domingo, 31 de marzo de 2013

MALDITA INDUSTRIA MALDITA


De un tiempo a esta parte, cada vez se oyen más voces renegando de la industria, en general, como si esta fuese el origen de nuestros principales males. Ni siquiera distinguen entre unas industrias y otras.

La industria, en general, está alcanzando, para algunos, la condición de maldita, por ser algo nocivo, que hay que erradicar. Y si fuera un sujeto al que atribuir responsabilidad, la calificarían de ruin, miserable, que molesta y desagrada y que debería ser castigada.

Se generaliza mucho.

Efectivamente, aunque la industria, en general, además de proporcionar trabajo a muchos trabajadores y trabajadoras, y producir la mayoría de los bienes que necesitamos para vivir, lo cual es su parte positiva, produce también contaminación y residuos, consume abundantes recursos naturales y energía y podíamos calificarla, por tanto de maldita, mala en si misma.

De la parte positiva, de los bienes y productos, no todos disfrutamos por igual, porque no todos tenemos la misma capacidad para acceder a ellos. Pero, tampoco afecta por igual a todos por sus aspectos negativos. Muchas veces olvidamos que los afectados más directamente suelen ser, en primer lugar, los propios trabajadores de la industria, padeciendo la contaminación en mayor grado, contaminación de todo tipo, en forma de polvo, gases, ruidos, vibraciones, estrés… Pero, como a los demás no nos afecta, despachamos el problema con un “lo sentimos”, sin más, y nos quedamos tan panchos e, incluso, dudamos de si esos trabajadores merecen ser apoyados en sus reivindicaciones, aunque se traten éstas de luchar por sus puestos de trabajo. Me estoy acordando ahora de los trabajadores y trabajadoras de Sniace, empresa polémica, donde las haya.

Y, eso sí, seguimos consumiendo inconscientemente.

Pero, maldito, maldita, vienen de maldecir, de decir mal de alguien, de denigrarlo. Es una forma irregular del participio de este verbo. Maldicho quizás estaría mejor, pero no lo recoge la Academia. De cualquier manera, maldecir requiere de alguien que maldiga, que diga mal de algo o alguien, que lo denigre, en este caso, de la industria. Y “cada uno habla de la feria según le va en ella”.

Muy probablemente, quienes hablan mal de la industria en general, o de una en particular, lo hacen porque no les va nada vital en ella, porque su subsistencia y la de su familia no depende, afortunadamente para ellos, de un puesto de trabajo en la industria.

Seamos serios. Es posible que para maldecir de la industria, usen de Internet, de la informática, una de las industrias más contaminantes, consumidora de valiosos recursos y productora de peligrosos residuos. Es posible que asistan a una concentración de protesta por la instalación de una antena de telefonía y estén contando con su móvil lo que está pasando. Es posible que hayan acudido al acto en coche… es posible que desconozcan que el tapizado de su coche lleva fibra fabricada por Sniace, o que los dodotis de su bebé están hechos con celulosa fabricada por esta maldita empresa. Hace poco, un amigo me afeaba que para trasladarme usase el autobús, en vez del tren, menos contaminante, al ser eléctrico, ignorando, quizás, involuntariamente, que la electricidad que consume ese tren pueda haber sido producida por una Termoeléctrica de carbón o una Nuclear, pero en un lugar lejano. Son los ojos que no ven, o no quieren ver, por lo que su corazón no siente.

Si somos serios, deberemos trabajar por cambiar profundamente el modelo de sociedad en que vivimos. Pero, por lo mismo, en ese camino, no podemos dejar de lado a quienes más necesitan ese cambio, a quienes lo sufren más intensamente y que, además, son quienes, mientras tanto, hacen posible que disfrutemos de cierto grado de bienestar necesario para que todos podamos seguir luchando.

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