jueves, 25 de julio de 2013

CONSTRUYENDO...2



1.-CONSTRUIR UNA ALTERNATIVA CANTABRA Y SOCIALISTA
Texto elaborado por Mario, simultáneamente con el de Pedro y Jacobo, desconociendo, por tanto su texto.

Por alternativa entendemos, no sólo, algo diferente a lo actualmente existente, sino algo posible y con tirón para alcanzar la fuerza suficiente con que llegar a ser realidad.

Si la alternativa que pretendemos ha de ser cántabra y socialista, hablamos de transformación profunda de nuestra realidad. Y de enfrentamiento. Y consecuentemente, también, de acumulación de fuerzas, de unidad de acción, de capacidad de decisión, y de organización.

Estamos hablando de política. Y de algo más que un deseo. Hablamos de una necesidad. Una necesidad bastante extendida y que mucha gente se plantea, a la vista de la degeneración de la política existente, si bien con poca o ninguna esperanza de que una alternativa real se pueda construir. El tema no es baladí. En los tiempos que corren, hablar de alternativas parece utópico. Pero, porque precisamente estamos hablando de política y de construcción, tendremos que hablar de proceso. Nada surge de la noche a la mañana y, menos aún, espontáneamente, ni partiendo de cero. La clave, por tanto, es ser consciente de que siempre se puede empezar. E intentarlo.

No obstante, y a la vista de lo que tenemos alrededor, está claro que existen diversas formas de entender la construcción de esa alternativa. Somos todos hijos de un pasado y formamos parte de un presente y  habrá que tener en cuenta todo lo que nos rodea.

Hay quien dice que ya tiene la alternativa y que sólo hace falta que se una a ella mucha gente. Generalmente son gente que pertenece a organizaciones supuestamente distintas, pero que han nacido del mismo tronco teórico y político que otras que ya han demostrado su inutilidad para defender efectivamente los intereses de la clase obrera y del pueblo. O renovarse o morir.

Otros (una mayoría, quizá) piensan que nada de lo habido o de lo ya existente vale. Que es necesario crear algo “de nuevo tipo”. Pero qué: ¿un nuevo partido? ¿un movimiento global? ¿un movimiento de movimientos?

Hay quien cree que no se puede hacer nada práctico y efectivo que no sea global, y que agrupe a todos aquellos que pretenden construir esa alternativa. Habría que crear una nueva internacional o, como mínimo, una organización a nivel del estado español, pero no dicen cómo dar los primeros pasos.

También están quienes se apoyan en el hecho de que hay mucha gente (cada vez más) que se ha puesto en marcha espontáneamente para reivindicar algo concreto o defenderse de una agresión determinada, y que eso es lo que vale, gente en movimiento, y que basta con coordinar los diferentes colectivos para formar un frente común, respetando su iniciativa y personalidad particular, sin la necesidad de fijar unos objetivos comunes a medio o largo plazo. Incluso consideran que enzarzarse en un debate de ese tipo acabaría con las potencialidades del movimiento. Existen hoy multitud de colectivos, plataformas o “mareas” que luchan en determinados campos, sobre la base de, o no concretar mucho para hacer posible que se sume mucha gente, o de concretar demasiado. Es el caso de diversos colectivos que luchan por objetivos puntuales, conseguidos los cuales, no aseguran su continuidad, ni su intención de agruparse con otros colectivos, como no sea para buscar apoyo a sus demandas particulares mientras dure su lucha. Unos por su excesiva indefinición y otros por su exagerada inmediatez, ninguno ofrece una perspectiva creíble de continuidad y claridad de dirección a medio y largo plazo. 

Hay quien defiende que si el movimiento es asambleario, tarde o temprano, el instinto y sentido común de la gente (no tanto su conciencia de clase) traerá como consecuencia la unidad del movimiento. El asamblearismo es, para ellos, como una segunda “mano invisible”, con virtualidades similares a las del mercado liberal-capitalista para poner a cada uno en su sitio.

Existe también el debate del ámbito en que debería trabajarse para llevar a cabo la construcción y, ponerse de acuerdo en esto es, para algunos, condición sine qua non para empezar. El falso debate sobre internacionalismo y los nacionalismos, independentismos y soberanismos, considerado como una cuestión previa, resulta estéril e impide, en muchos casos, ponerse en marcha y dar los primeros pasos.

En nuestra Cantabria, donde todos nos conocemos, sería fácil poner nombres y apellidos a cada una de esas tendencias, pero no es necesario. Es más, sería contraproducente, nos predispondría gratuitamente antes de empezar. En parte, porque la mayoría no son excluyentes (¿?) y, en parte, porque todas pueden complementarse. Y, sobre todo, porque no podemos trabajar en base a la etiqueta que pongamos de antemano a cada uno, pensando que lo defina de una vez por todas. No se trata de ignorar dónde está cada uno, ni de situarse en un punto intermedio, ni de hacer una síntesis, sino de observar y tener en cuenta las distintas tendencias y su dirección y desarrollo y el eco que producen entre la gente.

Lo que sí es cierto es que hay gente a la que ninguno de los planteamientos expuestos, considerados por separado, le parece que sea suficiente, aunque no llegue a despreciarlos. Entre esa gente nos encontramos algunos. También hay quienes se escudan en la “excesiva” diversidad existente para no comprometerse, ya que consideran la unión imposible.

