Nota.- Este texto, en principio estaba pensado para pasárselo a
colectivos afines y, de hecho, Pedro y Jacobo lo presentaron ya a algunos de
ellos. Su intención era ir ampliando, en círculos concéntricos, su divulgación.
POR
UN PARTIDO DE LOS/AS
TRABAJADORES/AS
CÁNTABROS/AS
(posición B+C)
INTRODUCCIÓN
Las personas que elaboramos este documento partimos
de la existencia de dos hechos para nosotros fundamentales:
1.
Existencia de un pueblo o nacionalidad cántabra.
2.
Que esa nacionalidad tiene una división interna
en clases sociales.
Nosotros, como miembros de una clase concreta (la
trabajadora) y de una formación social específica (la cántabra) creemos que
necesitamos dar una respuesta propia y organizada a todos los niveles
(político, social, cultural…) que supere planteamientos y visiones globalistas
de carácter interclasista, actualmente expresados en un ciudadanismo asfixiante
que lo inunda todo, empezando por gran parte de los sectores pretendida o
supuestamente contestatarios o antisistema/anticapitalistas.
Quienes elaboramos este documento, asumiendo
nuestra propia experiencia personal y política, y observando la situación
actual, entendemos que es necesario y vital la existencia de una organización
política que parta, responda y represente los intereses de la clase trabajadora
cántabra.
En una sociedad clasista
y dependentista como en la que vivimos, donde, en esencia, un sector social se
conforma como la gran clase propietaria y dominante (la burguesía, en sus
variadas fracciones) y otro, como mano de obra productora y generadora de
plusvalor, con carácter subordinado (clase obrera) mientras, al mismo tiempo,
se agudizan los procesos de centralización y concentración a todos los niveles
(imperialismo-centralismo) es vital, si queremos superar este escenario y
voltear la situación, la organización política de los/as trabajadores/as
cántabros/as como clase consciente y autónoma para la toma del poder.
Así, creemos necesario impulsar un debate al
respecto con el objetivo de conformar un partido como instrumento estratégico
de los y las trabajadoras cántabras.
CLASE
OBRERA, LA NUEVA
IZQUIERDA OCCIDENTAL Y LA ANTIPOLÍTICA POPULISTA
Desde nuestra perspectiva, vemos que hoy día la
mayoría de la autodenominada izquierda política y social ha abandonado el
planteamiento de clase, y también el de pueblo (aunque éste en realidad,
muchos/as nunca lo asumieron realmente) adoptando posiciones ciudadanistas más
o menos críticas o complacientes, acordes con el pensamiento liberal en sus
diversas variantes, e inherente a la superestructura ideológica dimanada del
capital y el estado burgués español.
Este planteamiento, además, no sólo acaba con el
concepto de clase, fomentando el individualismo e integracionismo, sino que
acaba con otras identidades colectivas, especialmente la de los pueblos o naciones
carentes de soberanía e instrumentos institucionales para articularse y
organizarse.
En síntesis apreciamos que se han generado en
nuestra historia más reciente, y en la actualidad, tres hechos básicos:
Primer
punto. De la izquierda socialista obrera a la izquierda liberal ciudadana
Entendemos que se
ha producido una reconfiguración de la izquierda. Así, hemos pasado de
planteamientos centrados en la clase trabajadora y el antiimperialismo, con el
socialismo (apropiación de los medios de producción y organización del trabajo)
la planificación (como forma más justa y racional de desarrollo
económico-social) la lucha contra la dependencia a todos los niveles (soberanía
nacional) y la toma del poder por la clase obrera (o destrucción del poder
burgués) como ejes centrales de la acción y configuración sociopolítica; hacia
una visión donde se abandona mayormente el conflicto de clase y
antiimperialista, sustituyéndose por la ciudadanía y la sociedad civil,
aceptándose con mayor o menor crítica la democracia liberal burguesa y un
sistema económico capitalista (eufemísticamente llamado de libre empresa) y
adoptando unos valores reformistas a todos los niveles. Así, la aplastante
mayoría de lo que hoy día se entiende por izquierda en Cantabria, y en general en
el estado español y gran parte de Europa, queda enmarcada por unos
planteamientos liberales de corte más o menos progresista.
