Por
José María Gruber.-
Es
frecuente contraponer unos aspectos a otros para precisar lo que uno
dice: “pobre, pero honrado”, “fea pero simpática”, “serio
pero realista”, “libre pero responsable”... son ejemplos muy
socorridos. Podía haber dicho “libre
pero
serio”, pero no, porque parecería que no considero serio el
debate actual y, sobre todo, porque considero que, para que un debate
sea verdaderamente libre ha de ser serio. Y, para mí, la seriedad
empieza por comprometerse personalmente con lo que uno dice, aún a
riesgo de estar equivocado, y hacerlo dando la cara. Por eso
acostumbro firmar mis opiniones con nombre y apellidos, entre otras
cosas, porque espero poder, en algún momento, profundizar en el
debate, cara a cara, con mi oponente. Me resulta inútil discutir con
personas escondidas bajo seudónimos.
Vaya
toda esta introducción para referirme a algunos comentarios
negativos, surgidos entorno a mi artículo, publicado bajo el título
“PODER, PODAR, ...PODEMOS”, que animan poco a quien quiere abrir
un debate sereno y constructivo, como es mi caso, sobre algo que nos
importa a todos.
“Se
me acusa” de construir premisas para desarrollar mis argumentos o
de “partir de un análisis completamente erróneo”, sin demostrar
que mis premisas son inventadas y que mi análisis es equivocado. Y
eso es muy grave. Igualmente, sin justificación alguna, se podría
decir, de la iniciativa “PODEMOS”, que parte de premisas
exageradas, que justifican la prisa por participar electoralmente y,
por lo mismo, utilizar el carácter mediático de una persona para
que encabece la lista, porque es el camino más corto. No van por ahí
mis críticas, no acostumbro a descalificar en bloque una opinión o
iniciativa. “PODEMOS” me merece respeto, máxime cuando se
presenta como algo que está en construcción y habrá que esperar a
ver en qué desemboca efectivamente.
Y
me centro en “PODEMOS”
porque
me parece una de las iniciativas más interesantes del momento.
Mis
premisas son que estamos en cuarto menguante y que dramatizar en
exceso puede provocar prisas que siempre son malas consejeras.
Que
estamos en cuarto menguante es algo indiscutible si hacemos una
valoración no superficial de la situación. En los quince últimos
años, el conjunto de los trabajadores y trabajadoras hemos perdido
más de diez puntos en el reparto de la renta nacional, y ello, en
beneficio, en la misma cuantía, de empresarios, banqueros, etc. Y,
en los siete últimos, el paro ha llegado al extremo en que se
encuentra actualmente. Ambas cosas influyen en todos los aspectos de
la vida de la mayoría de la población. Y no sólo en la vertiente
económica. Sino también en las relaciones entre las personas, en la
falta de perspectivas, sobre todo, para los jóvenes, pero también
para los parados maduros que difícilmente van a encontrar
oportunidades para rehacer su vida, en la falta del sosiego necesario
para pensar en buscar alternativas, en la falta de confianza en la
organización, en el debate y la reflexión colectiva, en la falta de
unión. “La soberanía popular tiene cada vez menos poder frente a
los grupos económicos y la tupida red de tecnócratas que los
representan”. ¿No es esto estar en cuarto menguante? ¿Cual es la
razón por la que la mayoría de la población, los millones de
directamente afectados (que son muchos), no responde masivamente, y
nos contentemos con mitificar luchas que, sí, han sido exitosas,
pero no han dejado de ser parciales, y su éxito no es una respuesta
proporcional al daño general que se nos está ocasionando.
Esta
crisis que es, fundamentalmente, de los banqueros, porque se les ha
ido de las manos, viene acompañada del convencimiento, por su parte,
de que no lo arriesgaban todo, porque no iban a encontrar una
respuesta contundente y generalizada, porque iban a poder cargar sus
consecuencias sobre la mayoría de la población. Y así ha sido.
