jueves, 25 de julio de 2013

COSNTRUYENDO...6



AMPLIACIÓN, de Mario, a sus “APUNTES CRÍTICOS”

Porque doy por supuesto “que para que los y las trabajadoras cántabras nos constituyamos en motor de un cambio social acorde a nuestros intereses, es estrictamente necesario superar a la izquierda liberal, y reconstruir la izquierda obrera, recuperando el pensamiento y la acción en clave socialistas”, no me voy a centrar inicialmente en analizar sobre cómo hacer esto, en general, sino que dedicaré mi atención al análisis de cómo hacerlo desde la izquierda obrera. Dicho de otro modo, qué tenemos que tener en cuenta para reconstruir esta izquierda, que, creo, que es lo que nos ocupa. No en vano, es lo que tenemos sobre la mesa.

Aclaro: empleo la terminología de “izquierda obrera”, en lugar de izquierda socialista cántabra, sólo por simplificar, porque hablamos de un concepto político preciso, no sociológico.

UN MAL ENDÉMICO

Históricamente, los partidos, tanto de la derecha como de la izquierda, se han autoconsiderado y comportado, en la práctica, como intérpretes e intermediarios entre las clases y la realidad, como si ellos mismos no formasen parte de una de las clases. Han puesto todos los medios a su alcance para que la realidad llegue, a través de ellos, mediatizada, a la gente. Y la derecha, sobre todo, que ha ocupado más frecuentemente los gobiernos servidores del poder, ha contado con medios más potentes y muy poderosos para que la gente dé por buena la interpretación de la realidad que esos intermediarios le proponen, sumiendo a la gran mayoría de la población en la perplejidad de aceptar como verdadero lo que está realmente viviendo, o más bien la explicación que de su propia vida le dan quienes ”están preparados para ello”, hasta el punto de llegar a convencerse de que éstos saben más de la vida de la gente que la propia gente. Y la izquierda liberal no le ha ido a la zaga.

“Los intermediarios”, algunas veces, se preocupan de “traducir” al lenguaje común su interpretación de la realidad, pero otras, las más, pasan de hacerlo, empleando un lenguaje encriptado, rodeado de una aura de sabiduría tal que produce pleitesía general entre “los no iniciados”. Solamente cuando, en medio de una crisis brutal como la actual, la mayoría sufre intensamente sus consecuencias, los intermediarios, los políticos, empiezan a aparecer en la conciencia de la gente, de los “no iniciados”, como uno de los principales problemas. Hasta entonces habían creído que podían ser la solución y no la causa de sus males y se deleitaban, como espectadores, ante el espectáculo que las luchas partidistas les ofrecían.

Tratamos a la gente como si estuvieran en un estadio inferior, como “elementos menos conscientes”. Y, por supuesto, no entendemos muchas de sus “borreguiles” aspiraciones, no las asumimos y las rechazamos. Hasta las despreciamos por retrógradas, materialistas, colaboracionistas. No nos preocupa que la gente se aleje de nosotros. Con ellos, sin ellos, contra ellos o, a pesar de ellos, la revolución la haremos nosotros, los “intermediarios”, “los que sabemos cómo hacerlo”. La derecha y la izquierda liberal prometen lo que no pueden cumplir. La izquierda obrera sólo sabe criticarlo todo y, cuando promete, no dice toda la verdad, oculta el precio que costará conseguir lo que promete, posiblemente porque no esté del todo convencida de que lo que promete es mejor que lo actual, de que es viable, y de que pueda ser asumido por la gente. En realidad es porque no cree que su discurso pueda conectar efectivamente con las aspiraciones de ésta. Si esto es efectivamente así, ¿de qué estamos hablando? Si se trata de reconstruir la izquierda obrera, no será sobre estas mismas bases, sino a partir de la conciencia de que hemos actuado incorrectamente.

A partir de esa toma de conciencia, ¿cómo construir una alternativa que sirva para reconstruir efectivamente la izquierda obrera? Será sobre la base de dar el salto, desde nuestra posición de “intermediarios”, para situarnos en medio de la gente, no en su lugar físico o geográfico, en sus barrios, en el campo, en las fábricas, que también, sino en el interior de su conciencia, de sus preocupaciones y aspiraciones y de su capacidad de entender. ¿Será seguidismo, o “ir al culo de las masas”? Para eso no hace falta crear una organización ni darle un carácter determinado, dirán algunos. Hay que ser dialécticos. Se trata de conseguir que la gente nos empuje conscientemente hacia donde nosotros creemos que nos debe empujar, y para lo que hemos hecho un trabajo “muy organizado, disciplinado, constante, meticuloso, bien planificado, con inteligencia”. Parece un juego de palabras o un círculo vicioso. Pero no lo es. Es una forma real y efectiva de desarrollar la subjetividad obrera necesaria para hacer la revolución, objetivo que subsume y va más allá del objetivo del mero reconstruir la izquierda obrera, porque pretendemos que sean “los y las trabajadoras cántabras quienes se constituyan en motor” y no sólo una parte de ellos, como sería la “izquierda obrera”. La gente pasaría a ser el sujeto protagonista. Y nuestro trabajo consistiría en conseguir que lo llegase a ser. Esto no está reñido con la necesidad de constituir una organización política socialista cántabra, porque ese trabajo organizado, disciplinado, etc., inicialmente, no lo va a hacer cualquiera y, mientra haya  clases en lucha, la mayoría tampoco lo va a hacer, después, espontáneamente. Alguien tendrá que tirar del carro, mal que nos pese, porque no todos avanzamos a la misma velocidad.

EL ESPACIO POLÍTICO

Si algo caracteriza a las distintas organizaciones de la autodenominada izquierda obrera es la competencia, la disputa del espacio político, considerado éste como votantes de una cierta tendencia. Generalmente no existe coherencia entre descalificar el sistema de representación, la ley electoral, por poner un ejemplo, y, luego, presentarse como candidatos. Y no sólo eso, sino que además se practica electoralismo puro y duro. Todo ello viene dado por una concepción raquítica del espacio político, consecuencia de haber asumido que el único terreno en el que es posible hacer política es el electoral-institucional.

Objetivamente, el espacio político viene determinado por el lugar que los receptores de nuestro discurso ocupen en las relaciones de producción, o sea, por la clase a la que pertenezcan. Habitualmente la izquierda obrera dice dirigirse a todos, pero, en la práctica, se dirige sólo a los afines, a los concienciados de la propia clase, a los que están organizados y comprometidos, a los que entienden su lenguaje, a los que ya tiene “ganados”, y pasa de las demás capas de la población, aunque de asalariados se trate. De ahí que cada organización trate de conservar a sus seguidores, “protegiéndolos” en un gueto. De ahí que la organización no se esfuerce en preparar a todos y cada uno de sus miembros para ser verdaderos tribunos, bragados polemistas, provocadores de debate. Confunden seguidores con seguidistas.

Es cierto que, a una realidad objetiva no siempre corresponde una única subjetividad. Como dije más arriba, influyen muchos factores en la formación de la conciencia de la gente. Pero tampoco la objetividad es simple, uniforme y monolítica, sino que es compleja,  presenta matices, solapes, no ofrece líneas claras de delimitación y nunca es definitiva. No podemos, por tanto, ser esquemáticos con la objetividad ni sectarios con la subjetividad.

Hasta aquí había yo llegado, ayer (2 de Abril), en mis reflexiones, siguiendo con mis críticas, cuando me topé con un artículo en Rebelión que, no por demasiado largo y, en algunos pasajes, un tanto filosófico, dejó de interesarme, pues coincidía, en muchos aspectos, con mis planteamientos. El artículo en cuestión lo firmaban dos “veteranos comunistas catalanes” y me sorprendió, pues no suele ser frecuente encontrar críticas así en “el mundo de los veteranos comunistas”. Tampoco es que yo juzgue lo que me dicen por quién me lo dice. Su título es: “una vez más, la izquierda como problema”, en las sección “la izquierda a debate”. Leédlo, si tenéis tiempo y ganas.

Hoy (3 de Abril), recibo vuestro correo y me alegra que entremos en debate. Contestaré, por supuesto, aunque me lleve tiempo digerir todo lo que me decís.

Empezaré por lo que para mí es determinante: la gente.

