viernes, 21 de octubre de 2016

LOS HISTÓRICOS 85

Mucho se ha ironizado en torno a la valoración de Pedro Sánchez sobre el resultado “histórico” de los 85 diputados tras el 26J. Resulta que ahora, quienes más le criticaron, dentro de su partido, le están dando la razón: salvar los 85, por encima de todo, es el único objetivo de la dirección actual del PSOE, un objetivo exclusivamente partidista que tratan de ocultar tras un supuesto interés “por España”. Pero que no nos engañen.

Lo peor es que se engañan a sí mismos. Tras le investidura de Rajoy, gracias a la abstención del PSOE, éste quedará incapacitado para ejercer una oposición real y efectiva. Podrá hacer amagos, de cara a la galería, pero, en las cuestiones que Rajoy considere “fundamentales” para llevar a cabo su política de recortes y de sumisión a los poderes ocultos europeos, si el Presidente no recibe el apoyo socialista, está claro que amenazará con convocar elecciones, las terceras, a los seis meses, un año o dos, y los socialistas serán los culpables. Los futuros chantajes están servidos. Y, la única forma de mantener los “históricos 85” será ceder, y ceder, y ceder... Mantener los 85, como mucho, lo podrá hacer durante los próximos cuatro años. ¿Y después? Y eso, si Rajoy, que, de una u otra manera, tiene en su mano agravar la crisis socialista, es benevolente o, mejor, si actúa como un astuto y fiel defensor del bipartidismo (que tanto interesa a los poderes ocultos). ¿Qué seguridad tienen los defensores de la abstención socialista de que ésta no va a contribuir a su debacle?

Aunque parezca sorprendente, está en manos del PSOE hacer que su crisis termine. Le llevará tiempo, está claro, pero puede hacerlo. Sólo tiene que aplicarse la misma medicina que defendía para que el PP se regenerase: después de votar NO, pasar a la oposición, aún a riesgo de perder más diputados, en unas nuevas elecciones, y recapacitar. Reconocer que la cuesta abajo del partido no se debe sólo a Pedro Sánchez, sino que el declive es el resultado de toda una trayectoria, de la que el principal responsable es Felipe Gónzalez (por personificar en el líder con más influencia dentro del partido) y toda su línea política llena de demagogias, incoherencias y compromisos con los poderes ocultos, materializados en los Pactos de la Moncloa, la entrada en la OTAN, las negociaciones para la entrada en Europa, las reconversiones industriales, la Ley Corcuera, las reformas laborales y las políticas fiscales, claramente regresivas, y de las cuales pretende ser heredera universal Susana Díaz.

El PSOE necesita de una verdadera catársis, “una purificación, liberación o transformación interior, suscitadas por una experiencia vital profunda, incluida la expulsión espontánea o provocada de sustancias (no personas) nocivas al organismo”. Expulsar a personas no, pero sí ponerlas en cuarentena, a ellas y a lo que representan. Ahora mismo, el Comité Federal, como mínimo, si persiste su mayoría en facilitar la investidura de Rajoy, debería obligar a los 20 diputados andaluces a ser ellos quienes asuman, en exclusiva, la responsabilidad de abstenerse ante Rajoy. Sé que no se puede constitucionalmente obligar a cada diputado votar en un sentido u otro, pero para eso está la tan cacareada “disciplina de voto” dentro del partido, ¿no?

Lamento centrarme tanto en lo que el PSOE deba o no hacer, aunque sea el propio PSOE el que ha decidido, mal que le pese, ponerse en el centro del debate. Y lo lamento porque el PSOE ha suscitado tradicionalmente, en torno a sí, muchas ilusiones y la situación a que ha llegado está creando mucha confusión, cuando no, una clara frustración en mucha gente sencilla.

sábado, 8 de octubre de 2016

LA CASTA SUSANA, LA CASTA

La Casta Susana es un personaje bíblico, símbolo de la pureza, la fidelidad y la integridad personal.

Cuenta la leyenda que Susana era una mujer muy hermosa, casada con un hombre influyente, a la que dos hombres viejos, jueces populares, para más inri, tratan de chantajear si no accede a sus deseos libidinosos. Existen varias versiones del episodio: unas, que Susana estaba desnuda, bañándose, cuando los dos ancianos la sorprenden; otras, que los dos la acechan y sorprenden paseando; y, todas, que la amenazan con denunciar haberla sorprendido, yaciendo con un joven, si no accede a sus lujuriosos deseos. Según la leyenda, Susana se encuentra en una difícil disyuntiva: o accede a los deseos de los viejos, para eludir el escarnio público, o se niega para no pecar y ser fiel a su marido y, sobre todo, a su dios y a sus principios. Y escoge esto último. La historia, cuyo desenlace no hace al caso relatar, termina bien, de tal manera que los viejos son condenados y Susana pasa a ser el prototipo de mujer honesta e íntegra que pone por delante sus principios, aún a costa de arriesgarse a ser condenada públicamente.

A la luz de los últimos acontecimientos vividos en el PSOE y de su trascendencia política, es inevitable caer en la tentación de establecer paralelismos, contrastes y contradicciones entre la historia bíblica y la situación que enfrentan los socialistas. Aunque no sea más que por la coincidencia en el nombre de la protagonista, Susana, el calificativo de casta, su pertenencia a un estrato social influyente, y su colaboración con viejos barones que utilizan su poder para los fines más abyectos.

La socialista andaluza también se resiste a desnudarse, aunque por otros motivos. No acaba de desvelar cuáles son sus verdaderas intenciones, aunque se la vea el plumero. Habla en nombre de todos los andaluces, con un tono más maternal que político. Por contra, su relación con los viejos barones de su partido es de complicidad y sumisión. Se postra ante Felipe González como si fuera su dios, aún a pesar de que éste, hipócritamente, niegue serlo. En contraste con la Susana bíblica, utiliza la influencia y el poder que le otorga su situación política, como líderesa de la agrupación más importante del partido, para maniobrar subterráneamente, aliándose con los viejos barones socialistas, accediendo a sus inconfesables pretensiones (que también son las suyas) de quitar de en medio el obstáculo que representa el exsecretario general, Pedro Sánchez, para el mantenimiento de sus privilegios. Y, por supuesto, desoye o, mejor dicho, no deja hablar a quien debería ser el dios de todo socialista: el pueblo, la gente, los militantes de su partido. Susana Díaz reniega de sus principios socialistas para mantener su status y dar rienda suelta a su ambición.

Susana Díaz no es la bíblica casta Susana precisamente. En todo caso diríamos que es Susana “de la casta”, aunque ponga el grito en el cielo al escucharnos.

CONVENCIMENTO, SEDUCCIÓN, MIEDO

Miedo o seducción, ¿la polémica del momento? ¿Y la de Pedro Sánchez y sus “barones no? ¿O la machacona aparición de datos sobre la corrupción en el PP? ¿O, sobre todo, nuevas elecciones o gobierno de gran coalición, o alternativo, o... ¡qué más da!... gobierno de la Troyka?

Me interesa, sobre todo, la de Podemos y en ella sitúo mi reflexión, porque las otras me resultan puro teatro, el PSOE no va a pactar con Podemos ni se abstendrá ante el candidato Rajoy, por esta vez (aunque, dados los acontecimientos internos, está por ver) y, por tanto, van a haber nuevas elecciones. ¿Qué cambiará con ellas? Posiblemente nada, salvo que el PSOE se cargue a Pedro Sánchez y acabe posibilitando que el PP gobierne. Pero eso aún no ha llegado. ¿Se atreverán? ¿Contribuirán a hundir más al partido?

Podemos camina hacia su maduración, con todos los retos que ello supone. Pero no se puede construir una fuerza que pretenda ser transformadora de la realidad en la que ha nacido, a base de competir en procesos electorales exclusivamente. O, al menos, permanentemente.

Soy de quienes piensan que Podemos debería haber abandonado, de inmediato, el “teatro” electoralista posterior a las elecciones del 20 de diciembre y dedicarse a sacar conclusiones de su experiencia electoral y aplicarse en la construcción interna de su propia organización. Lo de “tomar el cielo por asalto” estaba muy bien como mensaje ilusionante, “seductor”, para obtener los más votos posibles. Pero el 20D y, sobre todo, el 26J han dejado claro que el electorado no estaba preparado para reaccionar valientemente ante las campañas del miedo desarrolladas por PP, PSOE y Ciudadanos. Quizás sea esta constatación la conclusión más contundente, más científica, más cabal sacada por la dirección de Podemos para explicar su decepción ante los resultados del 26J. Lo extraño es que, siendo un equipo tan preparado, intelectual y teóricamente, no fuesen conscientes de ello antes de las elecciones y lo tuvieran presente al diseñar su estrategia. Por otra parte, la precipitación en la confluencia de varias organizaciones en Unidos Podemos puede que haya sido otra de las causas del fracaso electoral. Pero ese es el camino.

