lunes, 25 de marzo de 2013

Sniace: MITOS Y LEYENDAS

Sniace, por muchas razones, no deja de ser una empresa emblemática que mueve voluntades y genera solidaridad y también aversión y rechazo. Y gran parte de ese carácter emblemático viene derivado de ciertos mitos y leyendas que se han creado entorno a su existencia y que, de tanto repetirlos, parecen formar parte de su realidad.

En primer lugar, se confunde la empresa, Sociedad Anónima, y sus intereses, con su realidad industrial, de la que forma parte su plantilla de trabajadores y trabajadoras, cuyos intereses pocas veces coinciden con los de la Sociedad.

Los mitos, con respecto a Sniace, unos se han generado fuera de la empresa y otros provienen de dentro, aunque unos y otros se retroalimentan mutuamente.

Siempre se dijo popularmente que Sniace era una empresa del Estado, lo cual nunca fue cierto. Es cierto que se montó con tecnología italiana, en momentos en que los fascismos italiano y español estaban en el poder. Que en parte de su construcción participaron batallones de trabajadores. Pero su capital fue siempre privado. Es cierto también que el franquismo la tenía declarada como “empresa modelo”, pero de esa consideración gozaban otras muchas empresas en ese tiempo y que era una calificación de trascendencia social y no laboral, y que sólo comportaba ciertas desgravaciones fiscales. Es cierto que para obtener los terrenos en que se asienta, las expropiaciones, con el apoyo del Régimen,  le resultaron fáciles. No obstante, su creación trajo consigo muchos puestos de trabajo que era uno de los objetivos de la Dictadura en los años de la postguerra.

En los primeros años del Gobierno de Felipe González se benefició, con otras muchas empresas, de los planes gubernamentales de reconversión industrial, mediante jubilaciones anticipadas que podíamos calificar de “aceptables”.

Más modernamente, en la calle siempre se ha asegurado que Sniace recibía ayudas excepcionales de los gobiernos de turno, ignorando que, desde que España está en la Unión Europea, esas ayudas son ilegales y que han sido declaradas como tales por los organismos de la competencia europeos y que la empresa ha tenido que devolver.

Muchos ciudadanos de Torrelavega, y especialmente los de Suances, creen que sólo Sniace contamina las aguas del Besaya. Pero los trabajadores tenemos  comprobado que siempre que Sniace paraba su actividad por decisiones técnicas o por huelgas, las empresas que vierten aguas abajo de Barreda, dejaban de verter. Curiosa coincidencia. A río revuelto, ganancia de pescadores. Nunca mejor dicho. Lo que pasa es que el vertido de Sniace es el que más salta a la vista, aunque no sea el más dañino para la salud de los bañistas de la Concha de Suances.

Es cierto que Sniace ha recurrido siempre el Canon por verter al río, y que pocas veces los tribunales le han dado la razón. En los demás casos, Sniace ha pagado, como no podía ser de otra forma.

Contra el proyecto de una nueva central térmica que pretendió la empresa llevar adelante se revolvió mucha gente, con razón, pero ignorando u olvidando que otros proyectos similares estaban en curso y no recibieron tanta contestación, y que centrales térmicas estaban funcionando ya en otras empresas, tales como Solvay, Firestone, Aspla, sin ir más lejos.

Todo esto y más ha contribuido a la imagen de prepotencia y de empresa favorecida por los gobiernos que siempre ha circulado por las calles.

Pero también hay mitos que han funcionado dentro, entre la plantilla. Y que no han sido menos perniciosos.

Al movimiento sindical nos costó demostrar que en Sniace se podía hacer huelga sin poner en peligro las instalaciones, por ejemplo. Era una auténtica leyenda que circuló durante muchos años y que producía pánico en muchos trabajadores. A partir de 1976 pudimos comprobar que la realidad no era esa, con una huelga “salvaje”, sin preaviso, que sirvió para desbloquear le negociación del convenio. A partir de entonces, los trabajadores y trabajadoras de Sniace hemos utilizado el arma de la huelga, sin complejos, en apoyo de nuestras reivindicaciones, como es de todos sabido.

Hasta el encierro de 1993, una mayoría de la plantilla vivía en el limbo de que Sniace era indestructible y que, por tanto, tener un puesto de trabajo en ella, era un seguro de vida. En aquél momento, la edad media de la plantilla era muy alta y el pánico que produjo enterarse que ha Sociedad había decidido cerrar fue lo que nos movió unánimemente a tomar la decisión del encierro. La empresa, con una política bien estudiada, había establecido históricamente unos vínculos sicológicos muy estrechos con sus trabajadores, mediante la construcción de viviendas, un fuerte economato, la promoción deportiva y cultural y muchos eventos sociales que hacía que los trabajadores llegasen a pensar que la empresa era como su madre y olvidasen los aspectos negativos que sus condiciones de trabajo traían aparejadas.

Parte de esa sicología subsiste aún, a pesar de que la mitad de la plantilla actual no vivió aquellos “gloriosos años”. Sólo así se explica que sigamos oyendo cómo, espontáneamente, miembros del Comité de empresa se expresan en términos tales como “hemos invertido”, “estamos gastando”, “qué más se nos puede pedir como empresa”, etc., como si la empresa fuese de los trabajadores, como si Mezquita y nosotros remásemos en la misma dirección, incluso en el mismo barco, como si no estuviéramos hartos de que nuestras reivindicaciones fuesen rechazadas o regateadas cicateramente, un año sí y otro no. Da vergüenza oír tales expresiones después de tantos sacrificios como hemos tenido que hacer los trabajadores y trabajadoras de Sniace para conservar nuestros puestos de trabajo.

Porque, lo que no es un mito es que los trabajadores y trabajadoras de Sniace hemos sido responsables en nuestro trabajo pero, sobre todo, hemos peleado, lo indecible, durante muchos años, por mejorar nuestras condiciones de trabajo y por mantener el empleo. Y eso ha sido reconocido siempre por la población de Torrelavega y su Comarca, y prueba de ello es la solidaridad que siempre despierta nuestra lucha. Esperemos que esa solidaridad permanezca y que los trabajadores sepamos colocarnos siempre delante con nuestro esfuerzo, conscientes de que todo lo que hemos conseguido hasta ahora ha sido fruto de nuestro esfuerzo y de que nuestro sacrificio ha servido para algo.

Después de aquel esfuerzo Sniace ha sobrevivido veinte años, al menos. ¿Qué miembro de la actual plantilla no firmaría por seguir en la empresa diez años más?

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