Cuando hablo de “la gente” me refiero a la gran mayoría apolítica, la que tiene menos que perder (algo relativo), la que sufre, en mayor o menor medida, la explotación material y la manipulación intelectual y sicológica, la que no entiende muy bien todo lo que la pasa, porque no sabe de política, y desconfía de quienes “tienen ideas políticas”. La que, no obstante, conserva un básico sentido común y capacidad de discernir, la que no se equivoca cuando necesita ser conservadora y la que es capaz de arriesgarse en momentos determinados. La que no sólo incluye a asalariados, a los parados, sino también a autónomos, a trabajadores intelectuales, a pequeños empresarios y, por supuesto a mujeres, jóvenes y mayores, a inmigrantes, etc. Hay muchos (no sé cuántos) asalariados que no se sienten explotados, y muchos (tampoco sé cuántos) no asalariados que sí lo sienten. Tengo la suerte, por tener bastantes años y, sobre todo, por “no haberme encerrado en casa”, de haber tratado con mucha de esa gente que tampoco  estaba encerrada en casa. Y he llegado a la conclusión de que, o es con esa gente o no haremos posible la revolución.

A toda esa gente, no sólo deberíamos “estar dispuestos” a dirigirnos y debatir, a “perder el tiempo” con ellos, sino que considero necesario hacerlo. La conciencia de clase nace, crece y se fortalece en confrontación con las demás clases, y llega así a alcanzar dimensión política, porque, en la confrontación, aparece el sistema explotador y opresor en toda su esencia. No basta con desarrollar la conciencia en la lucha del obrero con el patrono e, incluso con el gobierno, si no sobrepasa el ámbito de lo laboral. Y la superioridad moral de la clase obrera debe manifestarse en la denuncia de cualquier opresión, sea o no el oprimido de la propia clase.

Poner encima y en el centro de la mesa esta consideración de la gente, a muchos les parecerá poco ortodoxo. Sobre todo a los marxistas clásicos y a los “puros” libertarios. Para mí, sin embargo, es la clave. Y es el punto sobre el que fundamento mi crítica. Poner a “la gente” en el centro no es una cuestión táctica de cómo llegar a ella, ni estratégica, “la gente” no es un aliado más, es el aliado por excelencia, la unidad con una mayoría de “la gente” está por encima de la unidad de las organizaciones. De ahí lo de dirigirnos sin estos intermediarios.

Puede que estemos de acuerdo o no en esto de la gente: lo que nos distinguiría, creo yo, es que lo consideremos lo más importante. Y que, en torno a esa consideración seamos capaces de diseñar una estrategia y desarrollar la acción. Y, modestamente, creo que sería un planteamiento nuevo, distinto del que ha ido asumiendo históricamente la izquierda oficial (también la izquierda obrera) y de lo que la izquierda sigue practicando. Siguen floreciendo, cada día, multitud de autistas políticos, demasiados. Lo nuestro sería volver hacia atrás (en el sentido de volver a las esencias), pero, hoy, representaría algo realmente nuevo, aunque buscar la novedad no sea lo más importante ni lo único efectivo.

En crear un partido serio, organizado, trabajador, concienzudo, meticuloso, etc., no pongo el acento, porque considero que, para cualquiera que tenga alguna experiencia en la lucha de clases, estará con nosotros en que es imprescindible, es algo de cajón que no necesita debate. Todos los que desprecian la organización como instrumento de lucha, o no han experimentado el poder aplastante del enemigo que tenemos enfrente, o es que se dedican a algo muy distinto de lo que estamos hablando. Vosotros, sin embargo, sí ponéis (obsesivamente, digo yo) ese acento, y no sé si es porque lo añoráis, porque lo habéis conocido y lo habéis perdido y ya no lo encontráis, o es como reacción ante el panorama que os rodea. No obstante, no olvidemos que el papel lo aguanta todo, y de poco va a servir que nos presentemos diciendo somos esto o lo otro, porque lo hayamos escrito. De cualquier manera, supongo que no pretendéis repetir experiencias ya amortizadas.

La cuestión es ¿para qué ese partido con esos planteamientos? Porque, después de dejar fijados los objetivos de un partido socialista cántabro, lo primero será preguntarse cómo hacer que esos objetivos y aspiraciones calen en mucha gente, la suficiente como para que se convierta en fuerza material y dejen de ser, las nuestras, meras ideas, porque las ideas no transforman la realidad, ni siquiera, por si solas, nos transforman a nosotros mismos, ya que, como parte de esa realidad, somos lo que hacemos más que lo que pensamos.

Lo de los círculos concéntricos, aunque no formase parte de vuestro documento, sí figuraba en el correo de presentación que me envió Pedro. Y, aunque lo matice ahora como una cuestión meramente práctica y secundaria, yo me centré en ello, porque veo que es una práctica habitual. Como decía en otro texto, nosotros mismos ya lo intentamos en RAIZ y no olvidamos los resultados. Creemos que es una forma más rápida y eficaz de llegar a más individuos. Y nos equivocamos. Creemos que representan lo que dicen representar y la realidad es que, en la mayoría de los casos, sólo se representan a ellos mismos.

Creo que, para empezar, hay que pasar de la gente organizada que no ha hecho una autocrítica como organización. No vale la personal. La autocrítica colectiva choca con el dogmatismo, tan extendido, fruto de ese carácter de intérprete de la realidad que se abrogan los partidos. En muchos casos, militar o haber militado en una organización, puede ser un hándicap.

Tampoco se trata de ir por ahí poniendo a parir a la gente organizada por no ser autocrítica. La respetamos, pero pasamos de ella. Como decía en otro escrito, si nos encontramos con otros en ese camino de “poner a la gente en el centro” de nuestras intenciones, nos congratularemos y, si podemos seguir el camino juntos, mejor.

“Haríamos el grupo inicial” con aquellas personas que coincidan con nosotros en la crítica general que hacemos, que serán pocas, me temo, pero que serán suficientes para empezar. Yo no hubiera empezado redactando un texto y pasándoselo a mucha gente. Simplemente me hubiera dirigido a ellos con una sola pregunta (la que me hago permanentemente y que os ponía en alguno de mis escritos): ¿Qué hemos hecho mal nosotros, nuestras organizaciones? Y les pediríamos que respondiesen con serenidad, sin autoflagelarse, pero con honestidad.

A propósito de mi “excesiva influencia en el SUC”: creo que es una valoración equivocada, por superficial, por de manual, o por desconocimiento concreto. Llevo ya mucho tiempo planteando esto internamente sin obtener grandes éxitos. Como mucho, he logrado, en ciertos momentos, perturbar a nuestra gente (lo cual me desagrada) porque no comprendían, quizá por no haber tenido yo la paciencia suficiente, no haber sabido argumentar con sencillez, o por haber confundido un sindicato con una organización política, minusvalorando su entrega y dedicación. Reconozco, sin embargo, que hay gente que “me sigue” por compromiso personal conmigo, no por convencimiento sobre lo que digo, y eso, que no es desdeñable, es harina de otro costal. De cualquier manera, soy claramente crítico con el SUC porque lo conozco a fondo y los factores que han determinado su pérdida de fuerza son algo más concreto que la descripción que haces, Posición C. El SUC no es una organización política, aunque tampoco sea un sindicato al uso. Tampoco es sólo un grupo de amigos. Pero tiene algo de todos esos aspectos.

Nadie tiene que darse por aludido o directamente atacado (Pedro) porque yo achaque al soberanismo-independentismo, en general, que no hable “del precio”. No examino a nadie. Permitidme que me considere un “neoconverso” al cantabrismo y que ponga todavía mis pegas, aunque lleve ya treinta años (desde ICU) intentando caminar por esa senda, tan distante de la seguida en mis primeros pasos políticos. Además, creo que es bueno que alguien haga de abogado del diablo. Porque el cantabrismo socialista no es una opción más, que se puede elegir alegremente, sino que necesitará argumentos más claros y contundentes para contrarrestar todos los obstáculos que se nos pongan delante, que serán muchos. Tenemos que hacer del cantabrismo socialista una ciencia más que una ideología (entendida ésta como una explicación que no exige ser contrastada con la realidad). Como bien dice Posición B, no sabemos encajar la crítica, la consideramos un ataque, cuando lo que pretendemos algunos, al menos, es construir sobre el reconocimiento de los errores pasados o las carencias habidas. Y, sí, Posición C, hablo de cosas pasadas, porque sólo se puede criticar lo pasado. Y espero que veáis en mí una autocrítica honesta, profunda y seria. ¿Dónde está la vuestra? En vuestras reuniones con Regüelta, ¿a qué autocrítica llegásteis? Permitidme que, aquí, me separe un poco y hable de vosotros. En lo demás, siempre hablo en plural, porque, por el sólo hecho de que debatamos sobre esto, ya me identifica con vosotros, aunque diverjamos.