En este “momento interminable” en que nos encontramos (¿hasta cuándo nos tendrán pendientes de si llegan o no a un pacto o si habrá nuevas elecciones?), me parece lo más relevante e, incluso, lo fundamental, que la brecha abierta por Podemos en el panorama político se consolide, se refuerce y se complemente, desarrollando el otro campo de debate, trabajo y lucha: el campo no institucional, “la calle”, como le dicen algunos. La construcción de Podemos, la redefinición de su estrategia, la concreción de su ideología, el desarrollo de Unidos Podemos o confluencias similares se muestran fundamentales en ese proceso. Y, Podemos está perdiendo ya demasiado tiempo sin ponerse manos a la obra en ese campo, el no institucional, movilizando al personal. Puede que Podemos no sea, en el futuro, la clave para que ese sujeto político, apoyado en las instituciones y, sobre todo en un empoderamiento popular desde la base, se construya y desarrolle. Pero, en la actualidad, es la opción que tiene más posibilidades de que lo sea, a pesar de todas las contradicciones que surgen de su propio seno.

Los resultados del 26J parecen sugerir que Podemos “ha dado miedo” a una parte importante de los electores que no tienen el poder, los que sufren las consecuencias de todas las crisis. Por otra parte, dar miedo a quienes tienen ese poder no se consigue con palabras altisonantes sino con propuestas concretas que pongan en peligro o amenacen ese poder. Y no es en los discursos (que también) sino en las propuestas donde Podemos tiene que amenazar ese poder. Y, en todo este corto pero intenso recorrido, sus propuestas han ido perdiendo fuerza amenazadora. Mi impresión es que han sobrado sonrisas y ha faltado concreción en los objetivos, en el programa.

Pero la alternativa a ese “dar miedo” no puede ser la seducción, el buen rollo, el marketing, “lo sexy”. La seducción, como arte de “persuadir a otro, con halagos y argucias (o con llamadas al miedo, añadiría yo), para conseguir algo de él o de ella”, es flor de un día que se marchita a la primera de cambio, por no estar suficientemente enraizada y por crecer en campo abiertamente hostil. La alternativa para quien quiera, de verdad, transformar a fondo la sociedad, es el convencimiento. Tras los debates electorales se pueden conseguir fans, hinchas, pero, raramente, seguidores conscientes, hombres y mujeres dispuestos a cambiar las cosas, empezando por cambiarse ellos mismos. No hacen falta grandes teorías para explicar la realidad. Basta con llamar a las cosas por su nombre. Que luego, quien ve las cosas claras, se conforma con lo que hay y no se implica en intentar cambiarlo es harina de otro costal. Pero explicar la realidad tal como es y destapar el engaño a que nos tienen sometidos es posible, ¡claro que lo es! Y es una tarea a la que tendremos que aplicarnos a fondo y en la que Podemos no se ha empeñado a fondo.

De bastante tiempo atrás, las izquierdas en general han caído en la trampa del electoralismo como única vía de hacer política, entendido éste como marketing, cultura de la imagen, personalización en el candidato, prescindiendo o demostrando carecer de argumentos que apelen a la razón. Acomplejadas, como si no confiasen en sus planteamientos, en sus denuncias, en sus análisis de la realidad. Igual que los partidos de la derecha y, a falta de argumentos de peso, nos han tratado a los electores como tontos, como si la realidad que vivimos fuese una ilusión, y como si las cosas no pudieran cambiar nunca. Es cierto que, quienes tienen el poder, cuentan con medios muy potentes como para convencernos de que lo mejor para nosotros, ¡oh paradoja!, es lo que nos perjudica. O que, en tiempo de crisis, es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Es cierto que la tradición, las costumbres y, sobre todo, la situación personal de quienes se sienten menos perjudicados por la crisis que el vecino, influye mucho sobre el ánimo de la gente. Pero, de ahí a que nos convenzan, va un trecho y, no digamos si de convencer a todos, se trata. Ni el socioliberalismo europeo ni el ibexsocialismo español pueden convencernos a los sufridores de siempre.

La historia de la humanidad está plagada de avances, a pesar de que, quienes tenían el poder, usasen todos los medios a su alcance para impedirlos. Siempre hubo resquicios por los que introducir discursos distintos y llevar a cabo acciones que enfrentaban el status quo. Así hemos llegado hasta aquí. Es cierto que uno de los obstáculos más importantes que tenemos que salvar es esa ansiedad por obtener resultados inmediatos en todo lo que hacemos. O su correspondiente: hacer por hacer, sin pretender resultados. La historia nos enseña que todas las cosas llevan su tiempo, que no se puede “tomar el cielo por asalto” en cuatro días. Pero también que la evolución va en una dirección y que no tiene marcha atrás. A pesar del desconcierto y el hastío actuales, hemos avanzado con respecto a hace pocos años, mucha más gente está pendiente del desarrollo de los acontecimientos. Y ser conocedores de ello nos da una dosis de optimismo.

Hablamos de resquicios, pequeñas grietas. Y deberíamos desconfiar cuando se nos abren ventanas enteras y puertas anchas o se nos ofrecen sillas en los platós y columnas en los periódicos. Una vez en medio del corrillo, lo más fácil es que nos rodeen y nos calienten el cogote a base de pescozones, como en el patio del colegio. Había que contar con ello.

¿Es hora de que Podemos se retire a los cuarteles de invierno? ¿O de que se rearme y comience a tomar posiciones. Los dos grandes partidos mantienen sus votos porque están implantados en miels de municipios, pueblos y barrios. No es cuestión de dejar de ser partisanos o convertirse en ejército regular. La clave del triunfo partisano ha estado siempre en conseguir el apoyo de los paisanos del lugar. Dar prioridad a las alianzas con la gente fue el mensaje que Podemos lanzó en sus comienzos y es urgente que lo recupere. Lograr que ese discurso se expanda, llegando hasta los últimos rincones. Esa sería la esencia de la verdadera nueva política que se pretende y que tanto necesitamos y de la que habría que hablar con más fundamento y precisión.

QUE NO SEA POR MIS TRES EUROS, POR DIOS!

Hace poco pronostiqué que iba a haber nuevas elecciones. Era una especie de provocación, viendo el panorama que se nos presentaba, después de las elecciones del 26J y de la parsimonia con que Rajoy se estaba tomando el asunto. Creo que los acontecimientos me van a dar la razón. Rajoy se toma las cosas con su habitual calma chicha, el PSOE oficialmente calla (aunque cacareen algunos gallos por ahí) y Ciudadnos trata de hacer valer desesperadamente su poco peso para no perderlo del todo.

Nadie dice querer nuevas elecciones pero, como van descubriendo sesudos opinadores más expertos que yo, lo que está sobre la mesa es la cuadratura del círculo: ni elecciones, ni gobierno del PP, ni otra alternativa. Todo, al mismo tiempo, es imposible. Pero la campaña electoral, que dura ya un año, continúa. Ahora, estar de campaña, se le llama postureo, aparentar, prometer, decir generalidades, engatusar. Y los votantes, como si nada, lo aguantamos todo. Hablan del bien general pero sólo piensan en su propio interés. La historia viene de lejos y, por eso, se ha llegado a instalar en la conciencia general, de tal forma, que nos parece algo natural que así sea.

Va a haber nuevas elecciones porque a Rajoy le interesa. Y no es que el Presidente en funciones se distinga por su parsimonia, que también. Se trata, sin duda, de una estrategia bien pensada. Rajoy no sabe dialogar. Lo ha demostrado en los cuatro años en que ha gobernado. Además, tiene poco margen para negociar: quizás algo de la Ley Mordaza o de la Ley Vert. La Ley Electoral ni tocarla porque le restaría mucho poder. Y de los temas económicos, los más importantes, nada, porque la política que ha desarrollado en ese tema le ha venido dictada desde Bruselas y él se ha preocupado muy mucho de demostrar que es un político sumiso, obediente y cumplidor.

Además, le interesa, porque cuenta con que haya más abstención, porque confía en la fidelidad de su electorado más adicto y en recuperar los votantes que se le fueron a Ciudadanos. Y porque se frota las manos viendo el sarao que tiene el PSOE dentro de su propia casa. Mantiene sus votos (o, incluso, gana algunos), PSOE y Ciudadanos pierden parte de los suyos que van a la abstención, y el PP gana en % y, por lo tanto, en escaños. Y, aunque no llegue a la mayoría absoluta, quedará en mejores condiciones para negociar (imponer) su nuevo gobierno y una mejor gobernabilidad.