El eje fundamental de la identidad política de la
izquierda actual pasa por la adopción de ciertos valores (laicismo, respeto y
tolerancia, pacifismo, derechos de ciertas minorías –inmigrantes, gays,
mujeres, gitanos–…) búsqueda del consenso entre los actores implicados
(instituciones, mundo empresarial, ciudadanía-sociedad civil) confianza en los
organismos internacionales y fortalecimiento de los mismos (ONU, UE) aceptación
y valorización de la democracia liberal burguesa, aunque con ciertas reformas
en clave “inclusiva”, ciertos grados de ecologismo (“decrecimiento” en los
sectores más pretendidamente radicales) acción solidaria a través de la ayuda e
intervención humanitaria así como valorización del mundo de las ONGs, y un
sistema capitalista con ciertas medidas paliativas de la desigualdad social más
visible y exacerbada, apoyado sobre todo en la pequeña y mediana empresa, cierto
control sobre las grandes multinacionales y la banca, y un mayor desarrollo del
denominado tercer sector.
Al mismo tiempo, la toma del poder es rechazada
categóricamente o, simplemente, se ve reducida a la ocupación de un gobierno
vía electoral o, más frecuentemente y por incapacidad, a la participación en él
vía coalición o pactos post-electorales, sin plantear un escenario de
superación o reforma profunda de las instituciones políticas. Llega así a
teorizarse un concepto evolucionario
del supuesto cambio que pretenden encarnar, rechazando la adopción de vías
revolucionarias o transformaciones más profundas y radicales, o apostando, como
mucho, por la creación de micromundos
alternativos fácilmente aislables y/o absorbibles dentro del actual modo de
producción y sistema político.
Si este es, de manera breve, el horizonte general
ideológico y “transformador” marcado por la mayor parte de las izquierdas con
un mínimo de implantación –y gran parte de las “marginales”– en Cantabria, el
estado español y Europa (partidos verdes, IU-PIE, centroizquierda, etc.)
después observamos cómo la práctica a veces ni siquiera llega a eso, plegándose
en muchas ocasiones a la realpolitik
del neoliberalismo y el imperialismo más agresivos y conservadores, e incluso
dándoles una cobertura “progresista”[1].
Segundo
punto. Desplazamiento de la clase obrera como actor socio-político
Asociado a la basculación de la izquierda desde
parámetros mayormente socialistas hacia otros de matriz
democrático-liberal-progresista, tenemos un desplazamiento de la clase obrera como sujeto y actor socio-político
fundamental. Ese desplazamiento, reforzado por la propia acción
integracionista y claudicante que con el tiempo han desarrollado muchos de los
principales instrumentos y organismos del movimiento obrero (partidos
socialdemócratas y comunistas, sindicatos, mundo cultural e intelectual
asociado) junto con la crisis, desprestigio y caída del llamado “socialismo
real” del este de Europa, ha venido a suponer una progresiva exclusión de la clase
trabajadora de la acción política. No ya sólo ideológicamente, sino como
sectores sociales organizados autónomamente y con participación mayoritaria en
las estructuras de dirección de la izquierda y en los ámbitos de confrontación
de la superestructura del estado. Basta con echar una ojeada a los y las
parlamentarias de las cortes y parlamentos autonómicos, o a la propia
configuración de las listas electorales, donde la clase obrera es la gran
ausente.
