jueves, 20 de mayo de 2010

GRACIAS A LA CRISIS

Gracias a la crisis… que me está quitando, que nos está quitando tanto. Suena a Mercedes Sosa. Pero la crisis, a algunos, también nos está dando.

A algunos, la crisis, como la vida, nos está dando conocimiento. En estos dos últimos años, personalmente creo estar aprendiendo bastante más que en la mayoría de los restantes vividos. Quizá porque, en mi situación de jubilado del trabajo asalariado, tenga más oportunidad de leer, conversar y reflexionar. Pero, sobre todo, por la precipitación de acontecimientos, que es tal que, lo que en circunstancias normales requeriría dejar pasar un tiempo para poder sacar conclusiones fiables, ahora, o llegas a conclusiones pronto o no te enteras de nada de lo que realmente ocurre.

Hace tiempo que tengo en mente pergeñar una semblanza del personaje Revilla, pero me resulta imposible. Y digo personaje no en tono despectivo, sino porque es una persona pública que se sale del montón. Lo conozco personalmente desde hace más de treinta y cinco años y cada vez me cuesta más definirle.

Lo último que me está sorprendiendo es su ingenuidad, pero también su petulancia. Dicen que ambas cosas suelen ir juntas. Haberse convertido, en los últimos tiempos, en el más ferviente defensor de Zapatero, cree que le da todo tipo de autoridad para amenazarle ahora por el tema del AVE. Como si la política que practican la mayoría de quienes se dedican a ella (incluido Revilla) fuese una cuestión de caballeros, de palabras de honor dadas, de promesas que cumplir. Revilla, con sus quiebros constantes, con su camaleónica capacidad de adaptación a las circunstancias, con su desmedida ansia de notoriedad, es un ejemplo de que la política no es cuestión de caballeros. Aquí valdría decir ese aforismo, acuñado por no sé quien, de “es la economía, estúpidos” que también extenderíamos a la política, “es la política, estúpidos”.

El diccionario describe la petulancia como insolencia, presunción ridícula e infundada, descaro, atrevimiento, engreimiento, vanidad. No sé cuál de estos conceptos se pueda aplicar a las palabras, a cada cual más rotunda, pronunciadas por Revilla en la mascarada de Monzón de Campos. Quizá todos le sean aplicables. Pero, ¿quién teme al lobo feroz en el PSOE? La crónica de la última reunión de la Ejecutiva de este partido habla de que fue tranquila. No parece asustar demasiado a los socialistas las bravuconadas de Revilla. La intervención de Lola Gorostiaga, en la reunión, parece querer decir: “no os riáis incrédulos, que Revilla va en serio”.

Y es que hay una cosa que es de sentido común en esa política a que nos tienen acostumbrados: los pactos se hacen entre diferentes, entre contrarios. Pero los pactos se hacen, sobre todo, por mutua conveniencia. Y se rompen, también, cuando a alguna de las partes conviene. Y del pacto PRC-PSOE, sobre todo este último, han tenido que sacar ambos sus conclusiones.

Pactar en la anterior legislatura trajo como consecuencia que, en las siguientes elecciones, el PRC se alzase por encima del PSOE. Fue un cambio histórico en el panorama político, con repercusiones internas en el PSOE, dando lugar al primer serio cuestionamiento del liderazgo de Gorostiaga. Revilla, por su parte, quizá por cierto grado de petulancia, ha empeñado toda su carrera política en la consecución del AVE para Cantabria. Y hasta de dos trazados. No se conforma fácilmente. “no cede”, no va a ceder. Se lo ha jugado todo a esta carta. Conseguirlo sería el culmen de una carrera política que, más temprano que tarde, tendrá que concluir. Y se ha creído que lo va a conseguir. Y es posible. Pero, no sabe cuándo. En estos momentos parece que no. De ahí su cabreo y, yo diría, su nerviosismo. Toda su estrategia electoral se le viene abajo. Por parte del PSOE sería un suicidio concederle el AVE antes de las próximas elecciones autonómicas y que el líder regionalista se presentase con un triunfo tal a las mismas. Restarle ese éxito, por cuestiones económicas, impuestas por la crisis, tiene una fácil justificación por parte del PSOE, cuyo único aspecto a valorar será el número de votos que pudieran perder en las generales, de presentarse el PRC a las mismas (como ha amenazado Revilla), cuestión que no me atrevo a valorar ahora.

De todo esto, lo más positivo es que, al parecer, y gracias a la crisis… no tendremos AVE, al menos por algún tiempo. Y esto nos da un respiro. Momentáneo, porque todos los que gobiernan y los que aspiran a ello están de acuerdo en que España sea el país con más kilómetros de Ave por habitante. Pero un respiro.

