1.-CONSTRUIR UNA ALTERNATIVA
CANTABRA Y SOCIALISTA
Texto elaborado por Mario, simultáneamente
con el de Pedro y Jacobo, desconociendo, por tanto su texto.
Por alternativa entendemos, no
sólo, algo diferente a lo actualmente existente, sino algo posible y con tirón
para alcanzar la fuerza suficiente con que llegar a ser realidad.
Si la alternativa que pretendemos
ha de ser cántabra y socialista, hablamos de transformación profunda de nuestra
realidad. Y de enfrentamiento. Y consecuentemente, también, de acumulación de
fuerzas, de unidad de acción, de capacidad de decisión, y de organización.
Estamos hablando de política. Y
de algo más que un deseo. Hablamos de una necesidad. Una necesidad bastante
extendida y que mucha gente se plantea, a la vista de la degeneración de la
política existente, si bien con poca o ninguna esperanza de que una alternativa
real se pueda construir. El tema no es baladí. En los tiempos que corren,
hablar de alternativas parece utópico. Pero, porque precisamente estamos
hablando de política y de construcción, tendremos que hablar de proceso. Nada
surge de la noche a la mañana y, menos aún, espontáneamente, ni partiendo de
cero. La clave, por tanto, es ser consciente de que siempre se puede empezar. E
intentarlo.
No obstante, y a la vista de lo
que tenemos alrededor, está claro que existen diversas formas de entender la construcción
de esa alternativa. Somos todos hijos de un pasado y formamos parte de un
presente y habrá que tener en cuenta
todo lo que nos rodea.
Hay quien dice que ya tiene la
alternativa y que sólo hace falta que se una a ella mucha gente. Generalmente son
gente que pertenece a organizaciones supuestamente distintas, pero que han
nacido del mismo tronco teórico y político que otras que ya han demostrado su
inutilidad para defender efectivamente los intereses de la clase obrera y del
pueblo. O renovarse o morir.
Otros (una mayoría, quizá)
piensan que nada de lo habido o de lo ya existente vale. Que es necesario crear
algo “de nuevo tipo”. Pero qué: ¿un nuevo partido? ¿un movimiento global? ¿un
movimiento de movimientos?
Hay quien cree que no se puede
hacer nada práctico y efectivo que no sea global, y que agrupe a todos aquellos
que pretenden construir esa alternativa. Habría que crear una nueva
internacional o, como mínimo, una organización a nivel del estado español, pero
no dicen cómo dar los primeros pasos.
También están quienes se apoyan
en el hecho de que hay mucha gente (cada vez más) que se ha puesto en marcha
espontáneamente para reivindicar algo concreto o defenderse de una agresión
determinada, y que eso es lo que vale, gente en movimiento, y que basta con
coordinar los diferentes colectivos para formar un frente común, respetando su
iniciativa y personalidad particular, sin la necesidad de fijar unos objetivos
comunes a medio o largo plazo. Incluso consideran que enzarzarse en un debate
de ese tipo acabaría con las potencialidades del movimiento. Existen hoy
multitud de colectivos, plataformas o “mareas” que luchan en determinados
campos, sobre la base de, o no concretar mucho para hacer posible que se sume
mucha gente, o de concretar demasiado. Es el caso de diversos colectivos que
luchan por objetivos puntuales, conseguidos los cuales, no aseguran su
continuidad, ni su intención de agruparse con otros colectivos, como no sea
para buscar apoyo a sus demandas particulares mientras dure su lucha. Unos por
su excesiva indefinición y otros por su exagerada inmediatez, ninguno ofrece
una perspectiva creíble de continuidad y claridad de dirección a medio y largo
plazo.
Hay quien defiende que si el
movimiento es asambleario, tarde o temprano, el instinto y sentido común de la
gente (no tanto su conciencia de clase) traerá como consecuencia la unidad del
movimiento. El asamblearismo es, para ellos, como una segunda “mano invisible”,
con virtualidades similares a las del mercado liberal-capitalista para poner a
cada uno en su sitio.
Existe también el debate del
ámbito en que debería trabajarse para llevar a cabo la construcción y, ponerse
de acuerdo en esto es, para algunos, condición sine qua non para empezar. El falso
debate sobre internacionalismo y los nacionalismos, independentismos y soberanismos,
considerado como una cuestión previa, resulta estéril e impide, en muchos
casos, ponerse en marcha y dar los primeros pasos.
En nuestra Cantabria, donde todos
nos conocemos, sería fácil poner nombres y apellidos a cada una de esas
tendencias, pero no es necesario. Es más, sería contraproducente, nos
predispondría gratuitamente antes de empezar. En parte, porque la mayoría no
son excluyentes (¿?) y, en parte, porque todas pueden complementarse. Y, sobre
todo, porque no podemos trabajar en base a la etiqueta que pongamos de antemano
a cada uno, pensando que lo defina de una vez por todas. No se trata de ignorar
dónde está cada uno, ni de situarse en un punto intermedio, ni de hacer una
síntesis, sino de observar y tener en cuenta las distintas tendencias y su
dirección y desarrollo y el eco que producen entre la gente.
Lo que sí es cierto es que hay
gente a la que ninguno de los planteamientos expuestos, considerados por
separado, le parece que sea suficiente, aunque no llegue a despreciarlos. Entre
esa gente nos encontramos algunos. También hay quienes se escudan en la “excesiva”
diversidad existente para no comprometerse, ya que consideran la unión
imposible.
