jueves, 20 de mayo de 2010

CON LA MADRE DEL CORDERO NO SE ATREVEN

Una vez dado el primer paso, “valiente con los débiles”, recortándoles ingresos y derechos, y en vez de mostrarse también “algo valiente” con los fuertes, el Gobierno está decidido a culminar su operación, llevando adelante, por decreto, si es preciso, los recortes de la reforma laboral, tan demandados por los empresarios, y tan cacareados por quienes nos dicen lo que tenemos que pensar: “los expertos”, “las autoridades en la materia”, “los oráculos tertulianos” que, a diario, nos bombardean con su discurso monótono y manipulador, como si la madre del cordero de todo lo que está pasando estuviese en la reforma laboral. Y no es así.

Y es que, con la verdadera madre del cordero, no se atreven, aunque sea la causante de los principales males que nos aquejan.

No hacen nada contra los paraísos fiscales porque son quienes manejan grandes fortunas  los únicos que los utilizan.

No combaten el fraude fiscal porque son ellos los principales defraudadores.

Dejan fuera de control fiscal la mayoría de sus actividades, no regulando o suprimiendo impuestos, mientras controlan minuciosamente a quienes viven de su trabajo y contribuyen religiosamente.

Conviven amigablemente con todo tipo de “productos tóxicos”, basados en ocultación de información y engaño, sin declararlos ilegales y delictivos. Y protegen a las aseguradoras que hacen negocio precisamente a base de cobrar altas primas por cubrir los riesgos que esos productos conllevan.

Ocultan información o la manipulan, mediante agencias privadas de calificación de riesgos, auténticos negocios, que sólo sirven a los intereses de aquellos que les pagan, y cuyos dictámenes se han convertido en revelación divina, capaces de llevar a la bancarrota a estados enteros.

Los bancos, lejos de tener como actividad principal prestar servicios de cobros y pagos a quienes han depositado en ellos su confianza y sus dineros, con estos dineros ajenos se dedican a operaciones de alto riesgo financiero, en su exclusivo beneficio, amasando grandes fortunas, a la vez que exponiendo a sus confiados clientes depositarios a perder sus ahorros o, simplemente, el cobro de su nómina, como consecuencia de la crisis que con su avaricia han creado.

Pero, para salvar a éstos, el Gobierno no ha tenido inconveniente en endeudarse. Para esto, para ayudar a los bancos, el Gobierno sí se ha mostrado “valiente con los fuertes”, prestándoles el dinero que es de los ciudadanos. Dicen que es por  el bien de todos. También del nuestro.

Pero, ¿qué han hecho los bancos con las ayudas que el Gobierno les ha prestado? En vez de volver a la normalidad, dando el crédito necesario para la producción y el consumo, no lo han hecho, lo han dedicado a especular con el propio Gobierno, comprándole Deuda Pública o Bonos del Estado a alto interés con el dinero que el Gobierno les ha prestado a interés bajo. Y el Gobierno lo sabe y lo consiente.

En todo esto está la verdadera madre del cordero.

Cuando una parte importante de la población sufre, con angustia, al final de cada mes, porque no sabe con qué hacer los últimos pagos, el Gobierno, la oposición, los partidos, los empresarios y los sindicatos oficiales no hablan más que del problema financiero, el problema de los bancos, de la deuda y el déficit del Estado, de la dictadura de los mercados del dinero. Vivimos en una auténtica dinerocracia. Mandan los dueños del dinero. Los parlamentos no pintan nada en la vida económica y cada vez menos en la política. Las decisiones más graves se toman fuera, en organismos donde la opinión y el control de los ciudadanos son nulos.

Que la economía productiva esté bloqueada, que, como consecuencia, muchas empresas pequeñas se vean en la necesidad de cerrar, que el paro siga aumentando, son problemas de segundo orden en esta dinerocracia.

Que los empresarios, con el dinero acaparado, se dediquen a comprar otras empresas y no a crear nuevas, o a trasladar sus instalaciones a países donde los salarios son más bajos, o a la especulación pura y dura y no a la inversión productiva, todo esto está protegido por la libertad de empresa. No se dan cuenta de que pronto no les compensará llevar sus instalaciones a esos países, de que llevamos camino de tener aquí los mismos bajos salarios y de que, a pesar de ello, no llegarán sus empresas a ser competitivas, porque lo que hace falta es que inviertan aquí en modernizarlas para serlo realmente.

Disponer de moneda única europea, que se nos presentó como el gran símbolo de la unidad de Europa, y a la que “hay que salvar, hoy, a toda costa”, se ha demostrado que sólo ha beneficiado a los grandes operadores financieros, impidiendo, por el contrario, en momentos de crisis, como éste, que cada estado pueda adoptar las medidas defensivas que mejor puedan proteger su economía nacional.

Esta es la madre del cordero y no la rebaja de los derechos laborales. La intocable madre del cordero con la que no se atreven quienes tienen poder para ello. La que ha traído la crisis, la que produce paro y precariedad entre los trabajadores.

Con la madre del cordero nos tendremos que atrever nosotras y nosotros, quienes vivimos de nuestro trabajo, quienes nos hemos ganado a pulso nuestra jubilación, quienes padecemos todos estos males, quienes nos vemos, incluso, señalados por osar opinar de manera diferente.

Y nos atreveremos.