La respuesta más recurrente es la de siempre: los sindicatos lo estropean todo. Quien esté siguiendo un poco el debate creerá que la cuestión está en si "se pueden llevar banderas o no". Parece que los sindicatos se aferran a su tradición, UGT y CCOO "son los representantes de los trabajadores y de los/las pensionistas" y eso tiene que notarse. No aceptan que otros movimientos más espontáneos les quiten su protagonismo. Y el espectáculo está servido.
¿Realmente
son las banderas el problema? Está
claro que no.
El
problema viene de que la gente, los y las pensionistas han salido a la calle
antes que los sindicatos, sin que los sindicatos los convocaran. Han salido
espontáneamente, cansados ya de esperar, cargados de indignación, agobiados por
su situación que empieza a ser insostenible.
Salen
a la calle inicialmente porque el 0,25% que le sube el Gobierno a su pensión lo
consideran "una mierda". La gente, mayoritariamente se mueve por
cuestiones concretas. Reivindican que las pensiones se actualicen conforme suba
el IPC (incremento de precios al consumo). Pero, a medida que van juntándose en
la calle, unos y otras descubren que con eso no se termina el problema, que han
perdido poder adquisitivo durante años y lo quieren recuperar, que no les
aseguran que la cosa no vaya a ir a peor, que también tienen que pensar en los
que vienen detrás, en los que están a punto de jubilarse y en los más jóvenes
que, de seguir así las cosas, lo más probable es que no lleguen a tener una
pensión.
Este
movimiento espontáneo tiene la fuerza que da el ir descubriendo las cosas
"desde abajo", en grupo, colectivamente, conversando, y en términos
que ellos y ellas entienden, porque no son profesionales ni de la política ni
del sindicalismo, que reflejan la realidad que es su vida misma. Y se mueven
con ánimo y con esfuerzo. No cuentan con medios ni organización suficiente para
hacer que el movimiento crezca. Pero, aún así, el movimiento crece.
Y
cuando todo esto está ocurriendo, vienen los sindicatos, UGT y CCOO, y quieren
ponerse al frente de la manifestación y apabullar con sus banderas. Olvidan que
la gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras no están afiliados. Y, lo
que es peor, siguen ciegos ante la realidad, no quieren ver que, de un tiempo a
esta parte, mucha gente se está poniendo en marcha, por distintas razones, sin
esperar a que los sindicatos o los partidos los convoquen. Incluso rechazando
que los convoquen. Olvidan que los más de 8,5 millones de pensionistas son de
todos los colores, pero les une una realidad que, para ellos y ellas, es
incuestionable, y que está por encima de la manera de pensar, de la diferencia
de género, de origen o de raza, y que es la constatación de que los gobiernos
sólo se acuerdan de ellos cuando vienen las elecciones, y que son los paganos
de la crisis. Cuando todo esto lo tienen tan claro, discutir si hay que llevar
o no banderas a las manifestaciones les saca de sus casillas.
Pero,
¿realmente son las banderas las que dividen a los pensionistas? Está claro que
no.
Lo
que divide a las distintas plataformas y los sindicatos es que éstos, UGT y
CCOO, son cómplices, artífices de la situación actual, porque ellos firmaron
con Zapatero y la CEOE el acuerdo que es origen de lo que ocurre ahora, y sobre
el que el PP, después, basó su nueva reforma, más perjudicial aún para los y
las pensionistas. UGT y CCOO no quieren que los pensionistas les recuerden esa
realidad. Y, en vez de reconocerlo y justificarse, tratan de ocultarlo con las
banderas. Sería importante que UGT y CCOO apoyaran con su trabajo, sus medios y
capacidad de convocatoria, este movimiento abierto de los y las pensionistas.
Pero sin protagonismos. Lo agradeceríamos todos. Es entendible que no quieran
distanciarse del PSOE porque lo consideren necesario para intentar un cambio,
pero eso no justifica que no reconozcan su error pasado, como debería
reconocerlo el PSOE. Y que se dejen del Pacto de Toledo, que no se alcanzó para
beneficiar a los pensionistas, sino para que el tema de las pensiones no lo
utilizasen los partidos electoralmente. Es mucho más lo que se pide y que el
Pacto de Toledo no contempla.
Hay
cosas que, de unos años para acá, claramente están cambiando. La gente no
espera a que los partidos y sindicatos les digan cuándo tienen que salir a la
calle y por qué motivo. Es posible que, por movilizarse de forma espontánea,
instintiva, por reclamar cosas muy concretas y porque las consigan o,
simplemente por cansancio, su marcha no dure mucho tiempo. Todo dependerá de lo
claros que tengan sus objetivos, de su alcance y de cuánto logren organizarse.
De cualquier manera, son movimientos a respetar y a apoyar.
Y,
quien no sea capaz de comprender esto que está pasando, poco porvenir tiene por
delante.
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