sábado, 13 de noviembre de 2010

PEOR QUE EL SHOW DE ANGELS BARCELÓ

Peor que el show de la Barceló lo está siendo el de la Ministra Trinidad Jiménez.

Angels Barceló lo único que ha buscado es protagonismo mediático. Toda la publicidad del viaje no iba encaminada realmente a conseguir información sobre lo que está ocurriendo en El Aaiún, sino solamente a despertar el corporativismo entre el gremio de los informadores y eco en los medios de comunicación. Y lo ha conseguido. Ella y sus colegas. Si realmente hubieran intentado obtener la información de lo que allí está ocurriendo, hubieran actuado de otra forma. Ni siquiera nos han contado lo que podían ver desde la ventana del hotel. Sólo era interesante lo que a ellos les pudiera pasar. Parecía como si esperasen lo único que les importaba, a ella y sus acompañantes: que los vinieran a buscar, que “les obligasen” a terminar con su pija aventura. Además, es contradictorio lo de los malos tratos sufridos con que les dejasen utilizar el móvil. La verdad es que un viaje de ida y vuelta, tan corto, les ha dado mucho protagonismo a ella y a la cadena SER para la que trabaja. Pero montar un show así, entre tanta tragedia humana, es indignante.

Pero, el verdadero espectáculo lo ha dado la Ministra Trinidad. Primero “se escapa” lejos, cuando se entera que el Gobierno marroquí iba a desmantelar el campamento. ¡Que no quiero verlo! Desde Ecuador tiene que desmentir a Ramón Jáuregui sobre la soberanía del Sáhara. Descoordinación entre ministros. Luego, como está lejos, se justifica diciendo que no tiene la información necesaria, y que espera que Marruecos se la dé. Pero, adelantándose a que le llegue esa información oficial, o dando a entender que le da lo mismo cuál sea esa información, se lanza a decir que la relación del estado español con el marroquí es fundamental, y desgrana todo un rosario de intereses comunes: lucha contra el fundamentalismo islámico, lucha contra el terrorismo internacional, lucha contra el narcotráfico, lucha contra la emigración incontrolada. Pero nada ha dicho sobre lucha en defensa de los derechos humanos y, menos aún, y en concreto, en el Sáhara Occidental. No podemos evitar comparar tanta “prudencia y responsabilidad” con lo que hubiera sido si acontecimientos tan graves hubieran ocurrido en otros países a los que “la comunidad internacional” mira siempre con lupa. Como es presionada para que, en nombre del Gobierno, condene los hechos, alega que “el Gobierno no se puede apresurar”, “necesitaría un conocimiento completo de cuáles han sido los hechos”. Olvida, conscientemente, la Ministra que lo de Marruecos y el Pueblo Saharaui es una guerra, con enfrentamiento armado y con treguas, pero guerra abierta y que, en la guerra todo vale, que ese conocimiento nunca lo tendremos, que Marruecos no nos va a decir la verdad. ¿Realmente el Gobierno español espera una información veraz por parte de Marruecos?

Lo de Zapatero ya no es ni espectáculo. Es mensaje puro y duro. Valen más, barcos sin honra, que honra sin barcos, contrariamente a aquél “espíritu nacional” que, siglos atrás, tanta gloria dio al Reino de España. Llevarse bien con Marruecos “es una cuestión de Estado” y, como todas las cuestiones de estado, ésta también está por encima del derecho, de la dignidad y de la vergüenza. “Defender los intereses de España es lo que el Gobierno tiene que poner por delante”. “La relación de España con Marruecos es prioritaria”. Aquí no importa que el régimen marroquí sea o no democrático, que no lo es. ¿Tanto dependemos de Marruecos? O, dicho de otro modo, ¿tanto dependemos de los amigos de Marruecos? ¿Los amigos de mis amigos son siempre mis amigos?

La pregunta de fondo, no obstante, sobre el por qué de la reiterada postura de los distintos gobiernos españoles sobre la cuestión del Sáhara no puede contestarse solamente aludiendo a esa sumisión a los poderosos amigos que tiene Marruecos, tampoco a los intereses económicos que algunos españoles tienen en ese país y, menos aún, a la dejadez de las autoridades españolas, en 1975, ante la invasión, por Marruecos, del Sáhara Occidental. La postura tiene trascendencia y connotaciones internas de carácter político, y que tienen que ver con las reticencias, por no decir oposición sistemática, al reconocimiento, como derecho general y fundamental, del derecho de autodeterminación de los pueblos. Las postura mantenida, contra viento y marea, al margen de las presiones internacionales, sobre el reconocimiento de la independencia de Kosovo, por poner un ejemplo, sólo se explica por esa cerrazón. Reconocer el derecho de soberanía sobre su territorio al Pueblo Saharaui, debilitaría la posición de defensa de la soberanía española en las plazas de Ceuta y Melilla e, incluso, sentaría un peligroso precedente en el contencioso sobre la independencia de Cataluña y Euskalerria.

¡Vaya! Va a resultar, al final, que vascos y catalanes “también son los culpables” de lo que ocurre en el Sáhara. ¡Ánda ya! ¡Ya está bien de coger el rábano por las hojas! Los únicos que no son culpables son los saharauis.