lunes, 28 de enero de 2019

TAXI ... Y DE LOS USUARIOS QUÉ?



Lejos de resolverse (en el momento en que esto escribo), el conflicto entre empresas de auto-taxi y las de vehículos de alquiler con conductor (VTC) y sus respectivos trabajadores y trabajadoras, en el mejor de los casos, se ha visto aplazado -entiendo- en Cataluña y el Área Metropolitana de Barcelona, estando pendiente de algún tipo de acuerdo en la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital que, hasta ahora no se ha producido.

Ante la opinión pública, el conflicto se está circunscribiendo a los problemas que, a los conductores de vehículos particulares, a los usuarios de transporte colectivo y a los ciudadanos en general que frecuentan dichos espacios públicos, vienen provocando   las movilizaciones de los trabajadores de auto-taxi, con sus acciones de corte de la circulación en vías públicas, barricadas, etc., Pero poco o nada serio y original se dice del origen del conflicto y, sobre todo (y esto es lo más llamativo), nada de los usuarios, tanto de los que utilizan el auto-taxi, como de quienes alquilan vehículos con conductor, como si el problema no fuese un problema de todos, nuestro problema, y solo nos importasen las molestias que producen dichas movilizaciones. No soy usuario habitual de ninguno de esos dos medios de transporte, pero nadie puede asegurar que alguna vez no tenga necesidad de utilizar cualquiera de ellos.

El conflicto está planteado en términos económicos y de empleo, sobre todo, quedando al margen (porque se da por supuesto) el carácter de servicio público o privado de ambas modalidades.
Sin embargo, al usuario -entiendo- lo que le interesa es precisamente ese carácter de servicio público. Y, en cuanto a ese carácter, el usuario puede que, de momento, no vea diferencias  (o sí, los precios del alquiler de VTC parecen más bajos), pero puede llegar, en el futuro, a verse perjudicado por esas diferencias.

El servicio de auto-taxi, contrariamente a lo que se dice, no es un monopolio de los taxistas, sino de los ayuntamientos. Esto hay que resaltarlo. Y esa diferenciación es muy importante. El Ayuntamiento concede las licencias, determina el carácter de las mismas, su intransferibilidad, establece el número de ellas que considera necesario, exige un nivel adecuado de calidad del servicio que incluye cumplimiento de horarios, dedicación exclusiva, condiciones del vehículo, etc. y, lo que puede que sea más importante para el usuario, fija las tarifas que el taxista debe y puede aplicar, y ejerce el control de la aplicación de las mismas, mediante la instalación y exhibición obligatorias del taxímetro correspondiente y otras medidas. La regulación del Sector, contenida en el Reglamento Nacional del Taxi es suficientemente concreta y detallada como para que el ayuntamiento de turno pueda ejercer un control efectivo sobre la actividad del Sector, tanto en lo que a la calidad del servicio se refiere, como al respeto de los derechos de sus trabajadores asalariados y de los usuarios. Lo cual no quiere decir que no se den situaciones de descontrol, dejación de responsabilidades por parte de los ayuntamientos y picaresca. Un aspecto llamativo de esa dejación es el llamado "mercado de licencias" y los desorbitados precios a que se cotizan las mismas ante la inoperancia de los ayuntamientos. Por otra parte, la relación entre empresas y trabajadores asalariados está regulada por el Convenio Nacional del Sector.

Por el contrario, las empresas de VTC son empresas privadas, regidas por el principio general de la libre empresa y el derecho de libre asociación. No existe un reglamento específico que regule el Sector. La relación empresario-trabajador, asalariado o autónomo, de momento, no está regulada con carácter nacional. Únicamente existen algunos convenios de ámbito local. Puede que, a día de hoy, las tarifas que vienen aplicando al usuario sean más bajas y la calidad del servicio sea mejor, pero no hay garantía alguna de que lo vayan a ser siempre. Y dependerá de las "leyes del mercado", de la competencia que se produzca entre las empresas y, sobre todo, de ellas con el Sector del Taxi. Por lo tanto, y de cara al usuario, es ésta la cuestión fundamental: ¿interesa potenciar el Sector del Auto-taxi y limitar la proliferación de licencias VTC, regulando, además, su funcionamiento o, más bien, liberalizar el sector de tal forma que el usuario se encuentre en la coyuntura de tener que "negociar", individualmente, cada viaje, en cada momento y con cada empresario o conductor?