Este proceso, además, viene consolidado en la
medida en que se produce el paso de una sociedad fundamentada en la producción
material a otra donde la llamada producción inmaterial y terciarización
adquieren cada vez más importancia, con un aumento del crédito y un consumo de
masas cada vez más exacerbado. La desindustrialización parcial y reducción del
sector primario en Europa producido sobre todo entre los 70 y 90 del siglo
pasado, aunque con matices importantes dependiendo del territorio y los
sectores económicos (siderurgia, minería de hierro y el carbón, lácteos, pesca,
etc.) pero especialmente virulento en las áreas periféricas y dependientes de
Europa (arco atlántico, este europeo…), ayuda a cimentar una identificación
social diferente, en la que la vinculación con el trabajo y el producto
realizado da paso a una identidad social configurada en gran medida sobre la
base de lo consumido. Así una lógica identitaria sustentada en una clase obrera
más o menos consciente queda fuertemente golpeada. Empleados, asalariados,
clases medias, ciudadanos, contribuyentes o, a nivel más marginal, guetización
triburbana, vienen a constituir los sustitutos identitarios de partes
importantes de la mayoría social trabajadora y productora, facilitando la
segmentación y fragmentación del proletariado europeo y cántabro.
A nivel cultural, el valor dominante que irradia el
centro social y metropolitano es tan fuerte, que el resto de
culturas-identidades sólo pueden definirse por su distancia o asimilación con
respecto a ese centro. Esto es, el ciudadano-consumidor asimilado, o la
marginalidad, guetización o la tribu urbana. En los aspectos más relacionados
con el sistema identitario-cultural cántabro, eso se traduce en la
españolización directa o en una folclorización regionalizante provinciana.
Así, este proceso de desintegración de la clase
obrera con conciencia para sí, y su progresiva ciudadanización, ve sustituido
un horizonte ideológico donde el control de los medios de producción era un
aspecto fundamental, hacia otro donde la crítica no se expresa a través de la
propiedad y el poder, sino simplemente en una mejora de los servicios
proporcionados por las empresas y las superestructuras jurídico-políticas y
culturales (administraciones públicas, sindicatos, asociaciones de barrio…)
siendo este proceso, además, especialmente fortalecido en situaciones de
crecimiento económico.
Con ello, asistimos a un círculo vicioso donde el
desplazamiento ideológico de la izquierda desde el socialismo hacia el
liberalismo que comentábamos antes, se ve reforzado, mientras la clase obrera va
desapareciendo como sujeto con conciencia y organizado social y políticamente,
quedando los referentes ideológicos por ella misma generada arrinconados.
Funcionarios, trabajadores de ONGs, empresarios, autónomos –sobre todo
profesionales liberales–, cuadros técnicos superiores, liberados y miembros del
aparato, etc., cooptan los espacios fundamentales de decisión, dirección,
confrontación y acción política de la autodenominada “izquierda”. Ello termina
traduciéndose en una auto-exclusión, un desencanto y en una falta de
identificación progresiva de amplias capas de la clase trabajadora cántabra y
del resto de Europa, que en muchos casos no se sienten representados por esas
mismas estructuras, especialmente en un contexto de crisis económica como el
actual donde la capacidad integradora del sistema se ve reducida ampliamente.
Así se produce un alejamiento de la política, y en muchas ocasiones hasta de
las reivindicaciones más básicas (laborales, ambientales, vecinales,
democráticas…) Dependiendo del contexto, este desencanto se puede incluso
terminar traduciendo en el apoyo por parte de sectores más o menos extensos de
la clase trabajadora a opciones populistas, autoritarias, conservadoras,
abiertamente ultraderechistas y/o nacional-estatalistas, etc. Obviamente no
queremos decir que el hecho de que con una mera sustitución en la dirección
política por personas de la clase obrera, se vaya a revertir la actual
izquierda liberal en socialista, pero sí nos parece sintomático de la tendencia
que confirmábamos en el punto anterior, y del consecuente alejamiento de las
estructuras de la actual izquierda de las vivencias, experiencia y sentimientos
que se encuentran entre la población trabajadora.
Tercer
punto. Extensión del populismo de la antipolítica
Esta reconfiguración de la izquierda, junto con el
desencanto palpable de amplios sectores de la clase trabajadora, se traduce en
el estado español en la extensión de la
ideología de la “antipolítica”: todos
son iguales, la política da asco,
la ideología no importa importan los
ciudadanos, ni izquierdas ni derechas,
etc.