Algunos nos encontramos entre los
que consideran que lo que hay no es suficiente o no es lo más urgente. La
clave, para quienes así pensamos, está en saber descubrir los puntos en que
coincidimos, si los hay, o si los desacuerdos son fundamentales; está en saber
si efectivamente coincidimos en los objetivos últimos y, en qué medida, también
en los intermedios y, sobre todo, en la estrategia a seguir, no sólo, para
alcanzarlos, sino también para definir esos objetivos. Si no somos
capaces de llegar a la gente con un solo planteamiento nuevo al respecto,
parece claro que fracasaremos, ya de entrada.
A esta “fiesta” estarían
invitadas todas las opciones, salvo aquellas, lógicamente, que consideren que
ese camino ya lo tienen recorrido, aunque no hayan seguido los mismos pasos.
Lo recurrente sería abrir un foro
de debate público y permanente, en el que participasen todas las opciones,
pero, no hay disposición a la autocrítica y el debate, y menos si es público.
La situación del “sálvese quien pueda” por la que pasan los distintos
colectivos, parece que lo hace, hoy, inviable.
Además, el camino para encontrar
esos puntos de acuerdo o desacuerdo no pasa por sentarse alrededor de una mesa,
los distintos colectivos u organizaciones, y ponerse a discutir las distintas
opciones, y consensuar, cediendo, unos más y otros menos, sino por dirigirse
a la gente, sin intermediarios, y que sea la gente la que haga la
depuración, la que vaya diciendo lo que hay que apoyar y lo que no. Ante todo,
publicidad y transparencia. La defensa a ultranza de la mayor unidad posible no
debe estar reñida con la defensa, sin ambages, de las posiciones de cada uno.
A falta de ese debate colectivo,
la alternativa sería crear nosotros un punto de referencia, con un nombre, inicialmente
no necesariamente muy definitorio, pero sí suficientemente sugerente, que haga
la disección necesaria del panorama, en cada momento, que provoque el debate.
Para ello, será muy útil, si no imprescindible, contar con un medio de
expresión propio, de tal manera que siempre se relacionen las ideas
publicitadas con el sujeto que las emite, y posibilite que, quienes se
identifiquen con ellas, sepan dónde y con quién agruparse.
En una primera etapa, “no
tendríamos más aspiración” que sembrar cuatro ideas básicas, que no sean ni
siquiera el germen de un programa, ni que tan siquiera representen una
ideología propiamente dicha. Cuatro ideas de sentido común. Sin pretensiones
manifestas de obtener réditos específicamente políticos, electorales, por
ejemplo. Pero con un trabajo políticamente organizado e intenso. Sembrar cuatro
ideas de cajón que lo inunden todo de crítica y de respuesta, macizar, como
dirían los pescadores, para llamar, después, al cabo de un tiempo, y a la vista
del eco obtenido, a la definición conjunta de un programa abierto, y seguir
buscando adhesiones que incorporen nuevas ideas, en un proceso continuo de
construcción. Es una estrategia, para llegar a definir los objetivos, distinta
de las conocidas hasta ahora.
A la par, desarrollaríamos una
labor permanente y organizada de abrirnos paso en los medios de difusión.
En cualquier caso, opinaríamos de
todo, y no tanto de ideologías, de derechas o izquierdas, cuanto de la política
concreta de la derecha y de las políticas concretas de las distintas izquierdas
o pseudoizquierdas, e institucionalizaríamos un nuevo lenguaje llano, asequible
a todo el mundo, que llame a las cosas por su nombre, y supere la degeneración
a que ha llegado la utilización de algunos conceptos fundamentales.
La elección de las “cuatro ideas
básicas” a sembrar, en la fase previa, habrá de tener en cuenta el momento o la
fase sociopolítica en que nos encontramos. No es lo mismo contrarrestar un
avance galopante de las ideas fascistas,
que hacer frente a una situación de “calma chicha” y de estabilidad social, o
vernos arrollados por un pujante “levantamiento” popular. Para cada una de esas
hipotéticas situaciones, las necesidades de respuesta son distintas. Y habrá
que ser rigurosos en la caracterización de cada fase y su evolución, teniendo
en cuenta que nunca se darán “químicamente puras” y que tampoco permanecerán
estáticas e inamovibles. ¿Cuáles serían, por tanto, esas cuatro ideas de cajón?
Dependerá del conocimiento que tengamos de la correspondiente actualidad, de la
caracterización que hagamos del momento, pretendiendo siempre, con ellas, dar
respuesta a los interrogantes que el momento plantea y sus consecuencias.
El resto de la estrategia
dependerá de lo acertado de nuestros planteamientos y de la acogida que reciben
de entre la gente.
Está claro que, para estar “preparados”
para esa labor, hay que trabajar mucho, individual y colectivamente, en la
sombra y a la luz del día, con disciplina y eficacia, pues no están los tiempos
para malgastar esfuerzos.
Resumen.
Organización política, con todas
las consecuencias.
Organización con una orientación
fundamental: socialista-cántabra
Organización, inicialmente,
promovida por un grupo reducido de personas, con compromisos personales claros.
Estrategia de concienciación,
desde la base, que cree las condiciones para una participación posterior más
amplia.
Organización con objetivos
políticos claros, mediante un programa abierto, sujeto a la evolución de los
acontecimientos y a la incorporación de elementos activos. La diferencia, con
los partidos al uso, es que éstos parten de una definición ideológica, política
y estratégica cerrada; y con un movimiento o “movimiento de movimientos” es que
la organización que pretendemos considera primordial llegar a la definición de
objetivos últimos, a largo plazo e intermedios, y de una estrategia para
alcanzarlos, sin miedo al debate y a la depuración de ideas, sino
considerándolos imprescindibles.
Organización sin plazos previos,
pero en permanente movimiento.
Organización muy pegada a la
realidad.
Aparentemente, puede parecer que
existen muchas contradicciones en el planteamiento, pero es precisamente el
abandono de la visión dialéctica de la realidad social la que hace inútil la
acción política cuando no se tiene el poder.
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