¿O perdemos todos?
En ocasiones anteriores me he
declarado votante de Podemos. Pensaba que la nueva formación había abierto una
puerta a la esperanza para las aspiraciones de tanta gente maltratada por los
distintos gobiernos y por el sistema político en general. Y, personalmente, he
preferido quedarme ahí, en simple votante, para ver las cosas con más
perspectiva, desde fuera, lejos del fragor de las tensiones internas y salvaguardando
mi independencia. Nada de lo que está ocurriendo en Podemos parecía posible que llegara a ocurrir en una formación
que se nos presentó como portadora de un estilo y una forma nueva de hacer
política, distinta de la de los partidos tradicionales. Salvo que la evolución
de los acontecimientos desemboque en no se sabe qué situaciones, de ahora en
adelante, y de cara a las próximas elecciones, reconozco estar perplejo. No
sería la primera vez que me quedase en casa sin ir a votar.
Más allá de los sentimientos
personales, necesito analizar la realidad y sacar conclusiones.
Cuando el conflicto catalán
alcanzó los grados más altos de tensión y, a la vista de los distintos
posicionamientos de los partidos políticos catalanes, escribí un artículo que
no llegué a publicar, quizá por aquello de no considerarme con suficiente
capacidad analítica y conocimiento de aquella realidad como para opinar con
fundamento, políticamente hablando. El título era: "Gana Errejón, pierde
Podemos". Consideraba entonces que el posicionamiento de Podemos con
respecto al problema catalán era más propio de un Íñigo Errejón, por su marcado
electoralismo, que de un Pablo Iglesias que nos había dicho que Podemos debía
poner el acento en la calle como complemento necesario a su acción política
institucional. Al menos eso, en un resumen quizás excesivamente simplista, me
pareció que eran las distintas posiciones de errejonistas y pablistas en Vista
Alegre II.
Que el posicionamiento en Cataluña
era eminentemente (y/o exclusivamente) electoralista, desde mi punto de vista,
era por lo siguiente: la postura de Podemos de cara al referéndum del 1 de
Octubre era contradictoria y reflejaba una falta de sensibilidad respecto de lo
que estaba ocurriendo. Se movió en la ambigüedad de defender el derecho a
decidir de los catalanes y, al mismo tiempo, escudarse en que el referéndum
había sido declarado ilegal para no apoyarlo. Desde mi punto de vista, Podemos
debía haber apoyado el referéndum porque, amén de su contenido independentista,
era una comprometida movilización popular en defensa de la democracia, de más
democracia, en defensa del voto, en definitiva. Era una cuestión fundamental
para clasificar, para distinguir a Podemos. No tenía por qué identificarse con
las pretensiones del gobierno de la Generalitat. Podemos podía haber pedido el
NO, pero debía haber animado, haber apoyado con su trabajo y con todo el poder
movilizador demostrado en otras ocasiones, podía haber llamado a los ciudadano
a votar. Tenía que haber dejado claro de qué lado estaba: de la gente o de los
políticos. Podemos, en esa ocasión, desde la dirección pablista, curiosamente, fue errejonista, "habló en Cataluña
pensando en Madrid", renunció a la movilización, calculando su futura presencia
institucional en el resto del Estado, lejos ya de aquél "asalto a los
cielos" pretendido de sus primeros objetivos. Y Podemos, en mi opinión, "ganando
el errejonismo" perdió en Cataluña. Y, desde entonces, poco a poco va
perdiendo en el resto de España. El voto obtenido en Cataluña en las últimas elecciones
generales no contradice esa valoración. El votante catalán, mayoritario en esa
ocasión, pudo ver en Podemos la clave para que llegase, desde Madrid, una vía
razonable de solución que el PP de Rajoy se estaba empeñando en taponar. Fue,
en mi opinión, un éxito circunstancial.