Como siempre, los partidarios de la privatización de los servicios públicos y de la liberalización total de las relaciones apelarán a que la competencia será beneficiosa para conductores y usuarios. Pero ya sabemos lo que esa pretendida competencia viene significando en temas como, por ejemplo, el precio de la electricidad, los combustibles, etc. De hecho, la historia nos dice que, siempre que un sector presume de basarse en la libre competencia, acaba evolucionando hacia el monopolio de unos pocos. Y el Sector de los VTC empieza a ser una muestra de ello.

De momento, la conflictividad se reduciría si se cumpliesen los pactos o normas hasta ahora establecidos. Pero eso no ocurre. Y es, precisamente, por ello, por lo que el conflicto ha alcanzado las dimensiones actuales.

Y no es una cuestión de "modernizar" o no el Sector del Taxi para que pueda competir mejor (que lo podrá hacer de igual forma y, una parte lo está haciendo) sino de defender al usuario, individualmente indefenso. Apoyar la fórmula más eficaz para salvaguardar sus intereses. ¿Tendremos que crear, también, asociaciones de usuarios del taxi, como están haciendo los inquilinos de viviendas para defender sus intereses? Los intereses de los usuarios deben ponerse en el centro de las preocupaciones, las asociaciones de consumidores deben tener más protagonismo, y los sindicatos velar por los derechos de los trabajadores asalariados, derechos e intereses de usuarios y trabajadores que no tienen por qué ser opuestos ni contradictorios, si bien, la participación de los sindicatos puede que sea una cuestión delicada, dado el carácter mixto (de asalariados y autónomos) del movimiento. En todo caso, respetemos su soberanía.    

sábado, 26 de enero de 2019

¿GANA ERREJÓN O GANA PODEMOS?



¿O perdemos todos?

En ocasiones anteriores me he declarado votante de Podemos. Pensaba que la nueva formación había abierto una puerta a la esperanza para las aspiraciones de tanta gente maltratada por los distintos gobiernos y por el sistema político en general. Y, personalmente, he preferido quedarme ahí, en simple votante, para ver las cosas con más perspectiva, desde fuera, lejos del fragor de las tensiones internas y salvaguardando mi independencia. Nada de lo que está ocurriendo en Podemos parecía  posible que llegara a ocurrir en una formación que se nos presentó como portadora de un estilo y una forma nueva de hacer política, distinta de la de los partidos tradicionales. Salvo que la evolución de los acontecimientos desemboque en no se sabe qué situaciones, de ahora en adelante, y de cara a las próximas elecciones, reconozco estar perplejo. No sería la primera vez que me quedase en casa sin ir a votar.

Más allá de los sentimientos personales, necesito analizar la realidad y sacar conclusiones.

Cuando el conflicto catalán alcanzó los grados más altos de tensión y, a la vista de los distintos posicionamientos de los partidos políticos catalanes, escribí un artículo que no llegué a publicar, quizá por aquello de no considerarme con suficiente capacidad analítica y conocimiento de aquella realidad como para opinar con fundamento, políticamente hablando. El título era: "Gana Errejón, pierde Podemos". Consideraba entonces que el posicionamiento de Podemos con respecto al problema catalán era más propio de un Íñigo Errejón, por su marcado electoralismo, que de un Pablo Iglesias que nos había dicho que Podemos debía poner el acento en la calle como complemento necesario a su acción política institucional. Al menos eso, en un resumen quizás excesivamente simplista, me pareció que eran las distintas posiciones de errejonistas y pablistas en Vista Alegre II.