Y es que, la razón de existir de Ciudadanos, poco a poco, irá desapareciendo. Entre el sucedáneo y el original, los votantes de derechas preferirán el original. Y el PSOE, por mucho que se harten de repetirlo, no es la alternativa al PP. Porque no lo son sus políticas. Han sido igualmente sumisos a Europa, modificar el artículo 135 de la Constitución fue obra de ellos, iniciaron las Reformas Laborales que abrieron las puertas a la precariedad, congelaron las pensiones y endurecieron los requisitos para llegar a tener derecho a ellas, la Ley Mordaza viene de la ley socialista de la patada en la puerta (Ley Cocuera)... Veremos cómo, en las medidas más importantes que proponga el PP, votarán a favor. No se opondrán. La gobernabilidad futura no es lo que preocupa a Rajoy. La tiene asegurada, no nos engañemos.

Dicen que si no hay nuevo gobierno a tiempo y hay que prorrogar los actuales presupuestos que nos vendrán muchos males, entre otros, que no nos subirán las pensiones a los jubilados, Si es por los tres euros mensuales, que a mí me corresponderían, en caso de que el PP pudiera gobernar y aplicara la subida del 0,25% que tiene prevista, por mí que se los queden, y que haya nuevas elecciones, si es que, así, se puede impedir que gobiernen los mismos. Pero no nos cucará esa mandarina. La farsa continúa. Esta batalla la hemos perdido. La guerra sigue.

Ha llegado el momento de mirar al futuro y de empezar a pensar en cómo se puede cambiar esta situación, aunque sea haciendo planes a medio plazo, a pensar en cómo abrir paso a una nueva forma real de hacer política, siendo muy críticos con todo lo que se nos proponga.

¿VENDER EL VOTO POR "SENTIDO DE ESTADO?

Efectivamente, lo del “sentido de Estado” parece que lo tiene que justificar todo. Es un mantra que, para la mayoría de la población, es algo que hay que aceptar, aunque no se entienda exactamente lo que es, algo que se da por supuesto, algo que tranquiliza, que sirve para dar sentido a todo lo negativo que atormenta nuestras vidas.

Son (somos) pocos los que nos planteamos dudar, al menos, de la justeza de ese “sentido de Estado” que todo lo justifica y nuestra reflexión o duda suele tener poco recorrido. O, quizá por eso, nos cabreamos cuando oímos el argumento, nos sentimos solos, aislados, dudamos de nuestras propias dudas y desistimos de profundizar sobre el tema.

Deberíamos empezar por definir qué entendemos por el Estado. ¿Son las leyes, el Parlamento, las instituciones? ¿Es el aparato (jueces, policía, ejército, administraciones, etc.)? ¿Es el gobierno? ¿La oposición también es Estado? ¿Y la universidad? ¿Y la patronal y los sindicatos? Todo “eso” es Estado. ¿Pero sólo eso? Y los ciudadanos, los asalariados, los autónomos ¿son Estado? Y los jubilados, los estudiantes, los niños ¿son Estado? Cuando se apela al “sentido de Estado”, a la razón de Estado, ¿se están refiriendo a todo eso? Leía, hace poco que, el Estado, sobre todo es una relación de personas, de colectivos, de instituciones, de normas y que, como toda relación, es cambiante o puede cambiar, aunque nos lo quieran presentar como inamovible y, de hecho, suele tardar mucho en cambiar. Que la base del Estado, lo que lo justifica, es “lo común”, lo que es de todos y de nadie en particular: la economía, el bienestar, nuestra historia, las posibilidades de nuestro futuro. Y, por ello, también, lo que necesita de “alguien” una estructura que lo preserve, “por el bien de todos”, que “mire por nosotros”, por “lo común”, y que, subrepticiamente, ocultamente, nos lo quite de las manos. Es la gran contradicción, la gran trampa.

¿Y qué es nuestro voto? Es ese mantra del “sentido de Estado”, también, el que da sentido a nuestro voto. Pero, un sentido interesado, que hace de nuestro voto un derecho individual y una responsabilidad a la que debemos enfrentarnos aisladamente. Como si no tuviésemos intereses comunes. De ahí que valoremos, en exceso nuestro voto. Como si no tuviéramos bastante experiencia acumulada ya de que nuestro voto sólo sirve para legitimar esa expropiación, por unos pocos, de lo común. Por suerte (o por desgracia), esa generación que “luchó tanto por poder votar”, de forma natural, va desapareciendo. Parecía que su lucha, que “había costado tanto”, lo justificaba todo. El voto era un fin en sí mismo. Y quienes han venido detrás han heredado ese mito, pero sin darle la misma importancia que le daban sus mayores. De ahí los niveles de abstención, tan incomprensibles en tiempos de crisis tan duras como la actual.

La reflexión puede resultar interminable y sin resultados palpables que nos sosieguen. La clave está en salir del aislamiento, en reflexionar en grupo. Observar la realidad, a través de la televisión, por ejemplo, si lo hacemos en solitario, puede recomernos las entrañas. E intentar llevar a la práctica las conclusiones colectivas, de alguna manera, también colectivamente. Que salgan de las cuatro paredes donde debatimos. En los medios alternativos, en las redes, en algún tipo de organización. Que provoquen debate público. Que el debate público sirva para depurar nuestras ideas y también para influir con ellas.

Personalmente, no me quita el sueño lo que pueda hacer con mi voto. Ni siquiera, el que pueda equivocarme, aunque intento, mediante las claves a que me refería, equivocarme lo menos posible. Nunca venderé el voto. Si es caso, lo daré gratuitamente.

¿OTRA VEZ A VOTAR?

Creo que sí.

Es sorprendente lo rápido que cambian los centros de interés de la opinión pública (o más bien, de la opinión publicada, la que ocupa los espacios informativos y de debate de los medios de comunicación).

En un santiamén Venezuela ha dejado de tener problemas de violencia, hambre y desabastecimiento. Ya no hay allí presos políticos a los que liberar o, mejor dicho, sigue habiendo presos pero, al parecer no son políticos, serán los que llamamos “sociales”, los que no escandalizan a nadie porque estén en prisión. ¡Qué vergüenza la utilización que se ha hecho de este tema por intereses electorales!

La gran pregunta ¿dónde está el millón de votos perdidos de Unidos Podemos? sigue coleando, y las explicaciones que dan los podemitas no convencen a quienes siguen anclados en una forma tradicional de hacer y valorar la política y no comprenden otras formas de analizar y valorar los hechos. Pero, rápidamente, dejará de tener interés.

Menos aún ha durado el morbo de si Podemos e IU van a seguir confluyendo. “Que vienen los comunistas” preocupa poco. En el fondo, preocupa menos esto que lo de la pérdida de votos de la confluencia. Porque la confluencia ha funcionado contra la Ley d'Hont. Lo que preocupa a los de siempre son los votos que Unidos Podemos ha obtenido, no los que ha perdido. Porque muchos de esos votos son los clásicos restos, ese último diputado que siempre se llevaban los grandes partidos, y que, esta vez, ha caído del lado de Unidos Podemos. Sólo así se explica que, con un millón de votos menos, hayan mantenido los setenta y un diputados. Podemos, no obstante, tendrá que explicarse a sí mismo esa pérdida de votos si quiere mirar el futuro con más objetividad y menos idealismo.

El interés cambia vertiginosamente de centro (llevamos apenas doce días) y todos miran, ahora, al PSOE. A nadie le preocupa que el PP haya obtenido más votos, a pesar de los escándalos de la corrupción. No hay más pregunta que si los socialistas votarán NO o se abstendrán. La respuesta del PSOE es cansina: primero que lo intente Rajoy... y después? Como les dice Felipe González, ni ellos lo saben. El PSOE no sé. Haga lo que haga lo va a pagar. Pero Pedro Sánchez sí lo sabe: si no es presidente se acaba su carrera política y, en el secreto de su corazón (porque no le dejan decirlo en voz alta) suspira por poder intentar de nuevo su investidura.

Curiosamente, en algo coinciden todos: todos dicen que no habrá terceras elecciones. Afirmación que no se sostiene: si no hay apoyo a Rajoy, si Ciudadanos le pone el veto, y si los socialistas no se abstienen y tampoco pactan con Unidos Podemos (su Comité Federal lo ha prohibido), si todos cumplen su palabra, tendrá que haber terceras elecciones.

