Vivimos tiempos de espectáculo,
donde priva, por encima de todo, el número, el tamaño, aunque sea de baja
calidad.
De la concentración, en Madrid,
convocada por PP, Cs y Vox se pueden sacar muchas conclusiones. Una, que el
tamaño no ha sido muy grande, ni en términos absolutos ni en términos
relativos. Según los datos de la Delegación del Gobierno, el acto ha congregado
muchas menos personas que convocatorias del PP durante el gobierno de Zapatero.
Pero, vamos a conceder que
incluso se ha concentrado un millón de personas (que ni los organizadores lo
creen). Y ello, bajo el lema "Por la Unidad de España", y con más de
cien autobuses, venidos del resto del estado. Un millón representaría un 2,1%
de la población española ("que estén tranquilos quienes estaban
preocupados por la convocatoria"). En Cataluña, por ejemplo, un millón
representaría un 14,2%. Y, siempre han dicho que el tamaño importa. Pero las
comparaciones son odiosas.
Han querido presentarnos el acto
como una manifestación ciudadana (aunque convocada y financiada por partidos),
pero sus dirigentes políticos no han renunciado a situarse en la parte más
visible, para monopolizar la atención de las cámaras de televisión, entre toma
y toma panorámica de la gran masa anónima portadora de banderas.
Han debido tener problemas para
encontrar "personas independientes" que leyeran el manifiesto final.
Y han tenido que recurrir a periodistas. Cualquier persona de cualquier otra
profesión hubiese ofrecido más credibilidad. Muy identificados con la causa
deberían estar esos periodistas como para sacrificar su independencia
profesional, como lo han hecho. A partir de ahora, cuando se sienten en las
tertulias televisivas, deberán situarse en el bando de los políticos y no de
los periodistas imparciales. La parcialidad en las opiniones podemos esperarla
de los políticos, por supuesto, y los periodistas también tienen derecho a ser
parciales como sujetos individuales, pero, como profesionales de la información,
deberían ser neutrales.
El lema de la convocatoria solo tenía
contenido concreto en lo referido a la "convocatoria de elecciones".
En cuanto a lo de la "Unidad de España", se trata de un
"significante vacío de contenido", como dicen los populistas, algo
que despierte los sentimientos y los afectos, aunque no diga nada o concrete
poco, que aúne emocionalmente lo que está de por sí distante (recordemos lo de
la "casta", la "trama" o "el pueblo"). ¿Qué
significa la unidad de España? ¿La unidad geográfica, territorial? ¿La unidad
del Estado? ¿La unidad de lengua? ¿La unidad del Ejército, de la Hacienda y de
la Seguridad Social? ¿La unidad de los partidos y sindicatos? ¿O la unidad real
de las condiciones de vida entre españoles y españolas? En esto no hay unidad.
Y, a quien le mueva a manifestarse esa abstracta "Unidad de España",
allá él o ella, si se contenta con solo eso. Pero, a la mayoría, creo yo, no le
contenta. La muestra es el respaldo exiguo que ha obtenido la convocatoria.
¡Basta ya de circo y espectáculo!
Quienes rechazan unos
Presupuestos un poco más sociales que los anteriores, solo por intereses de
partido, importándoles un comino que de esas cuentas públicas se puedan
beneficiar muchos ciudadanos y ciudadanas necesitados, poco pueden hablar de
unidad de España. Quienes se niegan, una y otra vez, a reformar la ley
electoral, porque la actual beneficia a su partido, aunque, por esa ley, la
representación política nazca viciada, cada vez que se repiten elecciones, y
hace posible que un partido, en este caso el PP, obtenga mayoría absoluta con
sólo el 30% del censo, poco pueden hablar de unidad de España. Quienes, con el pretexto de la crisis, han
recortado el presupuesto de los servicios sociales, poniendo en peligro la
calidad de la sanidad, de la educación y la dependencia, a la vez que daban
dinero a los bancos para su recuperación o quitaban impuestos a los que más
tienen para que paguen menos, no deberían hablar de unidad de España. Quienes
se niegan a dar legítima satisfacción a decenas de miles de familias que aún no
han podido enterrar dignamente a sus seres queridos, víctimas de la represión
franquista, ¿cómo pueden hablar de unidad de España?
Solo faltó que alguien,
aprovechando la aglomeración, se "autoproclamase presidente encargado (¿?)
del gobierno". Pero no pudo ser: había demasiados gallos para un solo
corral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario