sábado, 8 de octubre de 2016

LA CASTA SUSANA, LA CASTA

La Casta Susana es un personaje bíblico, símbolo de la pureza, la fidelidad y la integridad personal.

Cuenta la leyenda que Susana era una mujer muy hermosa, casada con un hombre influyente, a la que dos hombres viejos, jueces populares, para más inri, tratan de chantajear si no accede a sus deseos libidinosos. Existen varias versiones del episodio: unas, que Susana estaba desnuda, bañándose, cuando los dos ancianos la sorprenden; otras, que los dos la acechan y sorprenden paseando; y, todas, que la amenazan con denunciar haberla sorprendido, yaciendo con un joven, si no accede a sus lujuriosos deseos. Según la leyenda, Susana se encuentra en una difícil disyuntiva: o accede a los deseos de los viejos, para eludir el escarnio público, o se niega para no pecar y ser fiel a su marido y, sobre todo, a su dios y a sus principios. Y escoge esto último. La historia, cuyo desenlace no hace al caso relatar, termina bien, de tal manera que los viejos son condenados y Susana pasa a ser el prototipo de mujer honesta e íntegra que pone por delante sus principios, aún a costa de arriesgarse a ser condenada públicamente.

A la luz de los últimos acontecimientos vividos en el PSOE y de su trascendencia política, es inevitable caer en la tentación de establecer paralelismos, contrastes y contradicciones entre la historia bíblica y la situación que enfrentan los socialistas. Aunque no sea más que por la coincidencia en el nombre de la protagonista, Susana, el calificativo de casta, su pertenencia a un estrato social influyente, y su colaboración con viejos barones que utilizan su poder para los fines más abyectos.

La socialista andaluza también se resiste a desnudarse, aunque por otros motivos. No acaba de desvelar cuáles son sus verdaderas intenciones, aunque se la vea el plumero. Habla en nombre de todos los andaluces, con un tono más maternal que político. Por contra, su relación con los viejos barones de su partido es de complicidad y sumisión. Se postra ante Felipe González como si fuera su dios, aún a pesar de que éste, hipócritamente, niegue serlo. En contraste con la Susana bíblica, utiliza la influencia y el poder que le otorga su situación política, como líderesa de la agrupación más importante del partido, para maniobrar subterráneamente, aliándose con los viejos barones socialistas, accediendo a sus inconfesables pretensiones (que también son las suyas) de quitar de en medio el obstáculo que representa el exsecretario general, Pedro Sánchez, para el mantenimiento de sus privilegios. Y, por supuesto, desoye o, mejor dicho, no deja hablar a quien debería ser el dios de todo socialista: el pueblo, la gente, los militantes de su partido. Susana Díaz reniega de sus principios socialistas para mantener su status y dar rienda suelta a su ambición.

Susana Díaz no es la bíblica casta Susana precisamente. En todo caso diríamos que es Susana “de la casta”, aunque ponga el grito en el cielo al escucharnos.

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