Además, a Rajoy, me da que le interesa. Sólo tiene que demostrar que la culpa la tienen otros, el PSOE, sobre todo. Esa es su estrategia. Rajoy confía en que unas nuevas elecciones, después de fracasar en su intento de investidura, por culpa de los demás, le darán más votos y quizás, a la tercera la vencida, obtenga los suficientes como para gobernar sólo (que es lo único que sabe) o cediendo lo mínimo para obtener algún apoyo. Esperar que el fruto caiga maduro, sin hacer ningún esfuerzo, es muy propio de don Mariano. De ahí su parsimonia a la hora de entablar conversaciones para buscar apoyos. No hay prisa si, mientras tanto, siguiendo en funciones, puede tomar decisiones que favorezcan a sus padrinos, a los de siempre, como lo último del depósito de Gas de Doñana.

De cualquier manera, que tengan que repetirse las elecciones no es tanta tragedia si el resultado sirve para salir del atolladero. Otra cosa es lo que preocupe a los partidos. El interés general no les importa. Podemos lo ha dejado claro: se quedará en la oposición. Lo debía haber hecho ya el 20D, por la noche, y dedicarse a consolidar lo alcanzado (¡¡71 diputados en dos años!!) y seguir construyendo su alternativa y ampliar las confluencias, sobre todo, con los movimientos sociales, dando oportunidades a que la gente decida. Volver a caer en el juego de las negociaciones, intentar negociar con el PSOE para impedir que gobierne el PP, pasar de guatepeor a guatemala, a estas alturas ya no les vale. Parece que Unidos Podemos lo tienen claro. Sin embargo, el paso del PSOE a la oposición, sin más, sin obtener nada a cambio, oponiéndose a apoyar, por activa y por pasiva, al PP, ofrece muchas dudas y está por ver.

Con todo, ser espectador de tanta comedia y provocar con premoniciones como la que abre estas líneas sería divertido (que no lo es) si no estuviera tanto de “lo nuestro” en juego.


TOLERANCIA Y ENGAÑOS

¿Debemos los ciudadanos torrelaveguenses estar agradecidos al “gesto tolerante” de nuestro Alcalde al suspender el último Pleno? No si, después de presumir de tolerancia, se amenaza/advierte con que “pondrá todos los medios” para que no vuelva a ocurrir.

¿De dónde se ha sacado el Alcalde que el proyecto de Las Excavadas lo apoya el 90% de la población? ¿De alguna de esas empresas especializadas como las que aciertan en las encuestas electorales? Es cínico intentar “negociar”, para salir del paso, ante el hecho consumado de la protesta, cuando no ha habido diálogo alguno antes de llegar a esa situación.

¿Cuánto hay de engaño en todo esto?

¿Qué se esconde detrás del discutido proyecto? ¿Por qué tanta prisa por aprobarlo? ¿Por qué tanta unanimidad en los políticos? ¿Por qué Las Excavadas es fundamental para el futuro de Torrelavega? ¿En base a qué estudios se puede afirmar eso? ¿Por qué a los políticos se les llena tan fácilmente la boca con grandes palabras que luego, en la práctica, no dicen nada? ¿Cuánto empleo y riqueza crean los parques tecnológicos, según las estadísticas? ¿O, dicho de otra forma, cuánto tiempo tardan en producir efectos palpables, si es que los producen? Nos dicen que son inversiones a medio y largo plazo ¿Cuántos de los parques creados han sido ocupados totalmente? ¿Quiénes, además de los que los construyen, se han beneficiado de ellos?

Lo que realmente necesita Torrelavega, entre otras cosas, es suelo industrial puro y duro, donde las empresas puedan directamente instalarse con las menores trabas posibles. Y en nuestro municipio hay alternativas.

Pero, sobre todo, lo que Torrelavega necesita es un modelo de ciudad, consensuado por todos, en el que analicemos todas las potencialidades con que contamos y, en base a ello, decidamos lo que queremos, desechando lo que nos perjudica y fomentando lo que nos pueda resultar beneficioso. Y, del contexto de ese consenso global, no se pueden sacar temas parciales, como el proyecto de las Excavadas, que pueden condicionar al conjunto. Estamos en pleno proceso de revisión del Plan General de Urbanismo y debe ser, ahí, donde se debe debatir el tema, aunque el momento no sea el más propicio para debatir serenamente. Pero habrá que intentarlo.

POR LO QUE REPRESENTA

Antes de que “se cierre el control” para quienes queremos opinar, antes de que empiece la campaña electoral (espacio “reservado” en los medios de comunicación para los contendientes políticos) me apresuro a escribir. Será el tiempo de escuchar a los candidatos, de tener presente no solo lo ocurrido en los últimos meses, sino también la trayectoria de unos y otros, y de informarse bien para acertar con el voto.

Dibujar la situación, definir a los contendientes con trazo grueso, a estas alturas, parece sencillo. Definir con trazo fino puede ser más complicado. Hay quien se estrena, como quien dice, en estas lides. Otros llevan ya muchos años y su trayectoria es clara. Pero, unos y otros ofrecen una imagen o un bagaje dispar entre lo que son realmente y lo que representan.

Los partidos viejos nos han demostrado, con creces, lo que son y lo que dicen representar. El PP, de popular ha demostrado que no tiene nada, solo el nombre. En realidad es un partido para la minoría privilegiada de este país. El tópico de que el PSOE no es ni socialista ni obrero puede que sea algo más que un tópico pues, a lo largo de los años, desde González hasta ZP, sus políticas en materia social, económica, internacional así lo han demostrado. Ni PP ni PSOE son lo que dicen representar: recordemos la corrupción, la sumisión a las grandes corporaciones económicas, el desparpajo a la hora de quitar derechos a la ciudadanía, sin olvidar graves decisiones como la entrada en la OTAN, la participación o apoyo a las guerras de los Balcanes, de Irak y Libia y, para colmar el vaso, la modificación del artículo 135 de la Constitución, como hechos más significativos. Podíamos extendernos en recordar muchos otros casos concretos, pero son tantos que sería alargarnos innecesariamente a la hora de definir lo que estos partidos son realmente.
De los partidos “nuevos”, Ciudadanos corre tras el sol que más calienta y, por eso, no son de fiar. Su mismo nombre es suficientemente abstracto como para pretender representar al mismo tiempo a Rato, Botín, Bárcenas y Blesa y, a la vez, al más pobre de entre los perjudicados por la crisis. Su programa, bajo una pretendida imagen de frescura, por una parte, y de realismo, por otra, encierra las mayores contradicciones que hoy se pueden plantear. No obstante, no han gobernado y, por eso, no podemos hablar de lo que en realidad son, aunque apuntan en la misma dirección que los partidos viejos.

Y me centro en lo que actualmente llama más mi atención: “Unidos Podemos”.

El 20D voté a Podemos, y pienso volver a votarlos. Y no por lo que son, sino por lo que representan. Mal que nos pese a todos, la irrupción de Podemos ha cambiado por completo el panorama político. ¡Y ya era hora! Hay que reconocerles el mérito. Todos los partidos, sea cual sea su color, se han visto, desde entonces, obligados a hablar de cosas que nunca pensaron, a decir y prometer lo que nunca hicieron: primarias, transparencia, lucha contra la corrupción, regeneración política, renovación generacional... Todos hablan de cambio, unos prometen cambiar ahora lo que pudieron hacer antes pero no hicieron. Otros, apenas se han estrenado y, en el poco tiempo que llevan para poder demostrarlo, pregonan voluntad de hacerlo pero no es claro que lo vayan a hacer. Puede que Podemos no traiga el cambio, está por ver, pero su aparición, más que un cambio (que, en algunas cosas, también) lo que ha sido es un terremoto que ha hecho tambalearse muchos cimientos, hasta ahora inamovibles. Se ha convertido en el adversario a batir por todos los demás. Y eso es significativo. Solo por eso, Podemos se merece que lo votemos. Soy bastante crítico con lo que, hasta ahora, Podemos ha demostrado ser. Las prisas por encarar los retos electorales que otros le han puesto delante pueden justificar ciertas decisiones. Pero me basta con apoyar lo que representa: un revulsivo. Un revulsivo que tiene que seguir creciendo. Podemos podrá triunfar o desaparecer, pero el seísmo político que ha provocado no tiene marcha atrás, porque hay mucha gente que suspiraba porque un vuelco tal se produjese. Y se está produciendo. El verdadero cambio no llegará en cuatro días, pero seguirá avanzando. Sé que, decirlo públicamente, me compromete a seguir sus pasos de cerca y a exigirles que sean coherentes y pongan en práctica lo que pregonan. Y consecuentemente a ofrecerles la modesta colaboración que esté en mi mano ofrecer.