Tiempo ha de llegar (y espero que sea pronto) en que, entre todos los ciudadanos de a pie, valoremos con rigor “las excelencias” del AVE y sus claras repercusiones negativas, y dejemos de ser tan papanatas como, por el momento, estamos siendo. Pero no es ese el objeto de este artículo.



CON LA MADRE DEL CORDERO NO SE ATREVEN

Una vez dado el primer paso, “valiente con los débiles”, recortándoles ingresos y derechos, y en vez de mostrarse también “algo valiente” con los fuertes, el Gobierno está decidido a culminar su operación, llevando adelante, por decreto, si es preciso, los recortes de la reforma laboral, tan demandados por los empresarios, y tan cacareados por quienes nos dicen lo que tenemos que pensar: “los expertos”, “las autoridades en la materia”, “los oráculos tertulianos” que, a diario, nos bombardean con su discurso monótono y manipulador, como si la madre del cordero de todo lo que está pasando estuviese en la reforma laboral. Y no es así.

Y es que, con la verdadera madre del cordero, no se atreven, aunque sea la causante de los principales males que nos aquejan.

No hacen nada contra los paraísos fiscales porque son quienes manejan grandes fortunas  los únicos que los utilizan.

No combaten el fraude fiscal porque son ellos los principales defraudadores.

Dejan fuera de control fiscal la mayoría de sus actividades, no regulando o suprimiendo impuestos, mientras controlan minuciosamente a quienes viven de su trabajo y contribuyen religiosamente.

Conviven amigablemente con todo tipo de “productos tóxicos”, basados en ocultación de información y engaño, sin declararlos ilegales y delictivos. Y protegen a las aseguradoras que hacen negocio precisamente a base de cobrar altas primas por cubrir los riesgos que esos productos conllevan.

Ocultan información o la manipulan, mediante agencias privadas de calificación de riesgos, auténticos negocios, que sólo sirven a los intereses de aquellos que les pagan, y cuyos dictámenes se han convertido en revelación divina, capaces de llevar a la bancarrota a estados enteros.

Los bancos, lejos de tener como actividad principal prestar servicios de cobros y pagos a quienes han depositado en ellos su confianza y sus dineros, con estos dineros ajenos se dedican a operaciones de alto riesgo financiero, en su exclusivo beneficio, amasando grandes fortunas, a la vez que exponiendo a sus confiados clientes depositarios a perder sus ahorros o, simplemente, el cobro de su nómina, como consecuencia de la crisis que con su avaricia han creado.

Pero, para salvar a éstos, el Gobierno no ha tenido inconveniente en endeudarse. Para esto, para ayudar a los bancos, el Gobierno sí se ha mostrado “valiente con los fuertes”, prestándoles el dinero que es de los ciudadanos. Dicen que es por  el bien de todos. También del nuestro.

Pero, ¿qué han hecho los bancos con las ayudas que el Gobierno les ha prestado? En vez de volver a la normalidad, dando el crédito necesario para la producción y el consumo, no lo han hecho, lo han dedicado a especular con el propio Gobierno, comprándole Deuda Pública o Bonos del Estado a alto interés con el dinero que el Gobierno les ha prestado a interés bajo. Y el Gobierno lo sabe y lo consiente.

En todo esto está la verdadera madre del cordero.

Cuando una parte importante de la población sufre, con angustia, al final de cada mes, porque no sabe con qué hacer los últimos pagos, el Gobierno, la oposición, los partidos, los empresarios y los sindicatos oficiales no hablan más que del problema financiero, el problema de los bancos, de la deuda y el déficit del Estado, de la dictadura de los mercados del dinero. Vivimos en una auténtica dinerocracia. Mandan los dueños del dinero. Los parlamentos no pintan nada en la vida económica y cada vez menos en la política. Las decisiones más graves se toman fuera, en organismos donde la opinión y el control de los ciudadanos son nulos.

Que la economía productiva esté bloqueada, que, como consecuencia, muchas empresas pequeñas se vean en la necesidad de cerrar, que el paro siga aumentando, son problemas de segundo orden en esta dinerocracia.

Que los empresarios, con el dinero acaparado, se dediquen a comprar otras empresas y no a crear nuevas, o a trasladar sus instalaciones a países donde los salarios son más bajos, o a la especulación pura y dura y no a la inversión productiva, todo esto está protegido por la libertad de empresa. No se dan cuenta de que pronto no les compensará llevar sus instalaciones a esos países, de que llevamos camino de tener aquí los mismos bajos salarios y de que, a pesar de ello, no llegarán sus empresas a ser competitivas, porque lo que hace falta es que inviertan aquí en modernizarlas para serlo realmente.