Cuando analizamos la historia y sus distintos momentos, no basta con relatar los procesos. Para nosotros es fundamental descubrir las causas, tanto de los éxitos como de los fracasos, y cuántos de ellos son atribuibles a las organizaciones. Los mismos relatos que hacéis (historia del M.Obrero, los sindicatos, los partidos, Túnez, Egipto, etc.) no demuestran que los avances se hayan debido principalmente a la existencia previa de organizaciones, sino que las organizaciones han surgido, o se han desarrollado (porque existían en embrión) como consecuencia de la toma de conciencia de los avances habidos y de la necesidad de evitar los retrocesos. Organizarse es una tendencia natural cuando uno lucha por objetivos importantes y contra enemigos poderosos.

No entiendo, del todo, eso de que la estructura socializa la acción política y sin estructura no hay subjetivización. La estructura es algo muerto. En el SUC, cada cierto tiempo, reaparece la idea de que la clave del éxito está en diseñar un correcto organigrama. El resultado siempre ha sido que el organigrama no movió a las personas. Faltaba algo más. La estructuración, como acción permanente de estructurar, es distinto, es algo vivo, flexible, cambiante, capaz de incorporar continuamente nuevos efectivos, y capaz de someterse también continuamente a la depuración que propongan esos efectivos nuevos. Son matices, pero significativos.

Tampoco entiendo lo de que sin recursos suficientes no podamos desarrollar nuestra acción. Eso siempre es relativo, y las posibilidades de uso de las tecnologías que los avances científicos y tecnológicos van poniendo a nuestro alcance son una muestra de ello. Podremos llegar a más o menos gente, pero sí a mucha. Lo importante es que nos entiendan. No me veo llegando a esa gente con el artículo “el porvenir del socialismo” en la mano. Y que despertemos su interés. Lo que sí considero imprescindible es contar con un órgano de expresión propio y autónomo, todo lo potente que podamos, pero propio y autónomo, que informe y, sobre todo, que opine, que denuncie sobre esa información, que la enmarque en un ámbito más amplio, y que la relacione con los presupuestos fundamentales del sistema. Y que lo hagamos con convencimiento. Eso sí será hacer política.

Y termino, por hoy, con algo que es fundamental: socialismo es un concepto universal que engloba muchas formas de entenderlo y de ponerlo en práctica. Y el cantabrismo también. Dejemos que la gente depure nuestra concepción sobre ambas cosas. Mejor, solicitémosle que nos ayude a concretarla. ¿Cómo? Si somos capaces de diseñar el primer paso, estaremos realmente avanzando.





CONSTRUYENDO...5



RESPUESTA, de Pedro, a “APUNTES CRÍTICOS”

Hola. Bueno, tras el texto de Jacobo, voy a comentar yo alguna cosilla, aunque en muchos aspectos comparto y secundo prácticamente su texto (con matices)

Primero
Lo primero a aclarar, porque parece ser que es una malinterpretación de una frase mía, es el tema de los círculos. El texto no hace ningún tipo de referencia a ello como habrás podido observar. Sí que puse alguna expresión así en el correo que te mandé. La cuestión es muy sencilla, y a lo que se ve no me expliqué bien. Simple y llanamente, de cara a presentar el proyecto o idea, pensamos ir hablando con una serie de gente. Lo único que hicimos fue “ordenarlo” si así se entiende mejor. A aquella gente que mejor se conoce, con más referencias, que sabes que es más o menos seria, etc. No es que sea un ranking donde el primero es el mejor y los demás no, es simplemente una cuestión de planificación. Quizá no estuve muy acertado con las palabras, comparaciones o expresiones, pero no es más que eso. No tiene más historia.

Segundo
Y aquí quizá sí difiera en algo con Jacobo, yo sí creo que el texto hace referencia también a “nuestra izquierda”. Precisamente porque el primer fallo está en que siempre nos hemos considerado, o la única y verdadera izquierda, o bien fuera de esa izquierda ahora liberal, cuando en realidad es la nuestra propia (la obrera y socialista en un sentido amplio, desde la socialdemocracia, hasta los anarquismos y los varios comunismos) la que en general (y dependiendo de los contextos, pero para el caso de Cantabria sí nos vale) ha mutado y basculado hacia lo que en el texto llamamos “izquierda liberal ciudadana” en sus diversas variantes. Quizá la primera cuestión está en reconocernos a nosotros mismos esto. La izquierda obrera en Cantabria está muerta (en otros sitios de Europa hay algo) y los restos que hay por ahí, que se pretenden muy revolucionarios (nuestros restos para entendernos) en parte (o totalmente) tienen muy asumidos las características con que definíamos a la izquierda liberal y, en general, no creo que pueda hablarse realmente de un movimiento político sino más bien, y en la práctica, de auténticos clubes sociales más que de otra cosa. Quizá se podría haber añadido algo así en el texto. Como también (y ahora que lo pienso) habría que mencionar la sustitución por parte de la autodenominada izquierda anticapitalista, de la clase trabajadora como sujeto político por los “movimientos sociales”, y/o un popurrí de agentes (mujeres, jóvenes, inmigrantes, gitanos, trabajadores…) reflejo precisamente de ese planteamiento ciudadanista de raíz liberal.

En cualquier caso, el texto no es cerrado, es reformable, lo único que pretendía era impulsar el debate de cara al desarrollo de una organización política socialista, cántabra y obrera, y al menos, algo de debate hay, jejeje.

Si te refieres más específicamente a los ámbitos donde hemos militado, o lo seguimos haciendo es cierto que se podría hacer mencionado algo, aunque también lo es lo que comenta Jacobo. Es complicado cuando lanzas o intentas lanzar una propuesta de este tipo partir de poner a parir a todo el mundo diciendo lo mal que lo están/estamos haciendo. De todas formas; y esto también es consecuencia del desconocimiento por tu parte puesto que no te dije nada y no podías saberlo; antes de empezar directamente todo esto, Jacobo y yo planteamos al ámbito de la izquierda cántabra-MPCL la necesidad de hacer un balance de autocrítica y cambio de rumbo. Hubo dos asambleas de ello. Tras unos meses de parón volvimos a retomarlo partiendo un poco también de lo ya hablado en esas asambleas más nuestra experiencia, sentimientos y vivencias personales y empezamos a desarrollar lo que tenemos entre manos ahora.

Aún así, tú ya sabes que hice un artículo sólo sobre esa cuestión, si quieres te le vuelvo a pasar.

Tercero
Partiendo de que lo de los círculos es una mala explicación por mi parte, estoy totalmente de acuerdo contigo en la concepción del centralismo democrático, aspecto que habría que recuperar. Bueno, de hecho en la ponencia de ABORA, más o menos incorporado dentro de un proyecto de cuaderno de formación en el que colaboraste (y aprovecho de paso para darte las gracias, aunque el cuaderno no llegó a ver la luz) hicimos una definición de asamblearismo que viene a ser básicamente lo mismo, o muy parecido.

Cuarto
Por otra parte, hablas sobre la cuestión de la concienciación de los individuos en tu texto “apuntes críticos”. Efectivamente la creación de una conciencia de clase y cántabra en una persona es un proceso complejo, interviniendo multitud de factores, entre los que sin duda destacan, al menos en muchos casos, las vivencias personales. Yo, personalmente, fue adquiriendo concienciación política no porque me diera por leer algún libro, o alguien me comiera la cabeza, sino por una serie de experiencias personales, un contexto social y político concreto, etc. Sin embargo, no concibo el proceso de concienciación de la clase obrera como un trabajo externo a ella. Precisamente al calor de las luchas obreras y del contexto social es cuando determinados elementos de la misma deciden dotarse de organizaciones estables para, con mayor eficacia, plantear la lucha por las reformas o cambios que se plantean como clase. Es así de como terminan surgiendo sindicatos, partidos, asociaciones, comités, etc. Y es desde esas mismas estructuras desde donde, en un efecto de retroalimentación, se construye o reconstituye un discurso, o una identidad sociopolítica obrera, que luego vuelve a revertir a la clase, y viceversa. No veo en este sentido, ningún tipo de contradicción. Un buen ejemplo nos lo da, no ya la historia misma del movimiento obrero en Cantabria o Europa, sino las propias dinámicas de las revueltas en Túnez o Egipto. Una (la primera) con algunas estructuras sindicales que fueron parte importante en la revuelta, y algunas partidarias, aunque muy debilitadas por la represión, que han permitido tener una mayor capacidad de control frente a otros sectores: islamistas, conservadores, liberales, etc. Y la segunda, creando nuevas estructuras políticas y sindicales donde antes era prácticamente un desierto sociopolítico desde un punto de vista de clase, aunque sin tener la misma capacidad que la primera situación. Y es precisamente esa nueva organización la que está permitiendo establecer nuevos cauces de confrontación, aglutinar una discurso político y creador de conciencia y, sobre todo, encuadrar, estructurar y crear militancia, base sin la cual, la reproducción de la identidad sociopolítica obrera se ve seriamente dañada o dificultada (como en parte sucede aquí) En este sentido, no creo para nada en el espontaneísmo. EL radicalismo del momento puede generar elementos de alta conflictividad e, incluso, momentos con una grado de conciencia sociopolítico muy lato, pero cuando viene el reflujo todo ese trabajo, sino se articularon y crearon estructuras que lo sostengan, desaparece en gran parte con el tiempo, aunque siempre pueda haber individuos más o menos aislados o limitados que pueden seguir manteniendo un nivel de concienciación relativamente alto.