Y ahora “Unidos Podemos”. Me parece un paso importante. Conocida es mi visión sobre la necesidad de confluir entre las fuerzas populares y, sobre todo, de acercar las organizaciones a la gente. Me encuentro, también, entre quienes pensamos que IU debería haber desaparecido hace tiempo. Su electoralismo y colaboración con el PSOE le han impedido ser verdadera unidad de auténtica izquierda y ha representado un tapón para el avance de cualquier otra alternativa de izquierdas. El miedo a perder votos le impidió, en los mejores tiempos del programa-programa de Anguita, sacudirse a los Curiel, López Garrido y Almeida, verdaderos torpedos, cuyo destino, claramente, estaba escrito de antemano y era engordar las filas socialistas y llevando, tras de sí, un montón de votos. Fue sólo un ejemplo. E IU, como organización, no supo compensar el declive electoral con una mayor presencia en la política del día a día, en la calle, en los tajos, en los movimientos. Se conformó con tener un hueco en las instituciones.

La IU de los últimos tiempos, como organización, ha sido incapaz de ver el psunami que se le venía encima. No entendieron el 15M. Se enrocaron en la defensa de su sigla y, cuando vieron que se quedaban solos, montaron a regañadientes un chiringuito más, un nuevo elemento de división, con los resultados que todos conocemos. El grupo de Alberto Garzón, sí parece que ha sido capaz de ver el momento que vivimos, y su postura decidida, dentro de la coalición, con todas las resistencias que está encontrando, es digna de ser tenida en cuenta, ¡cómo no! La contradicción interna está servida en IU y, lamentablemente, la manera cómo se vaya a resolver va a tener ya poca incidencia en el panorama general de la izquierda.

Con todo, lo que pueda hacer “Unidos Podemos” está por ver. Pero es el camino. Es justo que nos demos esta oportunidad, que no será la única ni la última que se nos presente, pero que tenemos que aprovechar. Votaré “Unidos Podemos”.

EL 135, LA LÍNEA ROJA

El artículo 135 de la Constitución fue modificado mediante un pacto entre el PSOE de Zapatero y el PP de Mariano Rajoy. La modificación consistió en introducir, como prioridad absoluta, en los Presupuestos de las administraciones y en la acción de gobierno, el pago de la deuda con las entidades de crédito, fundamentalmente extranjeras, aunque también nacionales. Ello significa que la satisfacción de las necesidades de la gente queda en segundo término y que se acometerá sólo “si se puede”.

Aunque parezca simplista y esquemático, aceptar o no este principio es lo que, de verdad, distinguirá una “política para las personas” de otra que sólo atiende a las “cuestiones de estado”, a los grandes intereses, a los intereses de los grandes y, rechazarlo será lo que, tanto unos y otros, repiten, una forma distinta de hacer política.

¿Dónde ha quedado la derogación del artículo 135 introducida por Zapatero y Rajoy? ¿Alguien está escuchando en los debates actuales algo que haga referencia a esa cuestión? ¿Alguien se está manifestando a favor o en contra? ¿Alguien nos está recordando que el paro y los recortes habidos en sanidad, educación y dependencia tiene que ver, precisamente, con la imposición por ley de pagar antes los intereses de la deuda que satisfacer las necesidades de la gente?

Pero, plantear como línea roja la derogación del 135, en su redacción actual, no es más simplista y esquemático que plantear la disyuntiva entre la conveniencia de una “gran coalición” (PP, PSOE y Ciudadanos) y una “coalición de progreso y reformista” (PSOE, Podemos. IU-UP, Compromís...), máxime cuando el acuerdo PSOE-C's también se define como “reformista y de progreso”. Las palabras lo aguantan todo, pero ninguno plantea la verdadera línea roja. Y ya empezamos a estar hartos de tan falso debate.

Otra cosa será ver cómo se cumple con el Pacto de Estabilidad, cómo se negocia con la UE, cómo se interpretan y sortean sus imposiciones, como se clasifica la deuda, cómo se prioriza el pago de unas deudas sobre otras y, sobre todo, cómo se aumentan los ingresos del Estado para atender a las necesidades de la gente, y cómo se obtienen ingresos exteriores cuando los interiores no alcancen. En todo esto juega mucho el posibilismo y la frialdad con que se planteen las cosas, y una muestra clara la tenemos en los concursos de acreedores de las empresas, donde éstas dejan de pagar, y donde los acreedores aceptan quitas, a veces muy cuantiosas, con tal de que la empresa mantenga su actividad y les siga comprando sus productos. ¿Por qué con los estados no puede suceder lo mismo? El tan manoseado ejemplo de Grecia no nos vale, porque se trataba de una economía pequeña, y era poco arriesgado para la UE y la Alemania de Merkel que, al final, Grecia se fuera del euro. Era un símbolo, se trataba de dar un escarmiento y un aviso a navegantes. Con Grecia podían. El caso de España, todos coinciden, no es comparable.

Y una cosa es resignarse, aceptando que “las cosas están así y no se pueden cambiar” y otra, muy distinta, rebelarse y buscar las formas y los medios para intentar cambiarlas. ¿Alguien habla ya de cambiar lo fundamental? ¿Ya nadie está convencido de que es necesario cambiarlo?

Es cierto que, electoralmente, es arriesgado plantear estas cosas, dado el miedo que los voceros de la opinión pública tratan de meternos en el cuerpo, pero también lo es, o más, ocultarlas, porque, en cuanto pasen las elecciones, van a seguir estando ahí, y quien gobierne va a tener que elegir entre aceptarlas sumisamente y seguir aplicando recortes o buscar la forma de cambiarlas para evitarlos. Falta valentía y sobra electoralismo.

“Doscientas medidas reformistas” son calderilla frente al principio fundamental de hacer política para la gente. Ante todo, y pase lo que pase, para la gente.

Desde mi punto de vista, Podemos, IU, Compromís... desde la misma noche electoral, deberían haber reconocido: “No hemos conseguido tomar el cielo por asalto, aunque lo hemos intentado, está claro que la gente todavía no está preparada para asumir nuestras propuestas, y vamos a quedarnos en la oposición” y, por supuesto, “vamos a dejarnos la piel en conseguir que, cada vez, haya más trabajadores y trabajadoras que comprendan dónde está la raíz del problema, aunque nos lleve tiempo, y lo conseguiremos, porque nosotros no engañamos a la gente con falsos discursos”, “la ocasión se presentaba propicia para intentarlo, pero esta no va a ser la última oportunidad y estamos acostumbrados a esperar”. “Que el PP, PSOE y Ciudadanos se entiendan, que, al final, lo van a hacer, y que sigan ellos engañando a la gente”.

Entiendo que estas fuerzas de izquierda se han dejado meter en un callejón sin salida, entre elegir coaligarse con un PSOE que ya no hace política de izquierdas y, ni siquiera progresista, o aparecer como los culpables de que la gente tengamos que ir nuevamente a votar, cosa que nadie dice querer. Corregir es de sabios y asumir las consecuencias de honestos. Y los motivos de nuestra indignación están ahí y no van a desaparecer con un mero cambio de gobierno.

DRONES DE CARNE Y HUESO


Eso son los autores de los atentados de París, de Londres, de Madrid...

Drones que actúan con la tecnología más precisa y eficaz: para ellos no hay daños colaterales, no se equivocan, no bombardean por error hospitales de Médicos sin Fronteras, ni masacran invitados de bodas afganas, apuntan y disparan sobre los objetivos previamente elegidos y siempre aciertan.

Actúan con la tecnología más simple y más antigua: basta su cuerpo, sus manos, su fanática voluntad, su decisión y arrojo, su ilusión de una futura vida llena de glorias y placeres, como la que predican todas las religiones.

Actúan con la tecnología más barata: ¿Qué vale la vida de un suicida comparada con los miles, cientos de miles, más de un millón de civiles, muertos en las primera y segunda guerras de Irak, en el posterior embargo dictado por la ONU, en la guerra de Afganistán, en las guerras de Libia y Siria, en la permanente masacre de palestinos a manos de Israel?

Desde los países “civilizados” de occidente, desde sus cúpulas militares y fabricantes de armas, desde la OTAN y las coaliciones internacionales, desde sus aliados saudíes, con sus dineros, sus expertos en tácticas militares y, sobre todo, sus armas, han criado cuervos...

… y nos están sacando los ojos, a nosotros, a los ciudadanos y ciudadanas de a pie. Ellos, quienes los han criado, no los temen, porque se protegen con sofisticados medios a su alcance.

Han criado cuervos por “motivos humanitarios”, por motivos tan humanitarios como el control y usurpación de cuencas petrolíferas, la protección de oleoductos o gaseoductos, la destrucción de infraestructuras, la utilización de ilegales bombas racimo, la siembra de residuos nucleares, Todo porque, de rechazo, con sus “tormentas de desierto”, aseguran liberar a pueblos enteros, sojuzgados por sátrapas sin escrúpulos, que nada saben de los sacrosantos derechos humanos de nuestros países “civilizados”.

