Eso son los autores de
los atentados de París, de Londres, de Madrid...
Drones que actúan con la
tecnología más precisa y eficaz: para ellos no hay daños
colaterales, no se equivocan, no bombardean por error hospitales de
Médicos sin Fronteras, ni masacran invitados de bodas afganas,
apuntan y disparan sobre los objetivos previamente elegidos y siempre
aciertan.
Actúan con la tecnología
más simple y más antigua: basta su cuerpo, sus manos, su fanática
voluntad, su decisión y arrojo, su ilusión de una futura vida llena
de glorias y placeres, como la que predican todas las religiones.
Actúan con la tecnología
más barata: ¿Qué vale la vida de un suicida comparada con los
miles, cientos de miles, más de un millón de civiles, muertos en
las primera y segunda guerras de Irak, en el posterior embargo
dictado por la ONU, en la guerra de Afganistán, en las guerras de
Libia y Siria, en la permanente masacre de palestinos a manos de
Israel?
Desde los países
“civilizados” de occidente, desde sus cúpulas militares y
fabricantes de armas, desde la OTAN y las coaliciones
internacionales, desde sus aliados saudíes, con sus dineros, sus
expertos en tácticas militares y, sobre todo, sus armas, han criado
cuervos...
… y nos están sacando
los ojos, a nosotros, a los ciudadanos y ciudadanas de a pie. Ellos,
quienes los han criado, no los temen, porque se protegen con
sofisticados medios a su alcance.
Han criado cuervos por
“motivos humanitarios”, por motivos tan humanitarios como el
control y usurpación de cuencas petrolíferas, la protección de
oleoductos o gaseoductos, la destrucción de infraestructuras, la
utilización de ilegales bombas racimo, la siembra de residuos
nucleares, Todo porque, de rechazo, con sus “tormentas de
desierto”, aseguran liberar a pueblos enteros, sojuzgados por
sátrapas sin escrúpulos, que nada saben de los sacrosantos derechos
humanos de nuestros países “civilizados”.
Drones de carne y hueso
que siembran el desconcierto de los expertos porque, como verdaderas
hidras de siete cabezas, nacen y renacen, donde quiera que puedan
producir terror y derramar sangre inocente.
Y, ante estos monstruos,
ahí están los de siempre, ¡Unidad, unidad! campaña electoral,
fotos de políticos, apretones de manos, lágrimas de cocodrilo,
cerrar fronteras, inundar las calles de armas y uniformes, fomentar
islamofobia, ... combatir los efectos sin atacar las causas, meternos
miedo, fomentar el odio. ¿Cómo van a atacar las causas si ellos
mismos son la causa?
Es hora de salir a la
calle, masivamente, exigiendo que se acaben las guerras, que se deje
de vender armas a quienes las utilizan para masacrar a la población,
que se corten las vías de financiación de esos movimientos
sanguinarios. Es hora de desenmascarar tanto cinismo. Es hora de
buscar esa unidad por abajo, de desconfiar de poses electoralistas de
los políticos, de rechazar todo protagonismo partidista, de exigir
que se vaya al fondo de la cuestión y se obre en consecuencia. Es
hora de empezar, de reivindicar nuestro protagonismo, el de la gente
sencilla, el de la mayoría de la población que no quiere vivir
atenazada por el miedo, que quiere vivir en paz.
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