Hace días puse sobre la
mesa una propuesta o, más bien, una sugerencia, que ha recibido
apoyos y también críticas, lo cual es natural en estos tiempos.
Asistimos a un debate
general, que viene desde la explosión del 15M, y que, una vez ha
tomado este movimiento forma política en Podemos, se concreta,
ahora, según parece, en la necesidad o no, para la izquierda, de que
converjan Podemos e IU, o de si el PSOE estaría dispuesto a pactar
con Podemos, después de las elecciones, o si Podemos, en pleno
proceso de autodefinición, debe seguir fielmente “su filosofía”
o dejarse querer, aceptando proposiciones “deshonestas” que le
puedan venir desde fuera. Como si no hubiera otras alternativas. Se
podrían concretar más todas estas variantes, pero no es este el
momento ni el lugar para hacerlo. Lo que sí es cierto es que el
debate está influyendo en todos, de tal manera que, hasta en el PP,
surgen voces que se apuntan al banquete de las elecciones primarias
abiertas o cosas por el estilo, cuando parecía que este partido, con
la prepotencia de su mayoría absoluta, se iba a mantener al margen
de la discusión. Está claro que la proximidad de las elecciones
hace dudar hasta al más pintado.
Ahora bien, que duden los
que tienen mucho que perder es comprensible. Pero no tanto en quienes
tienen tanto que ganar. Y, en esta ocasión, parece que es mucho.
Existe una gran
mayoría descontenta con la forma en que, hasta ahora, se han
gestionado sus problemas, y que alberga la esperanza de que las cosas
cambien. Y también un grupo, cada vez más numeroso, de gente que
está reclamando poder participar en la solución de los mismos, o
sea que quiere participar en política. El reto que tenemos
delante es poner de acuerdo a los que quieren participar con los que
quieren que las cosas cambien. Y que hay que hacerlo sobre bases
nuevas parece evidente.
Dejar de lado, en
Torrelavega, los enfrentamientos entre Marcano y Blanca Rosa, entre
ésta y Toca, entre éste y Aguirre, entre éste y Lidia, entre Lidia
y Blanca, y la previsible lucha electoral que se avecina entre
aspirantes en el PSOE; dejar de lado el desacuerdo entre Ildefonso y
Peón, o los que no han salido a la luz en el PRC (pero que existen)
no parece fácil, porque esos enfrentamientos han obligado a muchos y
muchas a tomar partido, y cuesta volverse atrás. Y hay mucho
desencantado entre los militantes de esos partidos. Y es hasta
comprensible, siendo estos partidos los que han tenido el poder en
sus manos, se han beneficiado de ello, y son los responsables del
descontento existente. Pero, en definitiva, son cuidados del milano.
Que sus problemas se los ventilen ellos. A nosotros no nos deberá
afectar.
Lo que es menos
comprensible es que, quienes no han tenido ese poder, se resistan o
permanezcan dubitativos a la hora de buscar nuevas formas de hacer
política que sirvan para dar expresión a ese descontento general
que existe. Porque las formas tradicionales las rechaza ya mucha
gente.
Puede que sea cierto que
lo nuevo, por ser nuevo, no sirva del todo para lograr ese cambio. Es
posible, incluso que, quienes buscan ese cambio se equivoquen. Es
probable que ese cambio no se logre de una sola vez. Y, seguro que
hay cosas “viejas” que deberemos seguir usando. Pero será sobre
otras bases. Lo que mucha gente rechaza es que, una vez más, se le
pida la adhesión incondicional a algo en lo que no ha participado.
Los pactos entre
organizaciones se convierten siempre en un trapicheo de puestos,
negociados en despachos. Las coordinadoras o plataformas desembocan
siempre en sopas de siglas que aparentan más fuerza de la que
realmente tienen. Reservarse para posibles pactos postelectorales es
mantener la esperanza de que unos resultados favorables permitirán,
a cada parte, imponer sus condiciones. Y eso, sin mencionar las
luchas internas por aparecer más arriba en las listas del propio
partido. Esas formas de buscar la unión y la fuerza están ya muy
desgastadas. Contra esas formas, por tanto, hay que pelear.
Por tanto, avanzar, hoy,
pasa, en primer lugar, por conseguir que participe, en la definición
de lo que queremos construir, toda esa gente que está reclamando que
la dejen participar y que no está en las organizaciones. Y que
participen desde el principio. Y también, por qué no, esa otra
gente que viene demostrando su generosidad con un trabajo serio y
desinteresado, en su propia organización, pero que hoy está
desencantada. Para eso es importante que las organizaciones apoyen y
llamen a sus afiliados a que participen.
Pero, sobre todo,
pasa por preguntar, antes de nada, a
la mayoría de los descontentos, si quiere que intentemos
algo nuevo. Porque, de no ser así, si no despertamos grandes
expectativas, el avance que consigamos será poco significativo.
Entiendo que,
electoralmente, esto debiera traducirse en una lista única. Una
lista compuesta por personas, independientemente de que pertenezcan o
no a organizaciones. Una lista que nazca con el aval de mucha gente.
Una lista elaborada por elección popular. Los métodos para
conseguir esto estarían por definir. Las tan manoseadas primarias
exigen alguna concreción. De cualquier manera, existen, al día de
hoy, bastantes iniciativas, de cuya experiencia podremos aprender.
Hay mucho de lo que hablar.
Y, por supuesto, el
programa. Un movimiento así se distinguirá por lo que reivindique,
por lo que se moje en escuchar las demandas de la gran mayoría que
son los asalariados, los parados, los jubilados, las mujeres, los
jóvenes, los dependientes. Y porque ofrezca cauces para que
esa mayoría se exprese, organice y luche por lo que es justo, de tal
manera que sean las propias personas afectadas las artífices de la
solución de sus problemas.
Decía en mi inicial
propuesta que unas cuantas organizaciones deberían sentirse
concernidas por la misma. Es un decir. Ante todo, respeto todos los
planteamientos. Entiendo que, en estos momentos, mucha gente está
pendiente de lo que esas organizaciones digan y hagan. Y espera que
sean coherentes. Lo que sí debería quedar claro, entiendo yo, es
que, las organizaciones que apoyen un movimiento así, lo harían a
través de la participación de sus miembros, a nivel personal. Cada
persona un voto. No caben aquí los votos ponderados, en base a la
supuesta o aparente fuerza que cada organización ostente y quiera
hacer valer.
Con todo, son opiniones
personales que defenderé si nos sentamos a debatir sobre el terreno.
Reitero que mi decisión es no ser candidato y menos aún liderar el
movimiento. Sólo doy el primer paso para que el movimiento se ponga
en marcha y aporto ideas. Y aportaré trabajo desde la segunda fila.
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