Quinto
Mencionas en el texto de “apuntes críticos”:

“…Incluye el texto definiciones teóricas aceptables, desde mi humilde punto de vista marxista y de clase, sobre la caracterización de una alternativa política socialista-cántabra, la necesidad de organización, etc. Pero ese tipo de discursos, como propuestas repetidamente ensayadas, está amortizado. Si no decimos y hacemos algo más (¿nuevo?), fracasaremos, de entrada. Si sólo vamos a la gente a decirle que hay que expropiar a los expropiadores, que hay que tomar el poder y planificar la economía, que tenemos que ser soberanos e independizarnos, que hay que comprometerse, seguirán sin entendernos o, en el menos malo de los casos, sin atendernos, porque su interés y preocupación suele estar en otro sitio. …”

Entiendo que esto encaja con lo que dices en el texto “construir una alternativa cántabra y socialista”:

Algunos nos encontramos entre los que consideran que lo que hay no es suficiente o no es lo más urgente. La clave, para quienes así pensamos, está en saber descubrir los puntos en que coincidimos, si los hay, o si los desacuerdos son fundamentales; está en saber si efectivamente coincidimos en los objetivos últimos y, en qué medida, también en los intermedios y, sobre todo, en la estrategia a seguir, no sólo, para alcanzarlos, sino también para definir esos objetivos. Si no somos capaces de llegar a la gente con un solo planteamiento nuevo al respecto, parece claro que fracasaremos, ya de entrada.


Además, el camino para encontrar esos puntos de acuerdo o desacuerdo no pasa por sentarse alrededor de una mesa, los distintos colectivos u organizaciones, y ponerse a discutir las distintas opciones y consensuar, cediendo, unos más y otros menos, sino por dirigirse a la gente, sin intermediarios, y que sea la gente la que haga la depuración, la que vaya diciendo lo que hay que apoyar y lo que no. Ante todo, publicidad y transparencia. La defensa a ultranza de la mayor unidad posible no debe estar reñida con la defensa, sin ambages, de las posiciones de cada uno.

Matizaciones al respecto:

1. Nuestro texto habla de varias cuestiones fundamentales: necesidad de organización propia y autónoma de los trabajadores cántabros, disciplina, carácter socialista, liberación nacional y de clase como planteamientos centrales del partido, y necesidad de desarrollar una estrategia y táctica a corto, medio y largo plazo adaptada a los ritmos y realidad del país. Como puedes ver distinguimos claramente entre cuestiones de carácter principal, y la necesidad de trabajo en otros tiempos y adaptado a los “ritmos”. No hemos entrado a decir qué es lo que hay que hacer en esos ritmos ni a corto y medio plazo porque eso, para empezar, tenemos que ir debatiéndolo poco a poco, y porque la realidad es cambiante y habrá cuestiones, campañas, acciones, etc., que serán válidas para hoy pero igual dentro de x tiempo no sirven. De hecho me pareció que lo dejábamos claro en la última parte del texto.

2. Partiendo de lo comentado en el punto anterior, sí que entiendo que para la definición de la acción en el corto, medio y largo plazo es fundamental tener claro los planteamientos principales o centrales. Creo que hay que partir de la relación dialéctica entre acciones a corto y visión principal o a largo y medio. Uno de los problemas para mí fundamentales de muchas experiencias políticas, es no haber tenido esto claro dando lugar, o bien a un aislamiento total de la realidad en la que se encuentran, o bien a una pérdida de “norte” al confundir situación inmediata con objetivos finales, provocando la destrucción en la práctica del proyecto político original (y en parte desde luego, seguramente combinado con muchas otras cosas, esto es causa de la mutación de la izquierda obrera en la izquierda ciudadana) Esto es algo básico, la acción inmediata tiene sentido si se la dota de perspectiva a largo plazo, si no, iremos dando bandazos constantemente y no llegaremos a ningún punto, o el sitio al que se pueda llegar desde luego distará mucho, seguramente, de lo originalmente buscado.

3. Observo en personas, sobre todo del entorno del SUC (quizá porque he podido tener más relación) y de cierta edad, cómo constantemente se pregunta cómo llegar a la gente. A veces da la impresión de que es algo casi obsesivo (entiéndase esto con todo el cariño del mundo) No es que la gente que tenemos otra edad no nos preocupe eso, que claro que lo hace, sin embargo no sé si lo abordamos de otra forma, al menos por mi parte. Supongo que ese constante preguntarse parta de vuestras experiencias. Hablando concretamente del SUC y sin conocer exhaustivamente su experiencia histórica global, y por lo que sé y tengo visto, creo que a muy grandes rasgos el problema de la pérdida de influencia del SUC viene: 1º por ser un proyecto estatal que en un momento determinado se hunde (eso lo sabrás tú mejor que yo) pero que no termina (en el caso de Cantabria al menos) de creerse o desarrollar un proyecto cántabro propio, o bien de incardinarse en otro proyecto estatal 2º por ser, por tanto, incapaz de desarrollar un trabajo con perspectiva a largo plazo, 3º por refugiarse al hilo de esto en la inmediatez y en el localismo, 4º por dinámicas propias de la época como la reconversión industrial y la jubilación de muchos militantes, la pérdida de peso y prestigio de los sindicatos, y la caída de la URSS con el definitivo desmoronamiento de la izquierda obrera, 5º por acciones erróneas o mal planificadas (por ejemplo, llamar a la gente para una asamblea el miércoles para recoger carteles y pegarlos para una convocatoria del sábado de esa misma semana) 6º porque en la práctica el SUC, o mejor dicho, el núcleo duro o militante del SUC, es en general un grupo de amistad, familiar (hijos, novios/as…) Esto yo que “vengo de fuera” lo noté muchísimo, tampoco es exclusivo del SUC y, 7º para lo bueno o para lo malo, el SUC en gran medida está muy condicionado por ti. No te lo tomes a mal ni como un ataque personal, en ABORA pasaba lo mismo conmigo con el agravante de ser un grupo más pequeño y, por tanto, en lo que hiciera mal, me equivocara, se me olvidara, o si no tenía disponibilidad, la dinámica de la org. se resentía enormemente. Y en general muchas de estas cosas que digo del SUC se pueden, con sus matices, variaciones o añadidos, extrapolar a todas las orgs. de la izquierda más autopretendidamente revolucionaria.

4. La cuestión es que, y al hilo del punto anterior, mucha gente está/estamos dándole vueltas sobre el cómo llegar a la “gente”. Qué estrategias, tácticas, qué cosa “nueva” inventamos, etc. Y en mi opinión se parten de fallos fundamentales. El primero, y muy importante, y que prácticamente no oí nunca a nadie plantearse (salvo excepciones) es que para desarrollar una acción sociopolítica eficaz necesitas tener una infraestructura, una base económica y material que te permita desarrollarla. Y nadie se puso a pensar en cómo hacerlo. Sin dinero, sin financiación o apoyo económico o, al menos, mediático, estamos muy limitados/as ¿Cómo vas a llegar a la “gente” si no tienes una televisión más o menos masiva, unos medios de comunicación, un dinero que permita hacer una propaganda más o menos amplia? Por muy bien que tengas pensada la estrategia, los temas a tratar, aunque tengamos toda la razón del mundo, etc. si sólo podemos sacar 500 panfletos contra toda la capacidad, recursos y tiempo con que el capitalismo español nos machaca, nuestros márgenes son bien escasos (aunque no imposibles) Cualquier proyecto político, con su correspondiente estrategia y táctica a corto, medio y largo plazo, si no se plantea desarrollar unas vías de financiación efectivas y solventes, va a tener un problema muy serio. Segundo, personalmente no creo en “vías nuevas”. Primero porque generalmente no suelen ser tan “nuevas” y ya se probaron o están probando. Segundo, porque eso que llamamos “gente” directamente ni se molesta en las supuestas vías nuevas (que no lo son) y a la experiencia mía me remito. Tercero, porque no hay fórmulas mágicas y rápidas. Lo que funciona es lo que funciona, y qué casualidad que han sido cosas que llevan con sus variaciones décadas y décadas funcionando. Organización, disciplina, claridad en el proyecto, capacidad económica, militancia (no me estoy refiriendo al número –que también ayuda– sino al compromiso) trabajo constante, con los pies en el suelo, distinción entre planteamientos principales y pasos tácticos, agitación y propaganda, capacidad de análisis, etc. De hecho en tu mismo texto haces constantemente referencia a cosas “pasadas” como lo que acabo de decir, o el centralismo democrático, etc. Es sintomático por tanto que salgan constantemente esas cuestiones. Cuarto, porque creo que precisamente el explorar algunas de esas supuestas vías nuevas ha producido el fracaso de proyectos políticos (relajación militante, poca claridad en el proyecto, entrismo-ocultismo, indefinición y popurrís, falta de eficacia, burocratismo ultra-asambleario, inmediatismo, ultrateoricismo y poca práctica o exceso de práctica y falta de análisis, desorganización, mesianismo, eternos debates, falta de conexión con la realidad…) Eso no quiere decir, obviamente, que haya que hacer las cosas calcadas a como lo hacían en el siglo XIX, pero me parece que los planteamientos fundamentales son los que perduran y muestran su eficacia, independientemente de que haya que hacer adaptaciones a la coyuntura, cuestiones técnicas (márquetin, desarrollo informático, …) etc. Entiendo que es necesario tener una visión de trabajo a muy largo plazo, de resistencia, constancia y paciencia (con tranquilidad pero sin pausa) y, sobre todo, una visión de trabajo de hormiguita. Y, por supuesto, con mucha inteligencia.