Estamos indignados. Pero también nos ha encontrado esta crisis
desperdigados, desorganizados, desorientados. De ahí, entiendo, la
inquietud que representan “PODEMOS” y otras iniciativas.
Que
todavía queda margen para llegar a estar peor también parece
claro. Y estoy convencido de que, quienes mueven los hilos del poder,
lo tienen muy calculado. Que es urgente reorganizarnos es evidente.
Pero no de cualquier manera. Que sea urgente ponernos en marcha no
quiere decir que lo tengamos que hacer atropelladamente.
Por
eso, no veo lo de presentarse a estas elecciones europeas. Y no es
sólo que no lo vea conveniente, sino que creo que puede ser
perjudicial. Es una opinión, pero no es gratuita.
Lo
de “hacer nosotros política para que no la hagan otros por
nosotros” es parte de la palabrería que denuncio. Quienes así se
expresan saben muy bien que, en el mejor de los casos, la
representación que se pueda obtener en las instituciones (que, por
otra parte, descalificamos), además de ser una contradicción en sí
misma, va a ser simbólica. Imagino a “nuestro representante
electo” desgañitarse, toda una legislatura, ante un ejército,
bien organizado, de sordos, e impacientarse ante todo el entramado
burocrático que dichas instituciones tienen tejido. E,
independientemente del desgaste que para la persona pueda suponer,
va a perjudicar al movimiento, me temo, porque servirá para
acomodarnos, para desmovilizarnos, esperando sentados que, “quien
hemos enviado”, libre en solitario la pelea, porque sólo él está
legitimado para hacerlo. Así nos lo habrán hecho creer. Servirá,
para confirmar, en definitiva, en la conciencia de la gente, que ese
es el camino, que las soluciones han de venir a través de las
instituciones del sistema, que sólo se hace verdadera política
participando en ellas. Hemos
vivido directamente
experiencias en ese sentido. No veo, por otra parte, que este cambio
de concepción vaya a encajar en el espíritu del 15M, en el “no
nos representan”, que siempre entendí que no sólo se refería a
los políticos, sino también a las instituciones que representan.
Diferente
sería que nuestra representación, aunque simbólica, llegase
respaldada por un movimiento mínimamente consolidado, movilizado
entorno a unos objetivos claros. Pero, en mi opinión, no es el caso.
Empezamos la casa por el tejado. La popularidad mediática que
algunas personas puedan haber adquirido puede desaparecer en cuanto
esos medios, que no son nuestros amigos, se lo propongan. Y la
iniciativa “PODEMOS”, tan personalizada en su principal promotor,
puede ser víctima de su propia fuerza.
“Hacer
política de otra manera”, quizá, debería de haber empezado por
preguntar, a quien quisiera responder, si deberíamos participar o no
en estas europeas. Siempre me refiero a “estas” elecciones. El
debate sobre participar o no electoralmente no es para mí una
cuestión de principios, sino de oportunidad. Pero no, la decisión
ya venía tomada y lo único que se ha pedido, con las firmas, ha
sido el respaldo a esa decisión. Haber preguntado primero sería una
verdadera novedad y, quién sabe, quizás hubiera servido para
incorporar a la iniciativa al gran contingente de abstencionistas,
muy superior al número de firmas obtenido por “PODEMOS”, dando
un contenido político explícito a su abstención.
Se
está trabajando “participativamente” sobre una propuesta de
programa. ¿Quién hace esa propuesta? ¿Cabe una enmienda a la
totalidad? ¿Hay tiempo para ello? Poder hacer sólo alegaciones o
enmiendas parciales es el sistema habitual de los partidos y
sindicatos, “oficialmente democráticos”. No descalifico el
procedimiento, pero utilizarlo me parece poco novedoso.