Algunos nos encontramos entre los que consideran que lo que hay no es suficiente o no es lo más urgente. La clave, para quienes así pensamos, está en saber descubrir los puntos en que coincidimos, si los hay, o si los desacuerdos son fundamentales; está en saber si efectivamente coincidimos en los objetivos últimos y, en qué medida, también en los intermedios y, sobre todo, en la estrategia a seguir, no sólo, para alcanzarlos, sino también para definir esos objetivos. Si no somos capaces de llegar a la gente con un solo planteamiento nuevo al respecto, parece claro que fracasaremos, ya de entrada.

A esta “fiesta” estarían invitadas todas las opciones, salvo aquellas, lógicamente, que consideren que ese camino ya lo tienen recorrido, aunque no hayan seguido los mismos pasos.

Lo recurrente sería abrir un foro de debate público y permanente, en el que participasen todas las opciones, pero, no hay disposición a la autocrítica y el debate, y menos si es público. La situación del “sálvese quien pueda” por la que pasan los distintos colectivos, parece que lo hace, hoy, inviable.

Además, el camino para encontrar esos puntos de acuerdo o desacuerdo no pasa por sentarse alrededor de una mesa, los distintos colectivos u organizaciones, y ponerse a discutir las distintas opciones, y consensuar, cediendo, unos más y otros menos, sino por dirigirse a la gente, sin intermediarios, y que sea la gente la que haga la depuración, la que vaya diciendo lo que hay que apoyar y lo que no. Ante todo, publicidad y transparencia. La defensa a ultranza de la mayor unidad posible no debe estar reñida con la defensa, sin ambages, de las posiciones de cada uno.

A falta de ese debate colectivo, la alternativa sería crear nosotros un punto de referencia, con un nombre, inicialmente no necesariamente muy definitorio, pero sí suficientemente sugerente, que haga la disección necesaria del panorama, en cada momento, que provoque el debate. Para ello, será muy útil, si no imprescindible, contar con un medio de expresión propio, de tal manera que siempre se relacionen las ideas publicitadas con el sujeto que las emite, y posibilite que, quienes se identifiquen con ellas, sepan dónde y con quién agruparse.

En una primera etapa, “no tendríamos más aspiración” que sembrar cuatro ideas básicas, que no sean ni siquiera el germen de un programa, ni que tan siquiera representen una ideología propiamente dicha. Cuatro ideas de sentido común. Sin pretensiones manifestas de obtener réditos específicamente políticos, electorales, por ejemplo. Pero con un trabajo políticamente organizado e intenso. Sembrar cuatro ideas de cajón que lo inunden todo de crítica y de respuesta, macizar, como dirían los pescadores, para llamar, después, al cabo de un tiempo, y a la vista del eco obtenido, a la definición conjunta de un programa abierto, y seguir buscando adhesiones que incorporen nuevas ideas, en un proceso continuo de construcción. Es una estrategia, para llegar a definir los objetivos, distinta de las conocidas hasta ahora.

A la par, desarrollaríamos una labor permanente y organizada de abrirnos paso en los medios de difusión.

En cualquier caso, opinaríamos de todo, y no tanto de ideologías, de derechas o izquierdas, cuanto de la política concreta de la derecha y de las políticas concretas de las distintas izquierdas o pseudoizquierdas, e institucionalizaríamos un nuevo lenguaje llano, asequible a todo el mundo, que llame a las cosas por su nombre, y supere la degeneración a que ha llegado la utilización de algunos conceptos fundamentales.

La elección de las “cuatro ideas básicas” a sembrar, en la fase previa, habrá de tener en cuenta el momento o la fase sociopolítica en que nos encontramos. No es lo mismo contrarrestar un avance  galopante de las ideas fascistas, que hacer frente a una situación de “calma chicha” y de estabilidad social, o vernos arrollados por un pujante “levantamiento” popular. Para cada una de esas hipotéticas situaciones, las necesidades de respuesta son distintas. Y habrá que ser rigurosos en la caracterización de cada fase y su evolución, teniendo en cuenta que nunca se darán “químicamente puras” y que tampoco permanecerán estáticas e inamovibles. ¿Cuáles serían, por tanto, esas cuatro ideas de cajón? Dependerá del conocimiento que tengamos de la correspondiente actualidad, de la caracterización que hagamos del momento, pretendiendo siempre, con ellas, dar respuesta a los interrogantes que el momento plantea y sus consecuencias.

El resto de la estrategia dependerá de lo acertado de nuestros planteamientos y de la acogida que reciben de entre la gente.

Está claro que, para estar “preparados” para esa labor, hay que trabajar mucho, individual y colectivamente, en la sombra y a la luz del día, con disciplina y eficacia, pues no están los tiempos para malgastar esfuerzos.


Resumen.

Organización política, con todas las consecuencias.

Organización con una orientación fundamental: socialista-cántabra

Organización, inicialmente, promovida por un grupo reducido de personas, con compromisos personales claros.

Estrategia de concienciación, desde la base, que cree las condiciones para una participación posterior más amplia.

Organización con objetivos políticos claros, mediante un programa abierto, sujeto a la evolución de los acontecimientos y a la incorporación de elementos activos. La diferencia, con los partidos al uso, es que éstos parten de una definición ideológica, política y estratégica cerrada; y con un movimiento o “movimiento de movimientos” es que la organización que pretendemos considera primordial llegar a la definición de objetivos últimos, a largo plazo e intermedios, y de una estrategia para alcanzarlos, sin miedo al debate y a la depuración de ideas, sino considerándolos imprescindibles.

Organización sin plazos previos, pero en permanente movimiento.

Organización muy pegada a la realidad.

Aparentemente, puede parecer que existen muchas contradicciones en el planteamiento, pero es precisamente el abandono de la visión dialéctica de la realidad social la que hace inútil la acción política cuando no se tiene el poder.


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