5. Siguiendo con el tema, está la cuestión del sujeto “gente”. Muchas veces oigo “hay que llegar a la gente”. ¿Qué es la gente? ¿Nosotros no somos gente? Partimos de un concepto abstracto, que no dice nada a priori. En cierto modo es como el de “ciudadanía”. Hay que entender que las personas estamos condicionados por nuestras experiencias vitales, por nuestra situación en el modo de producción y por nuestra interpretación, comprensión y/o mediatización de la realidad en la que estamos imbuidos. En este sentido, realmente no sé a qué nos referimos con la palabra “gente”: ¿trabajadores, autónomos, personas de izquierdas, militantes de organizaciones sociales, empresarios, funcionarios? ¿Un poco de todo? La verdad es que, personalmente, necesitaría conceptos más concretos.

6. Y al hilo de eso, partiendo de lo que parece ser una propuesta más concreta tuya, me parece entender que tu planteamiento es juntarse un grupo de personas, hacer trabajo sobre unas pocas ideas básicas muy pegadas a la realidad cotidiana de la gente para ir generando una especie de “caldo de cultivo”, dinámica, o ambiente social, y cuando ese “caldo” sea lo suficientemente amplio generar un proceso de constitución con los correspondientes debates sobre los objetivos, etc. o incluso ir desarrollando esos debates al hilo del propio proceso de creación de ese “caldo”. Me parece entender que, resumidamente, es algo así. Corrígeme si me equivoco porque igual me he hecho una idea que no se corresponde con lo que querías decir. Partiendo de eso se me plantean varias cosas: lo que comentaba en el punto anterior, ¿a qué te refieres con gente? ¿militantes de diversas organizaciones digamos sociales (sindicatos, de barrio, vecinales…)? ¿trabajadores? ¿personas sin militancia?... ¿cuál sería el volumen de “gente” crítico para la creación de la organización política, 50, 100, 300, 1000? Por otra parte, ¿dónde está la novedad? Porque procesos similares se han hecho y se están haciendo y no les veo más eficaces de lo normal. Montones de “destacamentos comunistas” que esperan a que haya una mayor masa militante para constituirse en partido; o plataformas, asambleas o movimientos basadas en premisas muy básicas, etc. El MRG de Santander es un buen ejemplo, sí, logró juntar a mucha gente al principio pero fue un fracaso total. Y ¿cuál sería la diferencia con Cantabria No Se Vende? En esencia está haciendo algo parecido, juntando organizaciones de diversos ámbitos con personas sin militancia sobre unos puntos muy básicos, con mecanismos internos de debate y consenso (esto último lo digo también según lo que me comentaron ya que yo no estoy ahí) De hecho, conociendo cómo surgió el proyecto, la inspiración que tiene, y la idea a largo plazo de su promotor, si no se estanca, o se divide, lo más probable es que termine dando lugar a un proyecto político mezcla entre el municipalismo de las CUP y los planteamientos de la CHA, algo así como una especie de izquierda democrática, ecologista y con ribetes regionalistas (aunque no se defina así, pero en la práctica será una cosa de ese tipo) Claro que no soy futurólogo y las cosas pueden variar muchísimo, y pueden surgir factores y actores que modifiquen la situación, pero básicamente me parece que puedo afirmar sin riesgo a equivocarme (al menos mucho) que irían por ahí los tiros. Por otro lado, para tener una capacidad real para generar ese “caldo de cultivo” tienes que tener una auténtica organización seria que funcione como tal, y con los medios correspondientes (financieros, mediáticos, militancia, etc.) En este sentido, en la práctica ya se está creando el partido, sólo que con el hándicap de no tener ningún proyecto definido más allá de esas cuatro cosas básicas. Lo que también me lleva a la contradicción que supone desarrollar una “alternativa cántabra socialista” sin definir desde el principio lo que es “cántabro y socialista” –que en esencia creo que es lo que comentábamos en nuestro documento (apropiación de los medios de producción y organización del trabajo por la clase obrera, y poder nacional de autogestión a todos los niveles)– dejándolo para un proceso de debate en el que la “gente diga lo que es válido o no”.

7. Cuando nosotros empezamos con esta cuestión, uno de los aspectos que veíamos clave, es que necesitábamos algo que políticamente representara una opción para los y las trabajadoras desde una visión no sólo de clase sino también cántabra. En este sentido empezamos el proceso. Comento esto al hilo del, para mí, falso debate sobre la “unidad”. Obviamente todos queremos la mayor unidad posible, o contar con las máximas personas, sin embargo, la cuestión no es que nosotros planteamos el debate en torno a la necesidad de la “unidad” (entre quién, con quién y para qué) sino que lo que planteamos es la necesidad de tener un instrumento político de clase y cántabro. Los términos del debate, por tanto, pueden modificarse sustancialmente porque parten de puntos diferentes. No se trata de buscar la máxima unidad posible, sino de crear ese instrumento. Lógicamente nadie quiere que haya mil divisiones, pero por juntar a x personas más a mí, personalmente, no me parece bien tener que renunciar a una organización política de clase y cántabra. Si algo tengo bien claro es que los trabajadores tenemos que tener nuestra propia autonomía organizativa y política. Y a nivel cántabro lo mismo. A partir de ahí, y con ese objetivo-planteamiento efectivamente no tengo ningún problema. Puede ser o muy inclusivo, o muy exclusivo, según se mire. Fíjate en este texto:

“…Por consiguiente, la propiedad común de los medios de producción sólo puede llevar al 'socialismo' si es administrada por los propios productores, es decir, si la producción común se planifica democráticamente. La 'administración de cosas' no es un asunto apolítico meramente técnico, sino exige, a su vez, el control democrático. Sin embargo, tal planificación y control democráticos sólo son posibles si existe plena libertad de discusión, organización, publicación, etc.. Como ya lo señaló Rosa Luxemburgo en 1918, las conquistas de la revolución burguesa-democrática de ninguna forma pierden su importancia bajo el socialismo, sino que se hacen mucho más indispensables todavía. Desaparece la esfera 'libre de política' formada por las relaciones de mercado y la formación de la voluntad democrática cobra importancia universal. Por lo demás, algunos países del 'socialismo realmente existente' han introducido, cada vez más, relaciones de mercado en sus economías de planificación central, justamente para calmar el descontento de la población por la falta de libertad política, haciéndose, a la vez, más flexible y eficiente (especialmente Yugoeslavia y los planteamientos de una nueva economía en la Checoslovaquia del año 1968).