Buscar
nuevas formas de hacer política, que den respuesta a muchas de las
cuestiones que nos acucian, no es en mí algo nuevo (ver, quien tenga
paciencia, por ejemplo, artículos publicados ya en 2006, en
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=38159
y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=35742
). Mis conclusiones son fruto de un largo camino de reflexión y
acumulación de experiencias: desde militar en un
"partido-marxista-leninista-pensamiento-Mao-Tse-Tung-que-representa-a-la-clase-obrera-y-defiende-los-intereses-de-todo-el-pueblo",
a participar intensamente en la Asamblea del 15M de mi localidad,
pasando por la participación activa en la creación de un sindicato
contrario al pacto social, en la fundación de asociaciones de
vecinos, en el heróico nacimiento del movimiento ecologista en
Cantabria... y, también, he participado en elecciones municipales,
en las que hemos obtenido representación. Todo lo cual, no me da
autoridad alguna, ni por ello, reivindico un respeto especial, pero
me sirve para dar fundamento a mis opiniones. No son mis experiencias
las únicas... pero son las mías, son variopintas, y pretendo
fundamentarlas teóricamente, en base a información exhaustiva y
contrastada, también sobre el desarrollo d "PODEMOS". Y,
por supuesto, estoy abierto al debate libre y serio.
Presionados
por el calendario electoral, veo que no hay lugar para proponer, por
positivo, un camino distinto a seguir, y auguro que habrá que seguir
debatiendolo, después, entre todos, cuando veamos los resultados del
elegido. Habrá que hacerlo, ¡cómo no! Pero, al estar la decisión
de participación electoral tomada y ser ésta el banderín de
enganche que se nos ofrece, como mínimo, habría que dejar claro,
desde ya, al menos, qué
es lo que NO queremos hacer.
De ahí lo de "podar primero". En ese sentido, creo
determinante dejar claro qué consideración nos merece Izquierda
Unida, de cara a la construcción de esa alterativa que necesitamos,
qué sentido tienen esas reuniones con IU, si no hay más diferencias
que las primarias abiertas o cerradas... Y, por lo mismo, aunque
tenga menos importancia, qué papel representa en "PODEMOS"
Izquierda Anticapitalista, hasta hace cuatro días suplicando un
acercamiento, cuando no un lugar dentro de las filas de Cayo Lara y
compañeros. En algún lugar he oido decir que, ante todo, hay que
buscar la unidad con la gran masa no politizada. Es algo que pienso
desde hace tiempo. La unidad entre siglas puede parecer el camino más
corto, pero no asegura que sea el más firme ni el más fácil de
transitar, máxime cuando algunas de esas siglas distan mucho de
buscar un cambio real en su malherida estrategia.
Soy
de los que creo que es necesario ilusionarnos. La conciencia se basa
en razones, pero se consolida con emociones. No me considero ni
optimista ni pesimista. Participo de la idea de que, "muchas
veces, el optimismo no es más que una manera de esconder la pereza
propia, la irresponsabilidad, la voluntad de no hacer nada. Es
también una forma de fatalismo. Se espera, sobre todo, de los
factores ajenos a la propia voluntad y laboriosidad, se los exalta, y
la persona parece arder en ellos con un sacro entusiasmo. Y el
entusiasmo no es más que una externa adoración de fetiches. La
reacción necesaria (el verdadero optimismo) debe partir de la
inteligencia. El único entusiasmo justificable es el acompañado por
una voluntad inteligente, una laboriosidad inteligente, una rica
capacidad de inventiva de iniciativas concretas que modifiquen la
realidad existente" (Gramsci. Cuadernos de la cárcel).
Espero
que, quien sienta la necesidad de rebatir mis opiniones. lo haga con
argumentos.
Por
último, decir, que he hablado demasiado de mi persona, y que no lo
volveré a hacer. Que hablaré de mis opiniones sin perder de vista
que son sólo eso, opiniones. Y que me interesa el debate a nivel de
Cantabria y a él me circunscribiré. Por muchas razones, no creo en
iniciativas que nos vengan del cielo, del centro, o de la capital del
Estado. Menos aún, de la Televisión.