Pasada esa oportunidad, a Podemos
le resta demostrar que es un partido que cree sinceramente que también se hace política
en la calle, en los talleres, en los barrios, en los centros culturales. Y,
sobre todo, que esa política fuera de las instituciones y de los platós de televisión,
que esa presión sobre los gobernantes, es imprescindible para lograr los
objetivos, por medio de la acción institucional. Hasta ahora no lo ha
demostrado, y es esa una de las razones por las que muchos, que nos
ilusionamos, en su día, con Podemos, hoy nos sentimos frustrados.
En mi reflexión-balance de lo
ocurrido, llegué a la conclusión de que el debate de Vista Alegre II,
alimentado y engordado por su proyección en los medios de comunicación, había
sido un debate ficticio en cuanto a posicionamientos políticos y, sin embargo,
real en cuanto a enfrentamiento personal en la lucha por el poder, dentro de la
organización. Un verdadero fiasco.
Posiblemente, Errejón "nos
engañó menos", fue más coherente, siempre defendió lo que pensaba (aunque
a algunos no nos gustase), y lo hizo aún
a costa de costarle el cargo de número dos y portavoz del partido en el
Congreso y ser relegado a escaños de más atrás en la tribuna. Por otra parte,
los últimos numantinos esfuerzos de Iglesias por llegar a acuerdos con el PSOE,
difieren bastante de las reticencias mostradas en este sentido, en tiempos
pasados. Una cosa son los principios y otra las estrategias, es cierto, pero
Iglesias no ha demostrado ser muy coherente en bastantes de sus decisiones.
La "oferta" de ser el
candidato de Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid para suavizar
su derrota, más allá de una componenda, pronto se desveló como un dardo
envenenado: Errejón sería el candidato, pero el poder, el programa, la lista,
la campaña, etc., todo lo demás, la decidiría la dirección madrileña. Era
difícil imaginar que Íñigo aceptaría de buen grado tal planteamiento. Era un
trágala demasiado grande.
Detrás de eso vino lo demás: el acuerdo
"cerrado" por el que Podemos, en las municipales y autonómicas, se tenía
que presentar con su sigla, como principio inexorable; el adelantamiento de las
primarias, basándose en no se sabe qué urgencias; la confección de la lista-plancha
oficial en la que se relegaba a los seguidores de Errejón a puestos traseros; el
expediente a cinco de sus afines por no presentarse a las primarias; la
exclusión de los "anticapitalistas"... ¿Alguien imagina que ante
todas estas medidas, Errejón permaneciese callado? ¿Quién puede creer que la
dirección de Pablo Iglesias fuera ignorante de los pasos que Íñigo estaba dando
para "entenderse" con Carmena? ¿Por qué van ahora de víctimas,
rasgándose las vestiduras, diciendo que Errejón les informó cuando ya se
trataba de un hecho consumado? ¿No fue un hecho (desleal) y consumado, para
Izquierda Unida, que algunos de sus miembros decidieran, en una reunión "clandestina"
en casa de Monereo, salirse de IU y crear Podemos? ¿No dicen muchos que eso es
la política? ¿Son más importantes las formas que el contenido? Es inimaginable
pensar que antes, durante y después de que Carmena y Errejón llagaran a un
acuerdo, no haya habido conocimiento de ello y debate dentro de Podemos. La
respuesta, en caliente, de Pablo Iglesias, puede que le lleve a un callejón sin
salida, y que si es un poco inteligente y, si de verdad piensa más en los
intereses de los madrileños e, incluso, del propio partido, que en su orgullo
personal, seguro que tendrá que reconsiderar.