Que el posicionamiento en Cataluña era eminentemente (y/o exclusivamente) electoralista, desde mi punto de vista, era por lo siguiente: la postura de Podemos de cara al referéndum del 1 de Octubre era contradictoria y reflejaba una falta de sensibilidad respecto de lo que estaba ocurriendo. Se movió en la ambigüedad de defender el derecho a decidir de los catalanes y, al mismo tiempo, escudarse en que el referéndum había sido declarado ilegal para no apoyarlo. Desde mi punto de vista, Podemos debía haber apoyado el referéndum porque, amén de su contenido independentista, era una comprometida movilización popular en defensa de la democracia, de más democracia, en defensa del voto, en definitiva. Era una cuestión fundamental para clasificar, para distinguir a Podemos. No tenía por qué identificarse con las pretensiones del gobierno de la Generalitat. Podemos podía haber pedido el NO, pero debía haber animado, haber apoyado con su trabajo y con todo el poder movilizador demostrado en otras ocasiones, podía haber llamado a los ciudadano a votar. Tenía que haber dejado claro de qué lado estaba: de la gente o de los políticos. Podemos, en esa ocasión, desde la dirección pablista, curiosamente,  fue errejonista, "habló en Cataluña pensando en Madrid", renunció a la movilización, calculando su futura presencia institucional en el resto del Estado, lejos ya de aquél "asalto a los cielos" pretendido de sus primeros objetivos. Y Podemos, en mi opinión, "ganando el errejonismo" perdió en Cataluña. Y, desde entonces, poco a poco va perdiendo en el resto de España. El voto obtenido en Cataluña en las últimas elecciones generales no contradice esa valoración. El votante catalán, mayoritario en esa ocasión, pudo ver en Podemos la clave para que llegase, desde Madrid, una vía razonable de solución que el PP de Rajoy se estaba empeñando en taponar. Fue, en mi opinión, un éxito circunstancial.

Pasada esa oportunidad, a Podemos le resta demostrar que es un partido que cree sinceramente que también se hace política en la calle, en los talleres, en los barrios, en los centros culturales. Y, sobre todo, que esa política fuera de las instituciones y de los platós de televisión, que esa presión sobre los gobernantes, es imprescindible para lograr los objetivos, por medio de la acción institucional. Hasta ahora no lo ha demostrado, y es esa una de las razones por las que muchos, que nos ilusionamos, en su día, con Podemos, hoy nos sentimos frustrados.   

En mi reflexión-balance de lo ocurrido, llegué a la conclusión de que el debate de Vista Alegre II, alimentado y engordado por su proyección en los medios de comunicación, había sido un debate ficticio en cuanto a posicionamientos políticos y, sin embargo, real en cuanto a enfrentamiento personal en la lucha por el poder, dentro de la organización. Un verdadero fiasco.

Posiblemente, Errejón "nos engañó menos", fue más coherente, siempre defendió lo que pensaba (aunque a algunos no nos gustase), y lo hizo  aún a costa de costarle el cargo de número dos y portavoz del partido en el Congreso y ser relegado a escaños de más atrás en la tribuna. Por otra parte, los últimos numantinos esfuerzos de Iglesias por llegar a acuerdos con el PSOE, difieren bastante de las reticencias mostradas en este sentido, en tiempos pasados. Una cosa son los principios y otra las estrategias, es cierto, pero Iglesias no ha demostrado ser muy coherente en bastantes de sus decisiones.

La "oferta" de ser el candidato de Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid para suavizar su derrota, más allá de una componenda, pronto se desveló como un dardo envenenado: Errejón sería el candidato, pero el poder, el programa, la lista, la campaña, etc., todo lo demás, la decidiría la dirección madrileña. Era difícil imaginar que Íñigo aceptaría de buen grado tal planteamiento. Era un trágala demasiado grande.

Detrás de eso vino lo demás: el acuerdo "cerrado" por el que Podemos, en las municipales y autonómicas, se tenía que presentar con su sigla, como principio inexorable; el adelantamiento de las primarias, basándose en no se sabe qué urgencias; la confección de la lista-plancha oficial en la que se relegaba a los seguidores de Errejón a puestos traseros; el expediente a cinco de sus afines por no presentarse a las primarias; la exclusión de los "anticapitalistas"... ¿Alguien imagina que ante todas estas medidas, Errejón permaneciese callado? ¿Quién puede creer que la dirección de Pablo Iglesias fuera ignorante de los pasos que Íñigo estaba dando para "entenderse" con Carmena? ¿Por qué van ahora de víctimas, rasgándose las vestiduras, diciendo que Errejón les informó cuando ya se trataba de un hecho consumado? ¿No fue un hecho (desleal) y consumado, para Izquierda Unida, que algunos de sus miembros decidieran, en una reunión "clandestina" en casa de Monereo, salirse de IU y crear Podemos? ¿No dicen muchos que eso es la política? ¿Son más importantes las formas que el contenido? Es inimaginable pensar que antes, durante y después de que Carmena y Errejón llagaran a un acuerdo, no haya habido conocimiento de ello y debate dentro de Podemos. La respuesta, en caliente, de Pablo Iglesias, puede que le lleve a un callejón sin salida, y que si es un poco inteligente y, si de verdad piensa más en los intereses de los madrileños e, incluso, del propio partido, que en su orgullo personal, seguro que tendrá que reconsiderar.

