De un tiempo a esta parte, cada vez se oyen más voces renegando de la industria, en general, como si esta fuese el origen de nuestros principales males. Ni siquiera distinguen entre unas industrias y otras.
La industria, en general, está
alcanzando, para algunos, la condición de maldita, por ser algo nocivo, que hay
que erradicar. Y si fuera un sujeto al que atribuir responsabilidad, la
calificarían de ruin, miserable, que molesta y desagrada y que debería ser
castigada.
Se generaliza mucho.
Efectivamente, aunque la
industria, en general, además de proporcionar trabajo a muchos trabajadores y
trabajadoras, y producir la mayoría de los bienes que necesitamos para vivir,
lo cual es su parte positiva, produce también contaminación y residuos, consume
abundantes recursos naturales y energía y podíamos calificarla, por tanto de
maldita, mala en si misma.
De la parte positiva, de los
bienes y productos, no todos disfrutamos por igual, porque no todos tenemos la
misma capacidad para acceder a ellos. Pero, tampoco afecta por igual a todos
por sus aspectos negativos. Muchas veces olvidamos que los afectados más
directamente suelen ser, en primer lugar, los propios trabajadores de la
industria, padeciendo la contaminación en mayor grado, contaminación de todo
tipo, en forma de polvo, gases, ruidos, vibraciones, estrés… Pero, como a los
demás no nos afecta, despachamos el problema con un “lo sentimos”, sin más, y
nos quedamos tan panchos e, incluso, dudamos de si esos trabajadores merecen ser
apoyados en sus reivindicaciones, aunque se traten éstas de luchar por sus
puestos de trabajo. Me estoy acordando ahora de los trabajadores y trabajadoras
de Sniace, empresa polémica, donde las haya.
Y, eso sí, seguimos consumiendo
inconscientemente.
Pero, maldito, maldita, vienen de
maldecir, de decir mal de alguien, de denigrarlo. Es una forma irregular del
participio de este verbo. Maldicho quizás estaría mejor, pero no lo recoge la Academia. De
cualquier manera, maldecir requiere de alguien que maldiga, que diga mal de
algo o alguien, que lo denigre, en este caso, de la industria. Y “cada uno
habla de la feria según le va en ella”.
Muy probablemente, quienes hablan
mal de la industria en general, o de una en particular, lo hacen porque no les
va nada vital en ella, porque su subsistencia y la de su familia no depende,
afortunadamente para ellos, de un puesto de trabajo en la industria.
Seamos serios. Es posible que
para maldecir de la industria, usen de Internet, de la informática, una de las
industrias más contaminantes, consumidora de valiosos recursos y productora de
peligrosos residuos. Es posible que asistan a una concentración de protesta por
la instalación de una antena de telefonía y estén contando con su móvil lo que
está pasando. Es posible que hayan acudido al acto en coche… es posible que
desconozcan que el tapizado de su coche lleva fibra fabricada por Sniace, o que
los dodotis de su bebé están hechos con celulosa fabricada por esta maldita
empresa. Hace poco, un amigo me afeaba que para trasladarme usase el autobús,
en vez del tren, menos contaminante, al ser eléctrico, ignorando, quizás,
involuntariamente, que la electricidad que consume ese tren pueda haber sido
producida por una Termoeléctrica de carbón o una Nuclear, pero en un lugar
lejano. Son los ojos que no ven, o no quieren ver, por lo que su corazón no
siente.
Si somos serios, deberemos
trabajar por cambiar profundamente el modelo de sociedad en que vivimos. Pero,
por lo mismo, en ese camino, no podemos dejar de lado a quienes más necesitan
ese cambio, a quienes lo sufren más intensamente y que, además, son quienes,
mientras tanto, hacen posible que disfrutemos de cierto grado de bienestar
necesario para que todos podamos seguir luchando.
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