lunes, 2 de noviembre de 2009

LA SANIDAD CÁNTABRA TIENE QUE MEJORAR Y MUCHO

Circunstancias personales me han puesto en contacto más estrechamente con el Servicio Cántabro de Salud, más allá de las rutinarias visitas al Médico de Familia para obtener recetas o las periódicas vacunaciones y controles.

Es cierto que el pudor nos suele retraer al hablar de la propia salud en público, pero también lo es que cuando uno ha pasado por experiencias personales, puede hablar con más autoridad de las cosas. Con todo, aclaro que sigo estando para contarlo y bastante airosamente.

En esos trances, es difícil no pensar sobre si es mejor la sanidad pública o la privada. Es cierto que esta última no la he experimentado. Sólo conozco directamente la Pública. Pero el sentido común me dice que negocio y calidad, en un servicio público, son difíciles de compaginar.

Recientemente una prestigiosa revista médica británica, la British Medical Journal ha publicado un estudio, avalado por la, según dicen, enorme credibilidad de su autor, el canadiense Dr. Gordon Guyatt. El estudio consiste en el análisis, a su vez, de 82 estudios de investigación realizados en EEUU sobre la calidad de la asistencia sanitaria en centros de atención a enfermos crónicos por los que pasan anualmente más de tres millones de pacientes. La solidez del estudio parece innegable. La mayoría de estos centros (dos terceras partes) son privados, con ánimo de lucro, son empresas comerciales (aunque existe también una minoría de centros privados sin afán de lucro) y el resto son públicos.

Las conclusiones de este análisis son claras y contundentes: la calidad de los servicios prestados por esas entidades privadas con afán de lucro es menor que la de los centros públicos. El estudio contempla la cualificación del personal, el número de complicaciones en los procesos clínicos, la utilización de sedantes o fármacos que reduzcan la movilidad y que, consiguientemente, reduzcan el número de incidentes y de requerimientos de atención, la mortalidad en ese tipo de pacientes, y la violación de las normas sanitarias. En todos estos indicadores, la sanidad privada comercial quedaba claramente muy por detrás de las instituciones públicas.

La supuesta mayor eficiencia del sector privado comercial se basaba, sobre todo, en el ahorro de personal cualificado. Pero mayor eficiencia no es sinónimo de más calidad en la atención al paciente. Para entendernos, menos médicos y enfermeras y más auxiliares, limpiadoras, etc., salarios más bajos, menos coste de personal.  Ahorro que viene exigido por la propia naturaleza de la empresa: su dueño debe obtener un beneficio comercial. Por el contrario, su “buena imagen” la consigue la Privada en el aspecto hotelero y de confort (habitación individual, sobre todo) y, especialmente, porque ciertos tiempos de espera son menores.

No existen estudios similares en España y es sintomático. Aquí los procesos de privatización se hacen a la chita callando. Sin embargo, parece ser bastante extendida la opinión entre la mayoría de los entendidos, de que la calidad de la atención sanitaria pública es aquí también mejor que la de la privada. Los datos sobre el volumen de su actividad, traducidos en número de consultas, intervenciones quirúrgicas, atención en urgencias, etc. nos hablan de que mayoritariamente la Pública es preferida por los españoles a la Privada. También puede ser que a esa mayoría no le quede otra opción. Porque al usuario la Pública le resulta más económica.

La Encuesta Social 2009 de Cantabria arroja datos elocuentes sobre el tema. En los dos últimos años, la asistencia a consulta de Especialista de la Pública casi se ha duplicado, mientras que en la Privada se ha mantenido estable, a pesar de que quienes han utilizado estos servicios privados son los más satisfechos con la atención recibida, sobre todo, porque la espera ha sido menor. Pero la privada es cara.

Como paciente con alguna experiencia reciente, me sumo modesta y abiertamente a esa opinión. Defiendo la Pública. No obstante, creo que la sanidad en España y, en concreto, la Sanidad Cántabra es manifiestamente mejorable.

Y no lo es únicamente porque nuestra Comunidad (y el Gobierno de España) destine, en sus presupuestos, poco dinero a la Sanidad, menos del necesario y menos del que puede, por supuesto, y menos, también, de lo que destinan , como media, los países de nuestro entorno europeo, la UE de los 15. Mientras que en el PIB-per-cápita España ha conseguido acercarse ya al 93% de la media europea de esos quince, ese aumento en la riqueza no se ha traducido en que el gasto público en la Sanidad española se acerque en la misma medida a la media de lo que ese grupo de países destina a este capítulo, sino que el gasto sanitario espeñol sólo  representa un 65% de la media de lo que ese grupo de países destina a este capítulo. ¿Será que quienes aprueban aquí los presupuestos (los políticos) y quienes los aplauden (los medios de comunicación) reciben un trato preferencial cuando acuden a los centros hospitalarios o pueden pagarse una atención privada de mayor calidad y se conforman con el actual nivel sanitario de nuestro país?

Creo que el Servicio Cántabro de Salud es manifiestamente mejorable. Y lo digo, no como experto en medicina, ni siquiera como entendido en política sanitaria, sino como usuario, y desde el más elemental sentido común. Y hablo sólo de Cantabria porque es lo que conozco.

Gente que conoce el Servicio, por y desde dentro, habla de falta de recursos, de mala gestión, de que favorece intereses particulares. También de despilfarro. Parece contradictorio pero es real. En esto no estoy suficientemente informado.