En las valoraciones hechas por la
organización, después de las sucesivas derrotas electorales, (hay que
considerar así las sufridas en las generales de 2016, las catalanas y
andaluzas) Podemos aprendió la lección de que transparencia y publicidad no
necesariamente van unidas. Aparentemente, al menos, no trascendió que se
tiraran los trastos a la cabeza el director de campaña (Errejón) y el defensor
de la coalición con IU (Iglesias). Y lejos de buscar las causas en sus propios
posicionamientos políticos en cada una de las campañas, procuró que el debate
interno permaneciese soterrado, y públicamente trató de explicar los resultados
buscando las causas en agentes externos de distinto tipo. Pero los debates
internos, cuando está en juego el poder, rara vez terminan con una victoria
definitiva de uno de los oponentes. Y pueden permanecer soterrados en tanto en
cuanto el perdedor no encuentre su oportunidad para resarcirse. Y Errejón
parece que ha considerado que ésta es su oportunidad. ¿Falta de buena fe?
Doy la razón a Errejón en que es
necesario tomar medidas que supongan un revulsivo y hagan despertar a la organización
y a los votantes de Podemos para revertir la tendencia al decaimiento que las
elecciones andaluzas, las catalanas (y también las últimas generales, diría yo)
y las sucesivas encuestas vienen desvelando. Para la Alcaldía de Madrid,
Iglesias renunció, ante Carmena, a presentar la lista propia de Podemos,
saltándose lo que la organización había acordado, y cedió ante la pretensión de
la alcaldesa de levantar una plataforma abierta a partidos (también Podemos),
organizaciones, colectivos y personas individuales: "Más Madrid". No
sé si extender este planteamiento también a nivel autonómico puede dar mejores
resultados. No tomo partido. Y espero que negocien. Pero la decisión es más una
cuestión estratégica que de principios. Y tiene su lógica. Y no creo que
signifique dejar a Podemos fuera ni ir contra Podemos. No sé si la hasta ahora
inoperancia de Errejón de cara a las elecciones es algo premeditado o
simplemente responde a que estaba ocupado en cuestiones, para él "más
importantes", tales como negociar y/o decidir. De cualquier manera, dar
este último paso, a estas alturas, y de esta forma puede resultar poco oportuno
y desconcertante para mucha gente. Y de sus consecuencias Errejón será
responsable.
Una duda me ha surgido siempre
que Errejón habla de ganar a "los que no están". ¿Se refiere a los
trabajadores no cualificados, a los parados, a las camareras de habitación de
los hoteles, a las empleadas domésticas, a las cuidadoras de los dependientes,
a los pensionistas, a los trabajadores y trabajadoras en general, a la gente
que no pertenece a organización alguna, a la que cree a ojos ciegos lo que le
dicen en la televisión, a la que no se atreve, siquiera, a reclamar sus
derechos? ¿Va a tratar de confeccionar un programa orientado, principalmente, a
satisfacer las necesidades de los colectivos menos favorecidos? ¿Va a recuperar
la reivindicación de la Renta Básica Universal? ¿Va buscar, entre estos colectivos, candidatos
para su lista electoral? ¿Va a escuchar a la gente, no tanto para saber lo que la
gente necesita (que supongo ya sabe), cuanto para saber lo que la gente es
capaz de comprender? ¿Va a poner en el centro de sus preocupaciones conectar
con la gente, sentir como ella, y con ella comprometerse?
De la forma en que Iglesias
dirige su organización, sería muy largo hacer una valoración con suficiente
profundidad. Y habrá que hacerla, en algún momento. Una cosa sí es
significativa: de los llamados "cinco fundadores" de Podemos, por una
razón o por otra, han caído cuatro de la dirección de la organización. Puede
que sea relativamente significativo, dado que se deberá a diversas causas, pero
es un dato alarmante. Como alarmante son las crisis que atraviesa el partido en
comunidades como Cantabria, La Rioja, Galicia o, en su día, Cataluña, o el distanciamiento
de Compromís, IU, Equo...
Termino esperando
acontecimientos, decisiones tomadas sin el acaloramiento de frustraciones
sentidas, y adoptadas con la serenidad y el conocimiento suficientes como
requiere todo lo que está en juego.
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