Pero el socialismo debe reconocer el significado y la justificación de la particularidad nacional y cultural. Debe aprender a traducir el universalismo humanista a un pluralismo humanista. Así como la resistencia y capacidad regenerativa de la naturaleza descansa sobre la mayor diversidad posible de las especies, también la fuerza y vivacidad de la humanidad depende de la pluralidad de culturas y pueblos individuales. Aun cuando la civilización industrial capitalista ha proporcionado a la humanidad tremendos progresos en la 'dominación de la naturaleza', cuya problemática tendremos que estudiar más detalladamente en el tercer punto, no debemos tampoco pasar por alto su efecto inhumano y nivelador que destruye peculiaridades nacionales a escala mundial. Esto no quiere decir que rechacemos la adopción de la ciencia y tecnologías europeas y norteamericanas, por parte de otros pueblos, pero sí exigimos su aplicación consciente respetando las necesidades concretas y peculiaridades de cada caso. La dinámica expansiva del industrialismo capitalista (que había derribado murallas chinas con sus productos de algodón baratos), descrita por Marx con tantos aplausos ambivalentes, la vemos en la actualidad con mucho más crítica y escepticismo. Es legítima la resistencia contra ese expansionismo que ha 'marginado' a la mitad del mundo. Esa resistencia no impedirá el progreso posible y razonable si, en interés de los pueblos mismos, uno se apropia, de forma selectiva y productiva, todo lo que sea 'útil', y no de lo que las metrópolis industriales prefieran exportar.

Así pues, un mundo socialista no sería precisamente uniforme y homogéneo; al contrario, no se contentaría con tolerar y respetar las particularidades nacionales, sino que realmente las estimularía. …”

Es un extracto del artículo ¿Tiene un porvenir el socialismo?” de la revista Nueva Sociedad de Septiembre-Octubre de 1.980. El autor es Iring Fetscher, miembro de la Comisión de los Valores Fundamentales, adjunta a la presidencia del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Cierto es que es de 1.980, y en otros contextos (y también como tú bien sabes el PSD Alemán fue el primero en Europa en renunciar al marxismo y el socialismo en 1.959, lo que hace más significativo, por tanto, que alguien de un órgano de la dirección escriba eso) pero esto a uno le lleva a preguntarse ¿tantos problemas habría, por tanto, para recuperar ese sentido socialista y obrero, y con una base cántabra? Bueno, a lo que se ve parece que sí, pero no tendría por qué. No se trata de hacer abstracción y derribo de todas las tendencias, corrientes o divisiones políticas en las que, a lo largo de la historia, se ha dividido el movimiento obrero (muchas de ellas producto de circunstancias muy específicas, y/o de cuestiones táctico-estratégicas que en parte hoy día ya no se producen) pero al menos sí se trata de volver a recuperar esa centralidad de la clase trabajadora y ese sentido antiimperialista-cántabro. Yo, en principio, no tendría problema en juntarme con un socialdemócrata como el de arriba, ya discutiremos las vías tácticas y estratégicas más adecuadas, pero el objetivo no es juntar a toda la “izquierda”, o a toda la “gente”, o a todos los “cantabristas”, no, es crear ese instrumento político de la clase trabajadora cántabra que sirva para la toma del poder.

Sexto
Como última anotación, quiero comentar lo de “…Hecho en falta, de siempre, entre las posiciones soberanistas e independentistas cántabras, una valoración valiente y honesta de cuál sería el precio, para los cántabros (Cantabria no dejará de ser un ente abstracto), en términos de bienestar, de igualdad de oportunidades, de desarrollo integral, de sostenibilidad, a pagar por la conquista de la libertad política colectiva…”. Parto, de entrada, del punto de que estoy de acuerdo contigo en que es necesario ir profundizando en ese aspecto. Comprenderás que de la noche a la mañana no es posible hacerlo, pero sí que es necesario ir concretando dentro de las posibilidades, y de las lógicas variables y cambiantes de la tecnología, información, cambios productivos y de consumo, etc. Ten por cuenta que hay cosas que no son tan fáciles de definir, ¿quién sabía hace 30 años de las necesidades actuales de informatización y expansión de redes de internet? Por poner un ejemplo. Pero aparte de eso, sí tengo la sensación de que siempre tengo que pasar por una especie de “examen” cada vez que sale esta cuestión. Sobre el carácter socialista, sobre la viabilidad, etc. cuestión que en ningún momento veo que se planteen a otras opciones. ¿Alguien se molestó en explicar cómo va a ser viable una sociedad socialista, sea a nivel cántabro, español o europeo? ¿Cómo se van a hacer los cálculos de los precios, la planificación de la producción, la contabilidad? ¿Cómo se van a calcular o establecer los salarios? ¿Habrá salarios? ¿Cómo se combina el centralismo inherente a la planificación, con el control democrático por parte de los trabajadores? ¿Cómo combinamos la necesaria especialización técnica con la participación obrera? ¿Cuáles son los costes de la burocracia que necesariamente va a tener que existir? ¿O realmente se cree que se puede funcionar sin unos mínimos de burocracia? ¿Cómo se haría? ¿Cómo se estructuraría políticamente y a nivel jurídico? ¿Se permitiría pluralismo político y sindical? ¿En una sociedad socialista puede haber huelgas? ¿Y los costes en defensa? ¿La ayuda exterior? ¿Con quién vamos a comerciar y en qué condiciones? Y, aparte de todo esto ¿Cómo se combina el socialismo con los nuevos “mantras” asumidos por la aplastante mayoría de la llamada “izquierda” sin ningún tipo de análisis, pero que están bien extendidos, como el decrecimiento, la denostación de lo industrial, la ultravalorización e idealización más allá de lo racional de producciones extensivas agro-ecológicas? ¿Seremos capaces de dar de comer a la gente? ¿Y qué hacemos con los tan demandados derechos de los animales, etc.? En fin, podríamos seguir así hasta el infinito. Lo que sí tengo que decir es que, aún como ya dije estando de acuerdo con que hay que ir esbozando parámetros de viabilidad y construcción de esa Cantabria independiente y socialista, tampoco no me parece normal el nivel de exigencia que se nos hace a la “nueva generación” para entendernos, máxime con gente que ya tenéis una edad. Se supone que en la primera asamblea nacional de 1.983 ICU se declara izquierda revolucionaria nacionalista, sin embargo de la gente que estuvo allí metida, posteriormente a la “implosión” no salió nada en esa clave. Ni siquiera un grupo de opinión o foro de debate. O al menos yo no tengo conocimiento. Lo cual también es significativo y da qué pensar sobre quiénes realmente se creían eso. En ese sentido, los más mayores habéis tenido 30 años para, al menos, ir “haciendo algo” en el sentido que tú hablas, o, al menos, haber concretado algunos parámetros de carácter teórico. Sin embargo nada de nada, o casi nada (salvo un libro y alguna ponencia para el PRC, ADIC y el proceso de unidad sindical de principios de los 90. Todos que yo sepa hechos por Alegría) En este sentido, otra de las cuestiones que se planteaban de cara a desarrollar un proyecto político socialista, obrero y cántabro, es precisamente para ayudar a dejar unas estructuras, una base, que sirvan de puente para las posibles nuevas generaciones y que éstas no tengan que empezar de cero, o casi de cero, como nosotros/as.


CONSTRUYENDO...4



RESPUESTA, de Jacobo, a “APUNTES CRÍTICOS”

Hola, he tenido la oportunidad de leer los dos textos que enviaste, Propuesta para una alternativa cantabra y socialista y apuntes críticos al texto ; propuesta para un partido de los trabajadores de Cantabria, lo primero es agradecerte la respuesta y la critica , creo que en algunas cosas , más de las que parece en un principio podemos estar de acuerdo, otras deberíamos debatirlas.

en qué estoy de acuerdo plenamente con respecto al primer texto?:

Organización política con todas las consecuencias.
Organización con una orientación fundamental: socialista - cántabra
Organización, inicialmente,  promovida por un grupo reducido de personas, con compromisos  personales claros.
Estrategia de concienciación, desde la base, que cree las condiciones para una participación posterior más amplia.
La organización que pretendemos considera primordial llegar a la definición de objetivos últimos, a largo plazo e intermedios, y de una estrategia para alcanzarlos, sin miedo al debate y a la depuración de ideas, sino considerándolos imprescindibles.

 También señalo algunas cosas del texto, que o bien no comparto o sencillamente me cuesta entender;

-¿como se desarrolla esto de dirigirse a la gente sin intermediarios y que sea la gente la que haga la depuración?, entiendo que seria en una posterior a crear un grupo reducido de personas que tengan el compromiso de empezar.

-no tendríamos más aspiración que sembrar cuatro ideas básicas, que no sean ni siquiera el germen de un programa, sin pretensiones manifiestas de obtener réditos políticos electorales. en esto estoy de acuerdo en la primera parte de sembrar cuatro ideas básicas, para concienciar por la base, no entiendo lo de que no serian una ideología , ¿por que no? , entiendo que serian las ideas más básicas a las que se puede reducir una propuesta de orientación Socialista - cantabra. En el largo plazo (y esto es mucho suponer) si existiera la posibilidad de ir a unas elecciones, con unas condiciones aceptables (no a darnos el gran piñazo), creo que no deberíamos limitarnos o renunciar desde un principio.

