viernes, 29 de agosto de 2014

NO NOS DISTRAIGAMOS

Como todos los veranos, una cortina de humo, en forma de falso debate político, trata de distraernos de lo que verdaderamente nos preocupa a la mayoría de la población. En esta ocasión, es el debate sobre la intención del PP de cambiar la Ley Electoral.

El debate es falso porque no se trata de hacer más democrático el actual sistema electoral, sino de una descarada lucha por el poder.

El PP porque sólo trata de blindarse para no perder el gobierno de algunos ayuntamientos importantes. El PSOE e IU porque esperan recuperarlo en algunos que perdieron, o porque aspiran a alcanzar otros nuevos, mediante pactos de gobierno, después de las votaciones. De ahí la ambigüedad real que manifiesta el PSOE que, bajo la apariencia de una rotunda oposición actual, sólo pretende aprovechar el previsible declive del PP, en unas próximas elecciones, para, después, sí, entrar en negociaciones. No olvidemos que ya el PSOE había planteado una reforma parecida, hace unos años, y que su principal argumento ahora es que “no es este el momento”. ¿Lo será después?

PP y PSOE, en realidad, luchan por el mismo objetivo: salvar su dominio, hasta ahora mayoritario, sobre las instituciones políticas de este país. IU y UpyD porque aspiran a ser la llave para formar coaliciones de gobierno. Y los nacionalistas porque sólo quieren que “les dejen como están”, que no les toquen su actual status, allí donde gobiernan.

Mientras tanto, enzarzados en ese falso debate, nadie denuncia lo que realmente nos afecta a los trabajadores, nadie pone en solfa la propaganda del PP sobre lo “bien que va la economía”, la macroeconomía, la gran economía o, lo que es lo mismo, la economía de los grandes, cuando la economía de los pequeños, la economía del día a día de la mayoría de la población sigue deteriorándose. Se nos venden, como grandes logros, los avances de décimas o centésimas en el crecimiento, sin descubrir que esas décimas se traducen en decenas de miles de millones que, cada año , pierden los trabajadores, y que pasan a los bolsillos del capital. Así crece su economía. Partidos y sindicatos debaten, todos los meses, sobre los datos del paro, que si son positivos, que si son estacionales, que si son empleos de baja calidad, cuando lo que es indiscutible es que el conjunto de los trabajadores y trabajadoras, año tras año, perdemos parte de la tarta de la riqueza que producimos, en beneficio de quienes nos explotan. Y esto, que es el fondo de la cuestión, pasa desapercibido.

Es cierto que con unas elecciones sólo se puede ganar el gobierno y no el poder. Para tener el poder real, el poder económico y también político, y cambiar, de verdad, las cosas, hace falta que una mayoría de la población se organice para conseguirlo y no se contente con ir a votar cada cuatro años. Pero obtener representación política y legal, mediante las elecciones, puede contribuir a que esa mayoría tome conciencia, participe y se organice.

Por eso, pase lo que pase con ese falso debate electoral, los trabajadores y trabajadoras, las organizaciones y colectivos, los movimientos sociales y los ciudadanos en general no pueden, no podemos dormirnos en los laureles, esperando a que acabe el debate, y ponernos luego a trabajar. Desde ahora, quienes luchamos por cambiar a fondo las cosas, debemos ponernos en marcha para conseguir formar un frente, lo más amplio posible, empezando por cada ayuntamiento, conscientes de que no vamos a cambiarlas de golpe, pero convencidos de que podemos lograr que la gente despierte del letargo, sea consciente de cuál es su realidad, y se ponga en marcha.



lunes, 4 de agosto de 2014

DOGMATISMO DE ANTIDOGMÁTICOS

Hace unos días, participé en una interesante mesa redonda, sobre la soberanía, en varias de sus vertientes, y me quedó un mal sabor de boca.

Fui invitado como alguien que tiene cierta experiencia en lo laboral y, en la mesa, me sentaba junto a otras personas del campo municipalista, del de la juventud, del agricola-ganadero y del político. En concreto, y de este ultimo, un ferviente defensor de Podemos. Fue, precisamente, una controversia mantenida, por mí, con esta persona, la que dejó ese mal sabor de boca.

Mi intervención trataba de dejar caro que quienes tienen el poder real no se presentan a las elecciones. Trataba de contestar al representante de Podemos que, en la línea habitual de los miembros de esa formación de ilusionar a la gente, argumentaba, más o menos, que, “a través de las elecciones se podía llegar a alcanzar el poder y, desde él, cambiar las cosas”. Mi argumento fue que, mediante las elecciones, se podrá, en todo caso, alcanzar el gobierno, pero eso no significa que el gobierno sea el poder real.

Controversias aparte, lo que me dejó ese mal sabor de boca es que, por imperativos de la propia estructura del acto, no pudimos matizar convenientemente las posturas, y mi forma de argumentar, quizá demasiado contundente, pudo dejar la impresión, entre los presentes, de que soy contrario o muy crítico con todo el proyecto de Podemos. Y no es esa mi posición.