Disponer de moneda única europea, que se nos presentó como el gran símbolo de la unidad de Europa, y a la que “hay que salvar, hoy, a toda costa”, se ha demostrado que sólo ha beneficiado a los grandes operadores financieros, impidiendo, por el contrario, en momentos de crisis, como éste, que cada estado pueda adoptar las medidas defensivas que mejor puedan proteger su economía nacional.

Esta es la madre del cordero y no la rebaja de los derechos laborales. La intocable madre del cordero con la que no se atreven quienes tienen poder para ello. La que ha traído la crisis, la que produce paro y precariedad entre los trabajadores.

Con la madre del cordero nos tendremos que atrever nosotras y nosotros, quienes vivimos de nuestro trabajo, quienes nos hemos ganado a pulso nuestra jubilación, quienes padecemos todos estos males, quienes nos vemos, incluso, señalados por osar opinar de manera diferente.

Y nos atreveremos.


jueves, 13 de mayo de 2010

"OBAMA, LLÁMAME, POR FAVOR"

La estrategia ha funcionado, pero, ni aún así, los resultados son los esperados. El rechazo a las medidas anunciadas por el Gobierno son unánimes.

Las razones son variadas, algunas coincidencias también. Unas van al fondo. A la debilidad del Gobierno para defender nuestra economía ante las agresiones externas. Las menos. Otras sólo hablan de tardanza. Unas pocas denuncian las consecuencias negativas que tales medidas van a producir en los de siempre, en los trabajadores, en los pensionistas, en las personas dependientes.

Y, aprovechando que pasa el Pisuerga, otros añaden a la riada sus manidas pretensiones. Si estas medidas se presentan como inevitables, algunos recuerdan que hay otras que, según su opinión (o sus deseos), también lo son. Es inevitable y urgente la reforma laboral, dicen a coro.

Está claro cuáles son las pretensiones de los empresarios: reducir los costes salariales Y es posible que todavía haya quienes les comprendan, aunque nos hayan dejado claro que ellos siempre van a lo suyo, caiga quien caiga, y que la reforma laboral que exigen sólo les va a beneficiar a ellos. Lo ponen como condición para crear empleo, pero no aseguran que lo vayan a crear, y menos aún, empleos de calidad, de los que no se tambalean cuando llegan las crisis. Lo venimos comprobando día a día, mes a mes, año tras año, reforma laboral tras reforma laboral. Los empresarios no son hermanitas de la caridad. Saben que la reforma laboral no va a solucionar ni el déficit ni la deuda del estado, ni el endeudamiento de los particulares. Su objetivo es aprovechar para empujarnos a los trabajadores a un escalón inferior, para que, cuando se salga de la crisis, partamos de más abajo en nuestras reivindicaciones que, mal que les pese, seguirán siendo inevitables.

El Gobierno ha optado por lo más fácil, ya que no teme la respuesta de los trabajadores y trabajadoras, pues antes se ha asegurado de que los sindicatos UGT y CCOO no se van a mover, como les correspondería, ante tamaña agresión. También ha aprovechado el momento en que la incapacidad del PP de generar confianza y expectativas de futuro en la población se pone más de manifiesto. Las proclamas incendiarias de Rajoy en el Congreso ya no le asustan.

Zapatero se ha mostrado “fuerte con los débiles y débil con los fuertes”. Una expresión precisa y acertada. Hacer pagar a los que más tienen no está sobre la mesa, “aunque no lo descartan”. ¿A qué esperan?.

Pero, sobre todo, lo que no se le pasa por la cabeza es penalizar la especulación, ni siquiera cuando llega al extremo de poner en peligro toda la economía del país, arremeter con medidas y no sólo con discursos contra los buitres que se esconden bajo esa abstracta e impersonal expresión de “los mercados”. 

“Obama me ha llamado”. Ha sido el golpe de efecto, la llamada del Presidente USA. Todo un símbolo de vasallaje y sumisión. Como si a Obama le preocupasen especialmente los avatares de la economía española y, menos aún, los del euro, la moneda que podía hacer competencia a su dólar. Pero, Obama ha llamado. Era la guinda que faltaba para poder decir que las medidas son inevitables. Que las circunstancias han “obligado” a Zapatero a renunciar a todos sus principios, a tragarse todas las afirmaciones que durante estos últimos dos años ha venido haciendo de que no iba a tocar los gastos sociales ni recortar los derechos de los trabajadores. Ha esperado hasta el último momento para presentarse, sutilmente, como víctima de su propia “responsabilidad y sentido de estado”.

Dicen que primero Zapatero dejó el siguiente mensaje en el contestador de Obama: “Por favor, llámame”.