En las valoraciones hechas por la organización, después de las sucesivas derrotas electorales, (hay que considerar así las sufridas en las generales de 2016, las catalanas y andaluzas) Podemos aprendió la lección de que transparencia y publicidad no necesariamente van unidas. Aparentemente, al menos, no trascendió que se tiraran los trastos a la cabeza el director de campaña (Errejón) y el defensor de la coalición con IU (Iglesias). Y lejos de buscar las causas en sus propios posicionamientos políticos en cada una de las campañas, procuró que el debate interno permaneciese soterrado, y públicamente trató de explicar los resultados buscando las causas en agentes externos de distinto tipo. Pero los debates internos, cuando está en juego el poder, rara vez terminan con una victoria definitiva de uno de los oponentes. Y pueden permanecer soterrados en tanto en cuanto el perdedor no encuentre su oportunidad para resarcirse. Y Errejón parece que ha considerado que ésta es su oportunidad. ¿Falta de buena fe?

Doy la razón a Errejón en que es necesario tomar medidas que supongan un revulsivo y hagan despertar a la organización y a los votantes de Podemos para revertir la tendencia al decaimiento que las elecciones andaluzas, las catalanas (y también las últimas generales, diría yo) y las sucesivas encuestas vienen desvelando. Para la Alcaldía de Madrid, Iglesias renunció, ante Carmena, a presentar la lista propia de Podemos, saltándose lo que la organización había acordado, y cedió ante la pretensión de la alcaldesa de levantar una plataforma abierta a partidos (también Podemos), organizaciones, colectivos y personas individuales: "Más Madrid". No sé si extender este planteamiento también a nivel autonómico puede dar mejores resultados. No tomo partido. Y espero que negocien. Pero la decisión es más una cuestión estratégica que de principios. Y tiene su lógica. Y no creo que signifique dejar a Podemos fuera ni ir contra Podemos. No sé si la hasta ahora inoperancia de Errejón de cara a las elecciones es algo premeditado o simplemente responde a que estaba ocupado en cuestiones, para él "más importantes", tales como negociar y/o decidir. De cualquier manera, dar este último paso, a estas alturas, y de esta forma puede resultar poco oportuno y desconcertante para mucha gente. Y de sus consecuencias Errejón será responsable.

Una duda me ha surgido siempre que Errejón habla de ganar a "los que no están". ¿Se refiere a los trabajadores no cualificados, a los parados, a las camareras de habitación de los hoteles, a las empleadas domésticas, a las cuidadoras de los dependientes, a los pensionistas, a los trabajadores y trabajadoras en general, a la gente que no pertenece a organización alguna, a la que cree a ojos ciegos lo que le dicen en la televisión, a la que no se atreve, siquiera, a reclamar sus derechos? ¿Va a tratar de confeccionar un programa orientado, principalmente, a satisfacer las necesidades de los colectivos menos favorecidos? ¿Va a recuperar la reivindicación de la Renta Básica Universal?  ¿Va buscar, entre estos colectivos, candidatos para su lista electoral? ¿Va a escuchar a la gente, no tanto para saber lo que la gente necesita (que supongo ya sabe), cuanto para saber lo que la gente es capaz de comprender? ¿Va a poner en el centro de sus preocupaciones conectar con la gente, sentir como ella, y con ella comprometerse?

De la forma en que Iglesias dirige su organización, sería muy largo hacer una valoración con suficiente profundidad. Y habrá que hacerla, en algún momento. Una cosa sí es significativa: de los llamados "cinco fundadores" de Podemos, por una razón o por otra, han caído cuatro de la dirección de la organización. Puede que sea relativamente significativo, dado que se deberá a diversas causas, pero es un dato alarmante. Como alarmante son las crisis que atraviesa el partido en comunidades como Cantabria, La Rioja, Galicia o, en su día, Cataluña, o el distanciamiento de Compromís, IU, Equo...

Termino esperando acontecimientos, decisiones tomadas sin el acaloramiento de frustraciones sentidas, y adoptadas con la serenidad y el conocimiento suficientes como requiere todo lo que está en juego.