Este fenómeno; en parte impulsado y ayudado por los
poderes fácticos y asumido por un sector considerable de los movimientos
sociales y la militancia crítica; no es más que una visión falsa que enmascara
una acción política real y que, en la práctica, no dificulta ni debilita las
opciones más reaccionarias del espectro sociopolítico, sino que las fortalece,
desplazando y marginando alternativas políticas estructuradas, o por
estructurar, normalmente de la autodenominada izquierda (sea en su vertiente
más liberal democrática o los restos más socialistas) o, incluso, de partidos y
movimientos nacionalistas no-españoles aunque estos no necesariamente se
vinculen directamente a la izquierda.
Se desarrolla así un discurso tecnocrático,
presentado muchas veces como regeneracionista, que plantea una gestión
pretendidamente neutra, racional y científica, al servicio de los “verdaderos
intereses y necesidades de los ciudadanos”, y por encima de cualquier planteamiento
y proyecto político. De esta forma queda enmascarado un planteamiento de
recentralización y españolización a todos los niveles –político, cultural,
económico– mientras se asume el sector público como un lastre e ineficaz,
igualando eficiencia a privatización.
Con este discurso igualmente se pretende también
evitar y anular el debate sobre el modelo de estado, sociedad y país,
destruyendo o buscando impedir la formación de una conciencia de clase y
pueblo. En este sentido el discurso antipolítico cumple también otra función,
al desviar la atención centrando los ataques en una supuesta “casta de
políticos” –y en algunos casos hasta sindical– como generadores de todos los
males “ciudadanos”, sin ser capaces de hacer distinción e igualando a todos –da
igual que sea PP, Bildu, Gordillo, LAB, SAT, SUC, CCOO, etc.– y sin
pronunciarse jamás sobre el estado, superestructura política que actualmente
sostiene el sistema parlamentario, mientras la patronal y la burguesía pasan
desapercibidos y se implementa la hoja de ruta reestructuradora; disfrazada de
regeneracionismo; por parte de la clase dominante.
En este sentido el rechazo genérico a las
estructuras organizadas de la clase trabajadora (partido, sindicatos,
organización juvenil, asociaciones culturales…) implica la destrucción de las
posibilidades de poder generar una autonomía propia del proletariado del país,
verdadero cometido ideológico de la mercancía de la anti-política. Este es el
gran éxito y misión del híper-desarrollado capital informacional (medios de
comunicación) Así se da la paradoja de que en una situación donde las
condiciones sociales de pobreza, paro, dependencia y centralismo están
empeorando, no existe realmente una plasmación política medianamente sólida que
defienda los intereses del pueblo trabajador cántabro, ni ninguna fuerza
organizada hasta ahora capaz de frenar, siquiera parcialmente, los grandes ejes
de la agresión imperial-capitalista contra las conquistas que hasta ahora se
mantenían.
ALGUNOS
DATOS ACTUALES
Una situación como la actual, con un 18,6% de paro
oficial registrado en el primer trimestre del 2012 y con 56.341 desempleados/as
para diciembre del mismo año[2],
con una disminución constante del poder adquisitivo de los/as trabajadores/as
–los salarios cántabros pasaron de representar el 47,91% del PIB en 2008, al
45,36% en 2010, un 2,55% menos[3]–
más el aumento de los recortes sociales e incremento de la pobreza y la
emigración (ya de por sí una lacra antes de la crisis para las clases populares
de este país) ponen de manifiesto una situación cada vez más insostenible para
el pueblo trabajador cántabro.