Una mejor calidad suele estar relacionada con más recursos. Pero también con una mayor eficiencia, la cual depende más de una buena gestión, de tener claros los objetivos, de fijar las prioridades. En sanidad no se puede hacer política para la galería.

Entre los políticos, el debate se centra siempre en la existencia y reducción de las listas de espera de intervención quirúrgica. Es la vedette del debate político sanitario.¿Quién ha recortado más o quién menos esas listas? Y es posible que, en este aspecto, se haya mejorado, aunque estemos muy lejos de los records Guiness. Pero ahí, creo yo, no está el problema. Donde las listas de espera son interminables y donde la competencia con la sanidad privada es claramente desfavorable para la Pública es en la espera de la consulta de especialista, esa puerta para llegar al diagnóstico necesario para aplicar tratamientos, puerta que, escandalosamente es muy estrecha o está cerrada a cal y canto y/o llena de filtros por los que pasar. Y el paciente se impacienta y acude a la Privada, donde la primera atención es inmediata. Otra cosa es cuando se llega al tratamiento o las pruebas diagnósticas que hay que pagar. Parece de sentido común que un diagnóstico rápido puede evitar empeoramientos en la salud del paciente y reducir el número de operaciones necesarias, el último recurso y, casi siempre, el más costoso. Conseguir ambas cosas beneficiaría tanto al paciente como al propio Servicio.

Recientemente se han publicado datos sobre lo que el Servicio Cántabro de Salud denomina “espera estructural” o la comúnmente llamada lista de espera para el Médico Especialista y Pruebas diagnósticas. Los datos, en sí mismos, son reveladores: cerca de 40.000 personas esperaban en Cantabria, en el pasado mes de junio, para ser consultados por Especialista y la espera media era de 53 días para entrar en consulta. Pero las estadísticas resultan engañosas porque manejan datos globales, promedios, porcentajes, etc. Los datos publicados, en algunos casos no responden a la realidad, hablo por experiencia. No obstante, en materia de salud es poco consolador para el paciente verse incluido en un dato global, cuando uno se encuentra aquejado por un mal y cuando la incertidumbre y las esperas le producen daños sicológicos añadidos a su estado general.

Es frecuente, en la Pública que, entre el volante del Médico de Familia y la consulta del Especialista medien seis meses o más. Ocurre que una vez solicitadas, por éste, las correspondientes pruebas, las mismas tarden hasta doce meses más en realizarse. Me ha ocurrido. Y que, una vez realizadas, sus resultados no te los dé el Especialista hasta cuatro meses después. Me está ocurriendo. ¡Veintidós meses! Esta tardanza en realizar el diagnóstico demuestra una de dos cosas, o que la prueba es innecesaria y superflua, o sea, un derroche (lo cual, en el fondo me tranquilizaría personalmente porque se supone que el diagnóstico estaba ya suficientemente claro), o que el sistema, tal como está organizado, no da para más. Puedes salir de urgencias con una sonda puesta pero sin diagnóstico, y fijarte la consulta con el Especialista correspondiente para cuatro meses después, para que te diga qué es lo que tienes. Si lo que tienes es malo, cuanto antes se sepa mejor para tomar medidas. Digo yo. Y si es bueno, ¿por qué hacerte pasar por la angustia que produce la incertidumbre? Puedes solicitar que la consulta la consideren preferente y te “hagan el favor” de que te la adelantan dos meses. Sigues insistiendo, llenas formularios, alegas todo lo imaginable y es posible que consigas que te la adelanten un mes más, pero, al fin, habrás estado un mes con la sonda puesta y sin saber cuál es tu mal. Y todo esto manteniendo una actitud personal “paciente, educada y civilizada”. Y, en el camino, hasta puedes encontrarte con algún funcionario o funcionaria que te diga que “no te preocupes, que no es para tanto, que si coincide que tienes que ir a quirófano para otra cosa, lo puedes hacer con la sonda puesta, que no pasa nada”. Afortunadamente esto último es la excepción. Donde más ha mejorado y mucho la Sanidad Pública, en Cantabria, es en la profesionalidad  y, sobre todo, en la actitud del personal.

Produce cierto sonrojo hablar de cosas tan personales en público, pero es la realidad y no hay más remedio que denunciarla.

En el otro extremo te puedes encontrar con lo contrario, con que, en un tiempo record, menor, por supuesto, que el que te ha costado llegar la primera vez al Especialista (aunque siempre mayor que el deseado), te hagan hasta tres pruebas diagnósticas importantes e incluso te intervengan. Todo un contraste que no he podido menos que valorar muy positivamente, en mi caso. Pero, lo que debería ser la norma general, no es más que la excepción. Con todo, es una muestra de desequilibrio organizativo, de falta de planificación y de pésima aplicación de los recursos… o de falta de éstos.

Que la Sanidad tiene que mejorar no creo que sea una cuestión opinable. Que sobre todo debe mejorar en calidad tampoco. Que la eficiencia en la gestión, la planificación, el ahorro, la adecuada aplicación de los recursos, encaminados a que la calidad se mantenga, además de necesario parece indiscutible. Pero, por encima de la eficiencia del sistema, la Sanidad tiene que mantener escrupulosamente su condición de servicio público, universal y de calidad.

Evitar largas listas de espera en el acceso a la consulta de Especialista es una de las asignaturas pendientes del Servicio Cántabro de Salud. Se evitarían muchos sufrimientos y agravamientos de la salud de los pacientes.

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