotros. ¿Cuándo vamos a empezar a hacerlo? Elaboremos la lista de nuestras miserias, pongámosla negro sobre blanco, para que se vea bien claro de qué hablamos, cuando decimos promover una forma nueva de hacer política. Y cuál es nuestro compromiso con ella. Digamos concretamente qué es lo que no queremos hacer para, a continuación , construir, entre todos, lo que queremos. Y hablemos claro, llamemos a las cosas por su nombre, sin ambigüedades, por aquello de que es fácil engañar muchas veces a unos pocos, pero es imposible engañar siempre a la mayoría. Pongámonos a trabajar, aunque no lleguemos a tiempo para las europeas.

Si no podamos primero no podremos después. ¡Podemos ya!