Si a esto, además, añadimos los males de un
escenario de sometimiento socio-político y económico al estado español y la UE, junto con la situación
actual de manifiesta pérdida de capacidad de autogobierno, agudización de la
dependencia a todos los niveles, y planteamientos abiertos de recentralización
y ofensiva españolizadora (agudizando los procesos que llevamos décadas
sufriendo) el cuadro se torna bastante negro. Baste indicar la cada vez mayor
concentración de inversiones y recursos en la metrópoli del estado. Así por
ejemplo, la inversión extranjera directa productiva en Madrid entre 2009 y 2011
supuso el 55% del total del estado, pese a representar el 18% del PIB aproximadamente.
En contraste Cantabria supuso sólo el 0,07% pese a ser el 1,26% del PIB
estatal, la cifra más pequeña, si exceptuamos Ceuta y Melilla[4].
O el peso más bajo de los salarios cántabros en el PIB en comparación con la
media del estado, un 2,84% menor en 2010 (45,36% frente a un 48,20%) y no
digamos ya en comparación con los salarios de Madrid, donde la diferencia se
agranda hasta a un 7,24% (52,60% del PIB para los sueldos madrileños)[5]
lo que viene a suponer que de la riqueza generada, la cantidad que pasa a
revertir a los y las asalariadas cántabras es menor en comparación, quedándose
el resto en manos de la patronal, banca y grandes oligopolios, así como del
estado y las administraciones públicas.
Muchas más cuestiones se podrían añadir como los
procesos de destrucción y genocidio cultural y lingüístico, agresiones
ambientales de las que el ejemplo más reciente es el fracking a través de los
permisos concedidos por el Gobierno Central[6],
la dependencia y destrucción del tejido productivo, la negación y restricción
de derechos políticos para las nacionalidades (autodeterminación y papel de las
fuerzas armadas en la unidad del estado), etc.
NECESIDAD DE
LA ORGANIZACIÓN
POLÍTICA DE LA CLASE TRABAJADORA CÁNTABRA
La
Cantabria actual se encuentra plenamente insertada en el
capitalismo en una forma dependiente y subordinada. Bajo soberanía del estado
burgués español, nuestra tierra adopta un papel periférico dentro del mismo y
en el conjunto de la
Unión Europea. En este sentido la carencia de instrumentos institucionales
propios de autogobierno real, inciden en ese carácter subordinado y periférico
del país frente al capitalismo español y el bloque imperialista europeo en el
que éste se incardina. Las condiciones de explotación y dominación que se
desprenden de este mismo sistema descargan su peso fundamental sobre la mayoría
social trabajadora y productora del país, encarnada fundamentalmente en la
clase obrera de la que los sectores dominantes extraen las plusvalías
producidas.
Es evidente que los sectores sociales que se
benefician de este sistema no van a dejar que se les quiten sus privilegios.
Para ello disponen de gran cantidad de recursos, del control de las
superestructuras jurídico-institucionales (estado, judicatura, monopolio de la
violencia…) de apoyos internacionales, así como de recursos mediáticos y
culturales para la formación y alienación de la población trabajadora, además
de la estructura económica de este modo de producción, base de su poder y
dominación.
Ante los medios de los que dispone la burguesía y
su imperialismo-centralismo, es necesario llevar a cabo un trabajo muy
organizado, disciplinado, constante, meticuloso y bien planificado, con
inteligencia, desarrollando nuestra propia agenda política, con un programa
estratégico claro a largo plazo, y los correspondientes pasos tácticos
intermedios. Por ello, y para superar la situación antes esbozada, los y las
trabajadoras cántabros debemos organizarnos autónomamente, desarrollar nuestras
propias estructuras, organizaciones, planteamientos teórico-políticos y un plan
estratégico-táctico adecuado a la realidad y ritmos del país. Y para ello es
fundamental construir un referente político de la clase obrera cántabra. Creemos
que histórica y actualmente, la
organización es la única arma verdaderamente eficaz para la liberación de los y
las oprimidas, y es este el sentido con el que contemplamos al partido como un
medio fundamental, como una herramienta, para desarrollar y avanzar en la lucha
de liberación social y nacional.