Sobre el segundo texto;
NO entiendo nada de los círculos concéntricos , no se de donde sale , no os siente mal , bueno expreso esto primero para despejar un poco el tema, en lo esencial;

Es cierto que no incorpora un análisis sobre la izquierda a la cual pertenecemos, realmente este análisis al menos a nivel personal si lo hacemos, ¿deberíamos haber sido más valientes y hablar claro al respecto? , quizás si, la razón de no hacerlo es no provocar un rechazo inmediato de la propuesta, ya que la critica puede quedar en un primer plano y la propuesta de organización pasar de largo. En este sentido puedo decir sin faltar a la verdad, dos o tres buenas razones por las que decidimos finiquitar Abora, pero no me siento legitimado para hablar de otras organizaciones, sobre Abora ; 1 falta de compromiso militante , 2 una estrategia errónea de lo que se vino a llamar mpcl, que sin ser Abora impulsora de esta estrategia si fue perdedora.

sobre lo que apuntas de la voluntad de autocrítica; el gran problema a mi entender de porque  no hay una autocrítica en nuestra izquierda, creo que es por que sienta mal, directamente , no comprendemos que la critica puede ser un motor de reflexión y aprendizaje mutuos, que la critica nunca se debe ver exclusivamente como buena o mala, o como un ataque, si no como un mecanismo con el que establecer una dialéctica de aprendizaje, debate , etc, desde luego vivimos las criticas como ataques a nuestras posiciones incluso a veces se viven como ataques personales, hay que hacer el esfuerzo tanto de hacer criticas (aunque parezcan duras) pero que tengan la voluntad de aportar y de establecer diálogos, aprendizajes, como de no ofenderse en lo personal a la primeras de cambio, (esto sucede, también a mí.)

Sobre lo que apuntas a la concienciación de la clase obrera, para su subjetivación, creo que tu apreciación es errónea en cuanto a lo de un trabajo desde fuera, el objetivo era recalcar la relación entre condiciones objetivas (materiales) y subjetivas (ideológicas) , con la intención de que se viera la importancia que en la formación de la conciencia de clase puede tener el trabajo político, desde las organizaciones de clase , ya sean , partidos, sindicatos , etc., si no ¿desde donde? , entiendo que propones desde una "organización política con todas sus consecuencias" y el como "ir a la gente sin intermediarios", al menos estamos de acuerdo en hacer un trabajo político , desde una organización política, debatamos entonces que trabajo hay que hacer y como hacerlo

La falta de una valoración valiente y honesta de cual sería el precio , de las posibles renuncias a cambio del gran logro, la libertad.(resumido), siendo cierto, esto no es solo achacable al independentismo y al soberanismo , es consustancial a la izquierda (incluso lo que no es la izquierda), la verdad es que a esto es mejor no responder "al primer bote" , habría que madurarlo, también es cierto que seguir por la senda del capitalismo tiene también su precio .

Lo del consumo y el consumismo, se pretendía mostrar en el texto (se ve que con poco éxito), el valor ideológico y simbólico del consumo y por tanto su influencia en la conciencia e identidad, simplificando; que preferimos identificarnos  con lo que consumimos y no con lo que producimos,(referido a un momento histórico concreto) ¿discutible? desde luego, pero no estamos culpabilizando a la gente por consumir, pretendemos valorar su peso en la identidad y conciencia.

Conclusión;

Creo que podemos estar de acuerdo en los fundamentos generales, a la hora de organizarnos, es posible que haya que hacer un análisis más amplio y más critico, los textos habrá que mejorarlos porque se hace evidente que no cumplen el cometido, me gustaría que se tuvieran más claros , los contenidos ideológicos de la organización, aunque entiendo que en tu propuesta esto se supedita a un proceso dialéctico posterior entre la organización y la gente.





CONSTRUYENDO...3




APUNTES CRÍTICOS AL TEXTO “Por un Partido de los Trabajadores Cántabros”
Respuesta de Mario

De entrada, demasiado documento, para empezar, según mi humilde opinión, porque puede producir enfrentamientos prematuros de posiciones un tanto consolidadas, que pueden ser irreconciliables. Eso, por lo tanto, condiciona el debate antes de empezar y no creo que sea lo más conveniente. Auguro, además, que será poco viable.

Personalmente, por otra parte, me encuentro un poco perplejo. No sé en cuál de los anillos concéntricos me encuentro, si estoy entre la “gente dispersa” o dónde y, por lo tanto, no sé a quién o quiénes puedo dirigir mis opiniones y por quién serán escuchadas. De cualquier forma, mis planteamientos difieren bastante de los contenidos en el texto, sobre todo en los aspectos prácticos que, por otra parte, considero fundamentales.

Yendo al texto.

Creo que el análisis que hacéis es meramente descriptivo de la situación, aunque sea bastante completo. Sin embargo, no analiza en profundidad las causas que le han dado origen: además de la dominación material de la clase obrera y la dominación invisible (ideológica), hay una base natural en la que se apoya esa dominación, hay que contar con el “colaboracionismo papanatas ciudadano” que tanto nos exaspera, con el legítimo disfrute de los logros del trabajo por quienes lo han realizado, aunque sea bajo un sistema ilegítimo, con la distinción entre consumo y consumismo… Y no es que tengamos que asumir los trabajadores ninguna culpa, sino que habrá que tener en cuenta, siempre, las tendencias naturales de la gente y sus aspiraciones legítimas. Dicho de otra forma: no podemos ser maniqueos con la gente porque tenga ganas de vivir, salvo que pasemos de ella.

De cualquier manera, no considero preciso, en esta primera fase, afinar demasiado en el análisis, así que el documento lo cumple con creces.

Sin embargo, el texto no es incisivo en lo que, a mi entender, debería serlo: no incluye análisis, ni siquiera descriptivo, del estado en que se encuentra la “parte de la izquierda no involucrada, marginada, guetizada” a la cual pertenecemos. En esto no se moja el texto, y es algo que, personalmente, hecho en falta, y observo que no mojarse en esto es algo generalizado entre esa izquierda. Hablamos, sí, de la izquierda liberal, socialdemócrata, reformista, parlamentaria,…oficial, pero nunca nos atrevemos a valorar (autocrítica)  el grado de asunción, por esta otra izquierda, de los valores y las formas, métodos, etc. de la democracia liberal-capitalista que promete-oculta-engaña-manipula-infantiliza-impone-aliena. ¿Lo hemos hecho todo bien hasta ahora? ¿Por qué nos tenemos que plantear continuamente empezar de nuevo? Personalmente llevo años insistiendo en esto, buscando explicación de por qué la gente no ha querido seguir o no ha sabido comprender a la izquierda más consecuentemente defensora de sus intereses. Siendo honestos, no podemos echar toda la culpa al empedrado o a los demás. Tampoco a la flojera mental y el egoísmo del conjunto de los trabajadores.

¿No hay voluntad de autocrítica? Toda crítica se hace en referencia a algo, a unos principios, a una estrategia, a unos planes, a una tradición, a unos compromisos. ¿Será que “nuestra izquierda” no tiene ni principios, ni estrategia, ni planes, ni tradición, ni compromisos diferentes a los de la izquierda “oficial” a la que criticamos?

Incluye el texto definiciones teóricas aceptables, desde mi humilde punto de vista marxista y de clase, sobre la caracterización de una alternativa política socialista-cántabra, la necesidad de organización, etc. Pero ese tipo de discursos, como propuestas repetidamente ensayadas, está amortizado. Si no decimos y hacemos algo más (¿nuevo?), fracasaremos, de entrada. Si sólo vamos a la gente a decirle que hay que expropiar a los expropiadores, que hay que tomar el poder y planificar la economía, que tenemos que ser soberanos e independizarnos, que hay que comprometerse, seguirán sin entendernos o, en el menos malo de los casos, sin atendernos, porque su interés y preocupación suele estar en otro sitio.

Tampoco ensaya el texto la introducción de un lenguaje que contrarreste la degeneración de los conceptos que sistemáticamente produce el poder, y del que nos hacemos ingenuamente cómplices, aunque aquí no sea necesario, ya que no es un texto propagandístico. Pero, no está de más que empecemos a ensayar, desde el principio, algo que considero urgente e imprescindible: hablar, también entre nosotros, con un lenguaje menos grandielocuente.

Lo que más me preocupa, con todo, es que desemboca vuestra propuesta en concepciones por mí rechazables en cuanto a la estrategia de construcción de la organización que también son esenciales.

En esa búsqueda de razones de nuestro histórico fracaso, he llegado a algunas conclusiones.