Si declaro que, en el panorama político actual, sólo encuentro interés en todo lo que se refiere a esa formación política y, consecuentemente, lo sigo intensamente.

Mi interés viene dado, en primer lugar, porque, en muchos años, no se ha producido, en la política española, un fenómeno como el que ha supuesto la aparición de Podemos y, sobre todo, el hecho de que, dicha aparición, ha provocado la salida a la luz de un grupo muy numeroso de personas, que está harta de la situación actual y que, hasta ahora, se dejaba llevar por la desidia, la rutina o el desencanto. Y, en segundo lugar, porque, hace ya bastantes años, vengo defendiendo esa filosofía de poner por delante el interés de la gente, dejarla que hable y escuchar lo que dice, sin interpretar otros lo que ella tiene que pensar o decir, la necesidad de recuperar el contacto con la realidad de la calle, el dar más importancia a la unidad con la gente sencilla que a la unidad de siglas y organizaciones, etc. Hasta ahora mis opiniones, defendidas públicamente, han sido un clamor en el desierto porque, soy consciente, llevar consecuentemente esa filosofía a la práctica es difícil y, sobre todo lleva tiempo. Y estamos obsesionados con los resutados rápidos. Soy, por lo tanto, muy riguroso en la valoración de los pasos que está dando Podemos. Como he dicho, los sigo con atención. Y lamentaría profundamente que, una vez más, la mayoría de esa gente que está entusiasmada con el proyecto quedase, nuevamente, desencantada.

¿Por qué el título de este artículo?

Sencillamente, porque vengo observando, en alguna gente defensora o que forma parte de Podemos, cierto nerviosismo, cuando se les ponen peros a lo que están diciendo y haciendo, sin distinguir entre las críticas destructivas y las constructivas. Comprendo su entusiasmo, pero no pueden creerse que están por encima del bien y del mal. Y algunas respuestas, cuando alguien ha manifestado alguna reticencia, han sido despreciativas, descalificadoras o, simplemente, han tratado de ignorarlas.

Pienso que Podemos está construyéndose y que tendrá que ir poniendo en práctica lo que predica. Y esto no lo deberían olvidar los mismos que hoy lo defienden, a ojos ciegas, como si fuera algo acabado y contrastado por la experiencia. Yo doy tiempo al tiempo.

sábado, 2 de agosto de 2014

NO MÁS DESPILFARROS

Acabo de participar, en Torrelavega, en una concentración-cadena humana de protesta, que ha rodeado la parcela en la que se pretende construir un “Centro de Emprendedores”, ese tipo de iniciativas que se ha puesto de moda, en los últimos tiempos, y que, más bien, se reduce a iniciativas de algunos “políticos emprendedores”, que pretenden así justificar su sueldo y, también, llenar los bolsillos de algún amiguete constructor y, quién sabe si, incluso, los suyos propios, mediante el cobro, en negro, de la correspondiente comisión.

En Torrelavega, existe ya un Centro con ese fin y que, lamentablemente, sólo funciona al 50% de su capacidad. El nuevo que se pretende pasará, por tanto, sin duda, a engrosar la larga lista de despilfarros y obras faraónicas sin sentido que se esparcen por todo este país, tan castigado por la crisis. Sólo la obra proyectada supone un gasto de 5,5 millones de €, amén de otros gastos que rodean el expediente, y que pudieran suponer duplicar dicha cantidad. Oponerse, por tanto, a este derroche, parece obligado, en una ciudad con tantos parados.

La concentración ha sido calificada de éxito por los organizadores. Por supuesto que todos quienes nos manifestábamos estábamos convencidos de la justeza de nuestra protesta pero ¿toda la gente que pasaba por delante nuestro entendía lo que estábamos haciendo? ¿Nos preocupaba, al menos, que pudieran no entendernos?

Una manifestación es una forma de expresión. Y toda expresión comporta un contenido. Y nuestra manifestación, amén de otras consignas muy manidas, solamente dejaba claro que no queríamos el mencionado Centro. No ofrecíamos ninguna alternativa en que emplear esos dineros públicos, no reivindicábamos que se gastasen en algo más beneficioso para el conjunto de la población, a pesar de que la lista de reivindicaciones que podíamos presentar es, en estos momentos, interminable. Con nuestro rotundo, pero escueto, rechazo, no taparemos la boca a quienes se conforman con que, si se lleva a cabo el proyecto, “al menos, unos cuantos tendrán trabajo”, mientras se construye.

Habernos puesto de acuerdo, de antemano, sobre transmitir un mensaje más entendible para la mayoría de la gente hubiera completado el éxito de nuestra acción. Pero, posiblemente, no hubiera sido fácil, dada la tendencia, actualmente muy extendida, de que la organización está en contra de la libertad.


No perdamos de vista que nuestro objetivo es parar el proyecto, y que, para conseguirlo, necesitamos promover una verdadera marea en contra.