Sniace, por muchas razones, no
deja de ser una empresa emblemática que mueve voluntades y genera solidaridad y
también aversión y rechazo. Y gran parte de ese carácter emblemático viene
derivado de ciertos mitos y leyendas que se han creado entorno a su existencia
y que, de tanto repetirlos, parecen formar parte de su realidad.
En primer lugar, se confunde la
empresa, Sociedad Anónima, y sus intereses, con su realidad industrial, de la
que forma parte su plantilla de trabajadores y trabajadoras, cuyos intereses
pocas veces coinciden con los de la Sociedad.
Los mitos, con respecto a Sniace,
unos se han generado fuera de la empresa y otros provienen de dentro, aunque
unos y otros se retroalimentan mutuamente.
Siempre se dijo popularmente que
Sniace era una empresa del Estado, lo cual nunca fue cierto. Es cierto que se
montó con tecnología italiana, en momentos en que los fascismos italiano y
español estaban en el poder. Que en parte de su construcción participaron
batallones de trabajadores. Pero su capital fue siempre privado. Es cierto
también que el franquismo la tenía declarada como “empresa modelo”, pero de esa
consideración gozaban otras muchas empresas en ese tiempo y que era una
calificación de trascendencia social y no laboral, y que sólo comportaba
ciertas desgravaciones fiscales. Es cierto que para obtener los terrenos en que
se asienta, las expropiaciones, con el apoyo del Régimen, le resultaron fáciles. No obstante, su
creación trajo consigo muchos puestos de trabajo que era uno de los objetivos
de la Dictadura
en los años de la postguerra.
En los primeros años del Gobierno
de Felipe González se benefició, con otras muchas empresas, de los planes
gubernamentales de reconversión industrial, mediante jubilaciones anticipadas
que podíamos calificar de “aceptables”.
Más modernamente, en la calle
siempre se ha asegurado que Sniace recibía ayudas excepcionales de los
gobiernos de turno, ignorando que, desde que España está en la Unión Europea, esas ayudas son
ilegales y que han sido declaradas como tales por los organismos de la
competencia europeos y que la empresa ha tenido que devolver.
Muchos ciudadanos de Torrelavega,
y especialmente los de Suances, creen que sólo Sniace contamina las aguas del
Besaya. Pero los trabajadores tenemos
comprobado que siempre que Sniace paraba su actividad por decisiones
técnicas o por huelgas, las empresas que vierten aguas abajo de Barreda,
dejaban de verter. Curiosa coincidencia. A río revuelto, ganancia de
pescadores. Nunca mejor dicho. Lo que pasa es que el vertido de Sniace es el que
más salta a la vista, aunque no sea el más dañino para la salud de los bañistas
de la Concha
de Suances.
Es cierto que Sniace ha recurrido
siempre el Canon por verter al río, y que pocas veces los tribunales le han
dado la razón. En los demás casos, Sniace ha pagado, como no podía ser de otra
forma.
Contra el proyecto de una nueva
central térmica que pretendió la empresa llevar adelante se revolvió mucha
gente, con razón, pero ignorando u olvidando que otros proyectos similares
estaban en curso y no recibieron tanta contestación, y que centrales térmicas
estaban funcionando ya en otras empresas, tales como Solvay, Firestone, Aspla,
sin ir más lejos.
Todo esto y más ha contribuido a
la imagen de prepotencia y de empresa favorecida por los gobiernos que siempre
ha circulado por las calles.
Pero también hay mitos que han
funcionado dentro, entre la plantilla. Y que no han sido menos perniciosos.
Al movimiento sindical nos costó
demostrar que en Sniace se podía hacer huelga sin poner en peligro las
instalaciones, por ejemplo. Era una auténtica leyenda que circuló durante
muchos años y que producía pánico en muchos trabajadores. A partir de 1976
pudimos comprobar que la realidad no era esa, con una huelga “salvaje”, sin
preaviso, que sirvió para desbloquear le negociación del convenio. A partir de
entonces, los trabajadores y trabajadoras de Sniace hemos utilizado el arma de
la huelga, sin complejos, en apoyo de nuestras reivindicaciones, como es de
todos sabido.
Hasta el encierro de 1993, una
mayoría de la plantilla vivía en el limbo de que Sniace era indestructible y
que, por tanto, tener un puesto de trabajo en ella, era un seguro de vida. En
aquél momento, la edad media de la plantilla era muy alta y el pánico que
produjo enterarse que ha Sociedad había decidido cerrar fue lo que nos movió
unánimemente a tomar la decisión del encierro. La empresa, con una política
bien estudiada, había establecido históricamente unos vínculos sicológicos muy
estrechos con sus trabajadores, mediante la construcción de viviendas, un
fuerte economato, la promoción deportiva y cultural y muchos eventos sociales
que hacía que los trabajadores llegasen a pensar que la empresa era como su
madre y olvidasen los aspectos negativos que sus condiciones de trabajo traían
aparejadas.
Parte de esa sicología subsiste
aún, a pesar de que la mitad de la plantilla actual no vivió aquellos
“gloriosos años”. Sólo así se explica que sigamos oyendo cómo, espontáneamente,
miembros del Comité de empresa se expresan en términos tales como “hemos
invertido”, “estamos gastando”, “qué más se nos puede pedir como empresa”,
etc., como si la empresa fuese de los trabajadores, como si Mezquita y nosotros
remásemos en la misma dirección, incluso en el mismo barco, como si no
estuviéramos hartos de que nuestras reivindicaciones fuesen rechazadas o
regateadas cicateramente, un año sí y otro no. Da vergüenza oír tales
expresiones después de tantos sacrificios como hemos tenido que hacer los
trabajadores y trabajadoras de Sniace para conservar nuestros puestos de
trabajo.
Porque, lo que no es un mito es
que los trabajadores y trabajadoras de Sniace hemos sido responsables en
nuestro trabajo pero, sobre todo, hemos peleado, lo indecible, durante muchos
años, por mejorar nuestras condiciones de trabajo y por mantener el empleo. Y
eso ha sido reconocido siempre por la población de Torrelavega y su Comarca, y
prueba de ello es la solidaridad que siempre despierta nuestra lucha. Esperemos
que esa solidaridad permanezca y que los trabajadores sepamos colocarnos
siempre delante con nuestro esfuerzo, conscientes de que todo lo que hemos
conseguido hasta ahora ha sido fruto de nuestro esfuerzo y de que nuestro
sacrificio ha servido para algo.
Después de aquel esfuerzo Sniace
ha sobrevivido veinte años, al menos. ¿Qué miembro de la actual plantilla no
firmaría por seguir en la empresa diez años más?
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