El
partido como instrumento creador de conciencia
Una clase y un pueblo pueden existir sobre la base
de la existencia de unas condiciones objetivas que los definen, pero para que
se conviertan en sujetos activos y autónomos, es necesario el desarrollo de las
condiciones subjetivas, es decir, de la conciencia, en este caso como clase
obrera y pueblo cántabro (en síntesis pueblo trabajador cántabro)
Sin conciencia, sin esa “realidad subjetiva”,
cualquier esfuerzo por superar la opresión nacional de clase será completamente
infructuoso. Por ello mismo, el poder imperialista burgués español despliega
una gran cantidad de instrumentos cultural-formativos y propagandísticos, para
desarrollar y fomentar la alienación entre la población trabajadora, con la
idea de que no se propague y expanda una conciencia de clase y de pueblo que
pudiera poner en peligro su hegemonía.
Para poder
desarrollar las “condiciones subjetivas” es vital agrupar al elemento más
consciente del mundo del trabajo de esta tierra, articulando y desarrollando un
discurso político-ideológico desde la teoría y la acción, es decir, la praxis,
que ayude a agudizar las contradicciones del sistema e incremente el nivel de
conciencia y lucha general permitiéndonos llegar a la toma del poder total por
parte de los/as trabajadores/as. Toma del poder que se materializa en la República Socialista
Cántabra como expresión histórica del pueblo trabajador cántabro.
La organización política sin duda adquiere un papel
central, por cuanto debe conformarse como ese instrumento aglutinador de los
núcleos más conscientes y militantes de entre los/as asalariados/as del país,
así como agente dinamizador e irradiador de conciencia en base a la acción
socio-política a todos los niveles.
Por tanto en la confrontación de clase y nacional, dadas
unas condiciones objetivas (materiales) es determinante un trabajo político
para el desarrollo de la “subjetividad obrera cántabra”. Sin este trabajo es
imposible la expansión y maduración de una conciencia de clase y pueblo. A su
vez el desarrollo de la acción política necesita de una estructura desde donde
socializarse, el partido. Así, se puede decir que sin estructura no hay
subjetivización –concienciación– y, por lo tanto, no hay existencia política de
la clase trabajadora y la nación cántabra como tal. Es decir, sólo a través del
trabajo político mediante sus propias organizaciones es como el pueblo
trabajador cántabro puede adquirir un nivel de subjetivización tal, que permita
establecer o reconocer a los elementos que caracterizan a la clase obrera del
país, esto es las divisiones, distinciones, condiciones y condicionantes que le
son propias o impuestas.
Carácter
del partido de los trabajadores cántabros: socialismo y liberación nacional
Partimos de la base de que para que los y las
trabajadoras cántabras nos constituyamos en motor de un cambio social acorde a
nuestros intereses, es estrictamente necesario superar a la izquierda liberal,
y reconstruir la izquierda obrera recuperando el pensamiento y la acción en
clave socialistas. Socialismo que sólo
puede entenderse como la apropiación por parte de los y las trabajadoras de
todos los medios de producción así como de la organización del trabajo y, por
supuesto, del correspondiente poder político y cultural.
E igualmente, como parte de un pueblo sin
soberanía, entendemos que para que el avance de la clase obrera cántabra hacia
el cambio socialista sea efectivo, porque forma parte de nuestro derecho
colectivo como pueblo, y para mejorar nuestra situación económica, social,
política, ambiental y cultural, es
fundamental que el pueblo trabajador cántabro disponga del más absoluto control
sobre nuestra tierra a todos los niveles: planificación y recursos económicos,
naturales y financieros, poder político y de decisión, relaciones
internacionales, defensa, marco laboral y seguridad social, soberanía
alimentaria, desarrollo cultural y patrimonio lingüístico, derechos y
libertades, etc.
SOBRE LA ORGANIZACIÓN, PARA EL
DEBATE
Partiendo del breve análisis anteriormente
esbozado, nos parece interesante y necesario llevar a cabo un debate sobre la
necesidad de articular y organizar alternativas y referentes políticos por,
para y desde la clase trabajadora cántabra.
En este sentido; como aspectos para tener en cuenta
en el debate; entendemos que el nivel de conciencia, organización y objetivos
marcados son puntos fundamentales a la hora de juzgar, definir y caracterizar a
un partido:
1. Conciencia,
como expresión de su capacidad política y analítica con respecto al mundo y
realidad en que se mueve.
2. Organización,
como expresión de su capacidad operativa, número de militantes, estructura y
formas organizativas, etc.
3. Objetivos
a conseguir, como expresión de su identidad política, nacional y de clase
(socialismo, mejoras laborales, independencia/colaboracionismo, aumento del
beneficio empresarial, nacionalismo español, facilidad para el despido, etc.)
Igualmente, otro aspecto que entendemos es
importante en la definición del carácter de un partido, son las estrategias y
tácticas que adopta para conseguir sus objetivos en el corto, medio y largo
plazo, pudiendo éstas tener una mayor o menor variabilidad (insurrección,
participación electoral, desobediencia civil, huelgas, programa estratégico…)
Éstas se adoptan en función de coyunturas,
capacidades, necesidades, medios y objetivos a alcanzar, etc. Cualquier lucha,
como la electoral o las huelgas, son medios para conseguir unos objetivos, no
fines en sí mismos ni eternos, pudiendo variar a lo largo del tiempo y las
circunstancias así como combinarse varios a la vez. La experiencia práctica del
movimiento obrero organizado a lo largo de todo el mundo nos da inagotables
muestras de ello.
PARA
FINALIZAR
Sin organización, capacidad de análisis,
estructuras políticas y sociales y acción práctica, los y las trabajadoras de
este país, los productores que constituimos la mayoría social de Cantabria,
estamos condenados a seguir teniendo un rol subordinado y sumiso mientras se
nos extrae la mayor parte de la riqueza que nosotros/as mismos/as producimos,
haciendo de comparsas o carne de cañón de otros sectores sociales y poderes
extranjeros para beneficio de sus intereses y concepción del mundo. Por ello la
necesidad de un referente político y el debate correspondiente.
[1] Pongamos como ejemplo la actitud de
PSOE, IU, ERC, EQUO, IC-V o IZAN ante la agresión imperialista a Libia.
[2] Datos extraídos del ICANE –Instituto Cántabro de
Estadística–
[3] Elaboración propia a partir de datos del INE
–Instituto Nacional de Estadística–
[4] Datos del Registro de Inversiones Exteriores del Ministerio
de Economía y Competitividad. Madrid, además, concentra el 40% de todas las empresas
extranjeras, liderando igualmente el crecimiento económico del estado en la
última década. Según
el informe Fortune Global 500, de 2007, Madrid ocupa el octavo lugar del mundo
y el tercero de Europa en número de sedes operativas de alguna de las 500
mayores empresas del mundo, con un total de ocho. De las casi 5.000
multinacionales localizadas en el estado, 1.278 lo están en la ciudad de Madrid
y algo más de 650 en su área metropolitana. Los datos del estudio muestran que
estas empresas suponen en Madrid el 33,7% del empleo total generado en el
conjunto estatal. Madrid concentra también cerca del 40% de la facturación
total, porcentaje muy superior al de número de empresas, que es del 28%.
Además, otros cuatro municipios de su área metropolitana están entre las diez
principales ciudades por facturación.
[5] Elaboración propia a partir de datos del INE
–Instituto Nacional de Estadística– Tenemos el dudoso honor de ser los cuartos
por la cola, sólo superados por La
Rioja, Baleares y Castilla y León con porcentajes más bajos.
[6] De los siete permisos, sólo uno fue concedido por el
gobierno autonómico, entonces del PRC-PSOE. La actual prohibición por parte del
Gobierno de Cantabria es, a efectos prácticos, inútil puesto que el gobierno
central; a través del Ministerio de Industria, Energía y Turismo; sigue
apostando por el fracking.
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