Drones de carne y hueso que siembran el desconcierto de los expertos porque, como verdaderas hidras de siete cabezas, nacen y renacen, donde quiera que puedan producir terror y derramar sangre inocente.

Y, ante estos monstruos, ahí están los de siempre, ¡Unidad, unidad! campaña electoral, fotos de políticos, apretones de manos, lágrimas de cocodrilo, cerrar fronteras, inundar las calles de armas y uniformes, fomentar islamofobia, ... combatir los efectos sin atacar las causas, meternos miedo, fomentar el odio. ¿Cómo van a atacar las causas si ellos mismos son la causa?

Es hora de salir a la calle, masivamente, exigiendo que se acaben las guerras, que se deje de vender armas a quienes las utilizan para masacrar a la población, que se corten las vías de financiación de esos movimientos sanguinarios. Es hora de desenmascarar tanto cinismo. Es hora de buscar esa unidad por abajo, de desconfiar de poses electoralistas de los políticos, de rechazar todo protagonismo partidista, de exigir que se vaya al fondo de la cuestión y se obre en consecuencia. Es hora de empezar, de reivindicar nuestro protagonismo, el de la gente sencilla, el de la mayoría de la población que no quiere vivir atenazada por el miedo, que quiere vivir en paz.

¿PERDEMOS EL NORTE?

Demagogias aparte, ¡claro que ser limpio puede resultar caro! En la mayoría de los casos, los solares abandonados, de propiedad privada, no se limpian porque cuesta dinero mantenerlos limpios. Pero es obligación de los propietarios su mantenimiento, y responsabilidad del Ayuntamiento exigir que los solares se limpien o, subsidiariamente, hacerlo directamente, pasando luego la factura al dueño.

La iniciativa llamada “Espacio Argumosa” pude tener muchas lecturas.

Por supuesto que, a los ojos de la ex-alcaldesa Blanca Rosa, puede tener muchos aspectos denunciables. Pero, sobre todo, uno: es una ocupación ilegal de una propiedad privada, de cuyos intereses ella se constituyó en defensora, facilitando el derribo del edificio que ocupaba el solar, cuando su ruina no era inminente. Se trataba de una operación inmobiliaria, en los tiempos de la burbuja, que luego quedó en un montón de ortigas y basura. Todas las demás “irregularidades” que ella denuncia no son más que tapaderas de unos intereses de fondo: los del dueño del solar.

Habrá quienes apelen a la “sacrosanta” propiedad privada, como único argumento para criticar la iniciativa. Son los que siempre han denostado al movimiento ocupa cuando reivindica el carácter social de la propiedad que hasta la propia Constitución consagra.

Y habrá quienes saluden la iniciativa, al provenir de un colectivo, mayoritariamente joven, que, en contra de lo que muchos piensan, demuestra que no sólo sabe decir no y protestar, sino que es capaz de trabajar para llevar a cabo sus ideas y proyectos.

De cualquier manera, hablar de sanciones a este colectivo por esa acción parece ridículo en una Torrelavega carente de espacios apropiados para que los jóvenes desarrollen las iniciativas que le son propias.

Pero no nos engañemos. Lo que parece una anécdota tiene mayor alcance. Aquí, o hay ocupación ilegal para poner un bien privado al servicio de la comunidad, o hay negociación con el propietario a cambio de algo. Si es esto último, es un insulto al movimiento ocupa y sólo un simulacro propagandístico de ocupación. Pero, lo que de ninguna de las maneras se puede pretender es que al dueño se le exima de sus obligaciones y, menos aún, de pagar la contribución, se le compense con otros beneficios o, lo que es lo mismo, que su desidia la paguemos todos. ¿Estamos perdiendo el norte?

Ójala! el espacio adecentado cumpla, por mucho tiempo, la misión que sus promotores le han asignado y sobreviva a la foto y entusiasmo inicial.

Pero no juguemos con los conceptos. Una cosa es la originalidad de iniciativas como esta, y otra el sentido común. Si hay quien “generosamente” regala su trabajo a un dueño especulador e irresponsable, que lo haga por su cuenta, pero que no nos obligue a todos los demás a compensarle.



NI DIOSES NI TRIBUNOS

Un reciente estudio revela que la mitad de los votantes de Podemos e IU no creen en Dios. No aclara el estudio si los votantes creyentes de PP, PSOE y Ciudadanos, que son mayoría, creen en el Dios de la Santísima Trinidad o, más bien, en el dios-dinero u otros dioses.

El histórico himno de la izquierda, la Internacional, afirma que “ni en dioses, reyes ni en tribunos está el supremo salvador”, entendiendo por tribuno a un “orador político que mueve a la multitud con elocuencia fogosa y apasionada” (Diccionario RAE). O sea, un piquito de oro, un encantador de serpientes o, simplemente, un charlatán. O, siendo más benigno, un político con poder de persuasión.

Las acampadas del 15-M, curiosamente, recuperaron la “vieja” conciencia que, durante décadas, los trabajadores y los pueblos, en general, tuvieron presente en sus luchas y organización. Todavía resuenan en nuestros oídos los debates, en aquellas interminables asambleas, sobre si había que elegir o no representantes o, simplemente, dotarse de meros portavoces: ninguna de esas posibilidades prosperó, “nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor”. Ni líderes ni, mucho menos, líderes indiscutibles.

La fiebre quincemayista, en esto como en otras muchas cosas, exageraba, pero apuntaba claramente en una dirección: todo el “aparato político tradicional”, basado en estructuras jerárquicas y piramidales, NO NOS REPRESENTA. Y esa corriente, esa necesidad de cambio, parece haber contagiado a todos los partidos, muy a su pesar de algunos. El que más o el que menos afirma que desea el cambio y que está tomando medidas, lanzándose al cuello de todo aquél al que se le coge en un renuncio.

En las últimas semanas, se ha sentado en el centro del debate mediático la polémica sobre la confluencia de Podemos, IU y los demás. Salvo algunas nimiedades sobre las incongruencias de la Alcaldía de Madrid, los ataques directos a Podemos han bajado en intensidad. Los medios “más abiertos”, generalmente proclives a favorecer al PSOE, tratan de encender el debate entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón, dejando al descubierto las incoherencias y malos modos del primero, y la debilidad del segundo. La estrategia comunicativa es clara: desprestigiar a estos dos líderes y sus partidos, desanimar a quienes suspiran por el cambio, para conseguir que “vuelvan a casa” los votos socialistas perdidos y que todo siga igual.

En parte, es cierto que Iglesias y Garzón están dando pie a que se les critique. Iglesias porque actúa como un líder personalista e indiscutible, muy lejos de la filosofía del 15-M que dice haber asumido, y Garzón porque olvida que, durante meses, IU ha puesto siempre, como condición para la confluencia, que sus siglas deberían aparecer. El partido por encima de todo.

Ambos cambios de posición tienen su explicación tras los resultados electorales del 24-M. Podemos aparece muy lejos de poder llegar a gobernar, de “ganar” las elecciones generales, e IU porque ha visto las orejas al lobo de la desaparición. Podemos está cerrando filas para consolidarse como organización, para ganar en el futuro, pero no ahora, ejerciendo un control “democrático y férreo (¿?)” sobre sus candidatos; e IU porque, a falta de consenso interno, para el sector en que se apoya Garzón incluirse en alguna de las plataformas abiertas que se puedan crear es su única salvación.

¿Deberían Podemos e IU llegar a acuerdos antes de las elecciones? Por supuesto. Una mayoría de gente lo desea. Pero esa no es la pregunta. ¿Llegar a acuerdos sobre qué? ¿Sobre siglas y reparto de poder? No, sino sobre una forma distinta de hacer política, dicen ambos. De acuerdo. Pero ¿cómo entienden esa nueva forma de hacer política? Para Podemos se trata de alcanzar la unidad con la mayoría de la sociedad, no con los partidos que, al margen de los votos que obtengan, como organizaciones agrupan a una parte minúscula de la población, un millón, entre todos, menor aún si se trata de la izquierda minoritaria o emergente. IU, que se sepa, no llega a plantearse como imperiosa la necesidad de unirse con la gente, aunque se le pueda dar por supuesta.