El método de los anillos concéntricos ya lo hemos ensayado. Recuerdo el intento de RAIZ. Hablábamos de crear un “movimiento realmente nuevo”, pero no fuimos capaces de creérnoslo y menos de ponerlo en marcha. Algunos sólo pensaban en la rueda de prensa de presentación. Lo de culminar “todo un proceso constituyente para echar a andar ya públicamente” me suena a aquello. Parece el camino más rápido pero, dada la  particular situación de “sálvese quien pueda” en que se encuentran los “elementos más concienciados” que están organizados, creo que el método no tiene recorrido. Hay poca o ninguna voluntad de confluir, ni siquiera de debatir. Y ¿cómo llegar a la “gente dispersa”? ¿Tenemos voluntad de incorporar a ese proceso constituyente a la gran masa trabajadora y del pueblo? ¿Esperamos que la gente sea algo más que un fiel votante? ¿Qué medios vamos a poner en marcha para conseguirlo?

Por otra parte, si no se desarrolla algo más la filosofía de los círculos, puede resultar un centralismo más, de ida sin vuelta, y un izar banderas en busca de adhesiones, sin más. De ese tipo de alternativas ya tenemos algunas y no pasan de una presencia testimonial.

Tampoco vale la concepción del “trabajo en red”, porque si la red se rompe deja de serlo, por su propia esencia. Y es precisamente eso, romper la red lo que hace falta.

Tampoco vale el concepto del “centralismo democrático leninista” si se ejerce mecánica y rutinariamente, como lo han hecho la mayoría de las organizaciones que se denominan marxistas-leninistas. Mi experiencia en el ejercicio del “centralismo democrático, es que el camino de ida y vuelta no se completa. Los “organismos intermedios”, los círculos concéntricos de la periferia, porque miran obsesivamente “hacia arriba”, se convierten en un filtro de la corriente que viene “de abajo”. Concibo el centralismo democrático como una retroalimentación consciente y regulada entre la base y los “elementos más conscientes” (aquí no los llamaremos vanguardia ni dirección), una relación dialéctica por la cual, las propuestas que nacen de “arriba” (o del centro) necesitan, imperiosamente, ser experimentadas “abajo” (en la periferia o, incluso, fuera de ella). Sólo la puesta en práctica de una mayoría puede transformar las ideas en fuerza material, dejando de ser meras ideas, y siendo, a la vez, depuradas por esa práctica, experiencias depuradas sobre las que puedan construirse las siguientes propuestas. En el método de los anillos concéntricos, ¿dónde terminan los elementos más conscientes y empieza la mayoría de los menos conscientes? ¿Dónde quedan los que consideremos nada conscientes?

En cuanto a la concienciación de la clase obrera, para su subjetivación, tal como la concibe el texto, parece un trabajo desde fuera, serio, concienzudo pero… desde fuera, influenciado, quizás, por la vulgar y socorrida interpretación de la tesis leninista de que “espontáneamente, por sí misma, la clase obrera no es capaz de llegar a los conocimientos necesarios para hacer la revolución”. Tiene ese tufillo. Las afirmaciones del “¿Qué hacer?” leninista han sido sacadas intencionadamente de contexto en el que y para el cual fueron formuladas. Ha sido uno de los argumentos postmodernistas más empleados para desprestigiar al gran político. Elevarlas a categoría, sin embargo, como ha hecho parte de la izquierda autodenominada marxista-leninista, ha desembocado siempre en estrategias de concienciación similares a las que hace el poder, aunque en sentido contrario, colocándose, de cualquier manera, fuera de la clase.

No se puede hablar de elementos más o menos conscientes, sino conscientes de distinta manera. ¿O no es plenamente consciente el desahuciado cuando ve llegar al oficial del juzgado? Tampoco se puede decir que hay dos conciencias de clase distintas, la de la “vanguardia” que conoce la esencia de los procesos de la explotación y el camino para combatirla, y la de la base que conoce sólo las consecuencias concretas y cotidianas de esa explotación. El “en sí y para sí”. No puede existir la una sin la otra. El paso de una a otra no es un camino lineal. El reto está en enfrentarlas dialécticamente para alcanzar su síntesis. El reto está en la praxis. No podemos sustituir una alienación por otra. Tenemos que ser conscientes de la existencia de “dos mundos políticos”: uno más o menos “lleno” de política, y otro políticamente casi vacío, pero cargado de lucha por la vida. No se trata de elementos más o menos conscientes, sino de conscientes de distinta forma. Ambos se complementan. Uno, el de quienes luchan directamente por la vida, tiene la conciencia de clase en germen, por lo que es receptivo y aporta la experiencia. El otro aporta la idea, pone nombre a los anhelos de la gente, encuadra la experiencia individual y concreta en una visión global, y la devuelve, contrastada con la práctica de esa misma masa que parece caminar ciegamente, sin conciencia de sí misma y de lo que representa.

Por eso, creo, hay que dirigirse, desde el inicio, a la gente, sin intermediarios, saltarse todos los anillos y llegar al vacío político del que extraer experiencias de lucha por la vida y, sobre ellas, construir la idea, la conciencia política, la conciencia de clase. Que lo hayan hecho otros antes que nosotros no nos exime de intentarlo constantemente, pues la realidad constantemente cambia.

¿Qué hacer con los círculos intermedios, con los elementos más conscientes? Respetarlos. Que sea la gente, en todo caso, quien les juzgue. Si nos encontramos en ese camino de “ir a la gente” honestamente, bienvenidos. Y, si podemos hacer, en adelante, el camino, juntos, mejor. Y, si hacen demagogia, desenmascararlos.

Y ¿quiénes seríamos “nosotros”? Lo sabremos cuando empecemos a poner sobre la mesa estos planteamientos. Pero tampoco esperaríamos a ser muchos para empezar.

¿Cómo llegar a la gente?

En el breve borrador que os hacía llegar apuntaba algunas cuestiones concretas, aunque poco desarrolladas, sobre el cómo. Quizá entre lo allí escrito y esto de ahora haya alguna contradicción. Es posible. No tengo mucho interés en comprobarlo. Pero el pensamiento es así. El ejercicio mismo de pensar, cuando has hecho tu elección fundamental y previa, te va llevando detrás de una lógica y de unos objetivos.

Aquí, sí tengo que decir algo fundamental sobre el con qué.

Hecho en falta, de siempre, entre las posiciones soberanistas e independentistas cántabras, una valoración valiente y honesta de cuál sería el precio, para los cántabros (Cantabria no dejará de ser un ente abstracto), en términos de bienestar, de igualdad de oportunidades, de desarrollo integral, de sostenibilidad, a pagar por la conquista de la libertad política colectiva. Dicho de otra manera, cómo los cántabros conseguirán equilibrar su balanza de pagos con el exterior, cómo lograrán la independencia energética y alimentaria, cómo alcanzarán la rentabilidad de sus producciones para hacerlas vendibles, en base a qué factor elevarán su productividad… Porque si hay que lograrlo a base de aumentar la carga de trabajo, o de plantar los montes de molinos de viento, o de renunciar a los pájaros que tenemos en la mano, fruto de la explotación y la dependencia, a cambio de ciento volando… hay que decirlo. No basta decir lo mal que estamos con este régimen de dependencia y explotación, sino que hay que hablar de la realidad futura, de las posibles renuncias a cambio del gran logro, la libertad. Aquí sí que hay que hacer un trabajo de explicación para ser creíbles. Hay que ser valientes. Pero no es tan difícil. Nosotros no tenemos que inventar ideologías para concienciar. Simplemente tenemos que hacer un análisis objetivo de la realidad y trasmitirlo. A diferencia de la burguesía, nosotros sí podemos prometer lo que ofrecemos. Pero hay que ser capaces de demostrarlo.

Hasta aquí mi perorata estrafalaria y radicalota (¿?). Difícilmente me podréis incorporar a vuestro debate, lo asumo, pero quede claro que estoy dispuesto. Llevo bastante tiempo clamando en el desierto y reconozco que no encuentro mucho eco. Sin embargo, la realidad es tozuda. Así nos luce el pelo. Por eso no dejo de preguntarme, insisto, ¿por qué, después de tanta dedicación y entrega, de tanta reflexión y debate, de tanta generosidad por nuestra parte, la gente no confió en nosotros, no nos siguió, no nos escuchó, siquiera, y prefirió seguir apoyando a quienes la explotaban, la manipulaban, la embaucaban y seguían ciegamente fortaleciendo con su apoyo a quienes eran el origen de sus males? Esto es muy serio ¿no? Algo habremos hecho mal. Y lo tendremos que descubrir y corregir.