¿Qué está haciendo Podemos para ser, efectivamente, una “herramienta al servicio de la gente”? ¿Cerrar filas en torno a su líder indiscutible? ¿Tienen las voces críticas surgidas en su interior alguna posibilidad de ser tenidas en cuenta? ¿Hay “vida ciudadana” más allá de internet? Como he dicho en repetidas ocasiones, creo que la izquierda consecuente debe hacer autocrítica y buscar fórmulas para recuperar el apoyo de la gente. Pero eso no se improvisa, después de tantos años de autismo, de creerse poseedores de la verdad absoluta, de tratar a la gente como ignorantes borregos seguidores de la televisión. Y va a llevar tiempo, incluso si nos esforzamos seriamente en conseguirlo. Entiendo la estrategia de Podemos de fiarlo todo a las próximas elecciones generales. Tienen, además, la disculpa de que ellos no marcan el calendario electoral y que la ocasión hay que aprovecharla. De acuerdo. Pero eso no está reñido con potenciar las asambleas de base, los círculos. Antes, al contrario, el éxito de su estrategia electoral pasará, siempre, por contar con unos círculos fuertes, protagonistas, decisorios. Si no, pasar del 15% va a ser difícil. Y ganar, ni por asomo. El último aviso serio de lo que puede pasar en el futuro inmediato es la abstención en sus recientes primarias. Es significativo que Pablo Iglesias, en su empeño por controlar el futuro grupo parlamentario, sólo incluya en “su” lista 65 nombres (el 18%), renunciando a luchar por los 285 restantes.

El reto que debe plantear Iglesias a Garzón (porque Podemos, en contra de lo que está pasando, debería llevar la iniciativa) es si, de verdad, está dispuesto a trasladar a la gente el poder de decidir sobre candidaturas, programa y funcionamiento futuro. Y buscar conjuntamente, colectivamente, cómo hacerlo. No como dioses ni tribunos. ¿Eso implica la necesaria desaparición de los partidos que pongan en marcha el movimiento? No. Antes al contrario, deberán ser los garantes de que dicho movimiento sea escrupulosamente democrático en su creación y desenvolvimiento posterior. Que el movimiento pase a ser el auténtico protagonista.

Aún hay tiempo, pero queda poco. Y el PSOE frotándose las manos. Y, por supuesto, el PP. Y una gran mayoría aferrándose a la incierta ilusión que la situación ha despertado. ¡Claro que podemos! Pero, en plural, y con pe minúscula.

DE CASTA Y CASPA: "CASTUCAS"

Pasaron las elecciones y las investiduras. Cada cual ha tomado las decisiones que ha creído oportunas o conformes a su manera de entender la política, a su ideología, o a los compromisos adquiridos. Y ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos. Nos están gobernando. Y, por los hechos les podremos juzgar.

Manifiesto ser votante de ACPT, pero, esta vez, he votado en blanco, lo confieso. No he sido capaz de elegir. Y es que también comulgo, desde hace mucho tiempo, desde mucho antes de que Podemos naciese, con los principios sobre los que se presentó esta formación: “Hay que buscar la unidad con la mayoría de la gente”, “no a las sopas de siglas”, “hay que dar el poder al Pueblo”, “hay que dejarle participar, más allá del voto cada cuatro años, más allá de escucharlo cuando llegan las elecciones”, “hay que darle la oportunidad de decidir”... Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Y parece claro que no debe ser fácil dar ese paso.

Además, he votado en blanco porque ni ACPT, ni Podemos (Torrelavega Puede) responden hoy a la idea que me había hecho de ambas formaciones. Posiblemente, la culpa o el error sean míos. Lo siento.

Lo de la investidura es otra cuestión. Ya dí mi opinión. Y quiero dejar claro que no comparo a ACPT con el PSOE. Ni mucho menos. Respeto sus decisiones, aunque algunas no las comparta. Pero la negociación habida ha crispado a más de uno, hasta el punto de llegar a oír que “ACPT ha apoyado al GAL”. Y tampoco es eso. Pero resulta chocante que ACPT tenga conversaciones con quien le obligaba a dar sus ruedas de prensa en la calle; con quien durante años, ha estado mareando la perdiz en temas como las mercancías peligrosas o el transformador de Lasaga Larreta, entre otras cuestiones; o con quien se ha apresurado a decir que el centro de emprendedores es irrenunciable. Y, todo ello, sin olvidar otras decisiones históricas del PSOE como el tema de la cantera de Solvay en el Dobra, por ejemplo, y otras de menor alcance, pero importantes, como lo de la Carmencita del PRC. Sentarse a hablar, intercambiarse propuestas, llegar a acuerdos, sólo se hace cuando se confía en la palabra del interlocutor. O cuando no se tiene más remedio que pactar para sobrevivir. Los sindicalistas sabemos algo de esto. Si el PSOE necesitaba apoyos para recuperar la alcaldía era su problema. ACPT, a partir de ahora, está obligada comprobar si sus interlocutores cumplen con la palabra dada y a denunciar sus incumplimientos.

Quería cerrar este debate y dejar claras estas cuestiones antes de pasar al fondo de este artículo, y que se refiere a mi crítica a la política tradicional de las izquierdas, de la izquierda en general, sin aludir a nadie en particular, porque de algunos de los rasgos que denuncio, en mayor o menor grado, suelen participar todas. Lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo, y los hechos, en mi opinión, están avalando mis críticas.

En estos momentos, nadie está obteniendo la mayoría suficiente para el cambio, el bipartidismo está tocado pero no hundido, la gente no ha cambiado masivamente su voto, a pesar de su deseo de cambio, y sigue habiendo opciones minoritarias que no acaban de despegar. Esto nos obliga a seguir reflexionando, a preguntarnos por qué esto ocurre, a “tener la radio encendida”, a escuchar, a reivindicar, al mismo tiempo, el derecho a expresar lo que uno siente, aun a riesgo de ser tildado de las cosas más contradictorias. Las críticas, aún las constructivas, duelen pero no por eso hay que insultar a quienes las hacen.

De las políticas de derechas (que no se encuentran sólo en el PP) no voy a opinar mucho. Sólo decir que siempre mienten porque nunca pueden cumplir lo que prometen al Pueblo, ya que aquellos a quienes sirven y representan, son insaciables y su beneficio lo obtienen de explotar a los demás. No se puede servir a dos señores al mismo tiempo.

Por el contrario, me interesa hablar de la izquierda que es la única fuerza que puede transformar la sociedad.

La noche del referendum griego, una histórica dirigente del PSOE decía que era igual de democrático el referendum griego que cambiar el artículo 135 de la Constitución mediante un pacto nocturno PSOE-PP, que luego llevarían al Congreso para cumplir el ritual. Es poner las formas por encima del contenido. Israel puede, democráticamente, masacrar el pueblo palestino y Aznar apoyar la guerra de Irak siempre que lo haga guardando las normas de la democracia. Han caído en la trampa de la democracia formal burguesa que tanto sirve a los intereses del capital. Y, en lo de Grecia, Pedro Sánchez sólo sabe repetir que hay que cumplir las normas, igual que Rajoy.

Mucho ha circulado el término “casta”, de un tiempo a esta parte, hasta convertirlo en el blanco de los comentarios más diversos. Pero nadie ha precisado cuál es el significado concreto que quiere dar a esta palabreja. ¿Por qué hablar de casta y no de clase? En general, el término casta hace referencia a un tipo de sociedad en la que los distintos grupos sociales permanecen separados, de hecho y de derecho, y en la que unas castas dominan sobre las demás. En la India, por ejemplo, refiere a grupo social de una unidad étnica mayor, que se diferencia por su rango, que impone los matrimonios dentro de la casta, y donde la pertenencia a ella es un derecho de nacimiento. En otras sociedades, casta es un grupo formado por una clase especial que tiende a permanecer separada de las demás por su raza, religión o status social. En nuestra sociedad, las castas, como algo blindado, cerrado e inaccesible, nos dicen que no existen. De hecho, siempre nos dijeron que, mediante el esfuerzo, todos los ciudadanos y ciudadanas podemos “ascender” de clase social. Y nos lo hemos creído.


Ahora bien, si las clases sociales no son un coto cerrado, ¿tienen límites? ¿se mezclan? ¿se solapan? ¿dónde termina una y comienza la otra? Quienes han denunciado la existencia de una casta contra la que hay que ir, no han dicho, con precisión, quiénes forman parte de esa casta. ¿Qué les caracteriza? ¿qué les hace diferentes? Y, sobre todo, ¿qué les hace tan odiosos? Y tampoco dicen si hay más de una casta. Entiendo que su ambigüedad es sólo una táctica para sumar una gran mayoría pero produce confusión.
Con motivo de la pasada Huelga General fallida en Torrelavega, en el Sindicato Unitario nos preguntábamos cómo era posible llegar a acuerdos con comerciantes y pequeños empresarios si nuestra experiencia nos demostraba que eran éstos quienes más se estaban aprovechando de la Reforma Laboral en contra de sus trabajadores. ¿Pertenecen estos empresarios a “la casta”? El intento de excluirlos de la casta y englobarlos en “esa mayoría necesaria para lograr el cambio” claramente ha fracasado. La historia demuestra que el pequeño empresario, cuando se siente angustiado, prefiere echarse en brazos de quien le está estrujando, el gran empresario, antes que apoyarse en los trabajadores. Recordemos la Alemania de 1931. Quienes han intentado sumarlos a esa gran mayoría está claro que no han conseguido “engatusarlos”.
Lo de sustituir “derecha e izquierda” por “arriba y abajo” tampoco ha dado resultado. Y es que es muy relativo. La gente lo tiene claro. Unos encima de mí, otros debajo. Cada uno mira arriba y abajo desde donde está y se convierte así en la línea que separa ambos tramos. Y hay muchos “cadaunos”. La distinción es relativa y, por lo tanto, ambigua. La distinción entre asalariados y no asalariados es más objetiva.
Sí creo que hay más de una casta. Quizá sean pequeñas castas, pero castas, en definitiva. “Castucas” diríamos en Cantabria.
Y no sólo en lo social, las hay también en política, en general, y en la izquierda, en particular.
Hay un sector de la izquierda que siempre ha preferido “mantener intactos sus principios ideológicos” antes que mojarse, buscando soluciones inmediatas (aunque, es cierto, no definitivas) para aquellos a quienes pretende representar. Obsesionados con mantener sus ideas puras, al final se quedan con “puras ideas” que, ellas solas, no sirven para cambiar la realidad. Confunden el cambio de chaqueta con el recorte de mangas cuando llega el verano para soportar el calor. Ignoran lo que pasa a su alrededor, el cambio de las estaciones, que después del Otoño suele venir el Invierno, no les importa, encerrados en su búnker ideológico, se conforman con mantener sus ideas impolutas, sin mancharlas, sin contrastarlas con la realidad, esperando un momento que nunca llegará, y con la pretensión de que, si llega, serán ellos quienes se pongan al frente para indicarnos a los demás el camino. Son una casta o, más bien, una “castuca”. Desde su pedestal, critican a los demás, los llaman traidores, incluso les atacan. Pertenecen a la santa iglesia ortodoxa del socialismo y el comunismo.
Los últimos acontecimientos de Grecia ofrecen un ejemplo claro de lo que estoy diciendo. No ha habido, en toda la historia de la Unión Europea un empoderamiento del pueblo como el que se ha producido en Grecia. A todos nos ha sorprendido el NO del referendum. No han hecho la revolución, por supuesto, y seguro que van a seguir sufriendo mucho. Pero se han atrevido, siendo un pueblo tan pequeño, con el gigante Goliat europeo. ¡Cuántos hubiésemos querido que Zapatero y Rajoy, al menos, lo hubiesen intentado! Y, al lado de ese pueblo o, mejor, frente a ese pueblo, ¡¡el Partido Comunista Griego proponiendo el voto nulo!! Si han analizado lo que estaba pasando (lo cual dudo), se han equivocado, como esas encuestas que se hacen desde los despachos, sin pisar la calle. Y si sospechaban lo que iba a pasar, peor aún. Sin duda, el tiempo les pasará factura.
Y, por supuesto, esa izquierda no se libra de luchas internas, de manipulaciones, de sectarismos, de purgas, de disputas por el poco poder a que tienen acceso. Fomentan que sus seguidores insulten, descalifiquen al contrario, sin darles razones para ello. Dentro de esa “castuca”, a su vez, hay castas más pequeñas que se reproducen continuamente y se suceden a sí mismas. Es una política casposa, vieja, muy usada, siempre ajena a lo que siente la gente, que les hace a ellos ser eternamente minoritarios, y que sólo le rinde beneficios a la derecha, como históricamente se viene demostrando. Al parecer, a algunos les cuesta mucho abandonar esa política casposa, aunque nos estén machacando, todos los días, diciendo que están haciendo lo contrario. El papel lo aguanta todo. Y los discursos también.

APRENDER TOCA, DON CÁNDIDO

Tres meses sin opinar, cuando están pasando tantas cosas, es demasiado para quien no puede evitar sentirse concernido, cuando lo que está en juego es la política o, lo que es lo mismo, las decisiones que, durante cuatro años, van a condicionar nuestras vidas, las de nuestros vecinos y conciudadanos .

En este tiempo hemos podido asistir al espectáculo de la multitud de listas electorales que concurrían a las elecciones y las distintas valoraciones de los resultados. Como siempre, todos han ganado.

Para el PP, sus resultados son históricos. El PSOE se consuela con no haber perdido tanto y acaricia recuperar la Alcaldía. El PRC satisfecho pues se le presenta una nueva oportunidad de gobernar. Blanca Rosa porque se ha sacado la espina de su expulsión del partido. ACPT porque ha duplicado su representación. Torrelavega Puede porque, desde la nada, ha conseguido entrar. IU porque ha conseguido más votos. Y EQUO porque para ser su primera experiencia a nivel local, no está mal.

Me interesa detenerme en los cuatro últimos, los que fueron llamados, en Octubre pasado, a intentar la confluencia.

La victoria de ACPT es pírrica pues, aunque ha conseguido doblar la representación, en realidad sólo ha crecido en un 14%, cargando, a cambio, con la responsabilidad de ser quien frustró la posibilidad de alcanzar un acuerdo para la construcción de una amplia Asamblea Popular. A la larga, le pasará factura. IU iba a ganar, de todas las maneras, pero no se implicó a fondo y no sabemos si se arrepiente de ello. De Torrelavega Puede apenas hemos sabido, salvo que ha obtenido un concejal. Ni Agrupación Electoral, ni primarias, ni programa participativo, ni campaña publicitaria. Una caricatura de Podemos, la marca gracias a la cual ha obtenido los votos.

Sumar para multiplicar. Hoy, mucha gente coincide en que, de haberse logrado la confluencia, podíamos estar hablando de cinco, seis y hasta siete concejales, con lo que eso significa. Quizás alguien debería hacernos comprender lo que significaría dar un salto así. Hoy no estaríamos pendientes de si PSOE-PRC te dan plantón o si aceptan alguna de las propuestas que ACPT les hace.

Y quiero centrarme en esto último.

Por mucho que se diga que sólo se está negociando la investidura, el hecho de entrar al intercambio de propuestas significa, a todas luces, y así lo entenderán los ciudadanos, que se confía en los interlocutores. ACPT siempre ha responsabilizado a PSOE y PRC de la grave situación en que se encuentra Torrelavega. Cualquier tipo de acuerdo va a condicionar las futuras relaciones políticas con estos dos partidos. Si han confiado en un momento, ¿por qué no van a confiar en otros? ¿Qué garantías hay de que los interlocutores cumplan lo acordado? ¿La moción de censura? ¿Con quién, con Ildefonso y los “fascistas” que acompañan a Blanca Rosa?

PSOE y PRC le han hecho sentirse a ACPT imprescindible y ésta ha caído en la trampa. ¿Por qué han aparentado que la preferían antes que a Blanca Rosa? El abrazo del oso. Siempre sacarían provecho de haber sido capaces de pactar con los “extremistas asamblearios” y, en alguna medida, los tendrían “amarrados” porque estos se sentirían condicionados por “la cordialidad” con que habían sido tratados. El rechazo inicial a Blanca Rosa era postureo, una concesión a la todavía Secretaria Local, Lydia. Pero, conseguir, nuevamente la Alcaldía, para un partido que sólo sabe hacer política desde el poder, es algo a lo que se pueden sacrificar las más hondas dignidades personales.

ACPT ha medido mal, ha reivindicado más de lo que planteaba en su propio programa electoral. Y todo por un simple voto de investidura. Es comprensible que no quiera que vuelva a gobernar el PP porque muchos de sus votantes no lo entenderían. Pero debería haber ofrecido su voto a Cruz Viadero sin pedir nada a cambio. Así permanecerían más libres ante el Gobierno y ante el electorado. Que el PSOE le ofrece algo? Puede aceptarlo o no, pero no sería lo importante.

Siempre me gustó el circo, pero no en política. Y lo de la “negociación ante el público” era un circo. Hasta el anuncio, “el mayor espectáculo nunca visto” sonaba a caravana publicitaria circense. No garantizaba la transparencia, porque nadie sabría si había o no otros acuerdos secretos y, por el contrario, ocultaba la falta de coherencia que supone negociar con quien consideras responsable de todos los males. ¿No sabían con quién estaban tratando? En política vale más pecar de desconfiado que de cándido. La lucha de clases existe. ¿ACPT lo ha olvidado?

Por último, me sorprende el silencio del PCPE, ese partido que inmediatamente salió descalificando el intento de confluencia porque lo consideraba “un falso atajo” y ahora no dice nada sobre esta incoherencia de ACPT. ¿El silencio otorga? ¿Ha perdido peso en la Asamblea?

El mundo no se ha acabado y tendremos que aprender de lo vivido.