miércoles, 22 de mayo de 2013

A RAJOY LE PREOCUPA EL PARO



Pero no los parados. O, mejor dicho, le preocupan los parados que cobran desempleo.

Está claro. Si no no permitiría la “experiencia piloto” que ha puesto en marcha la Comunidad de Madrid de dar antes trabajo a quienes cobran la protección por desempleo, con el fin de ahorrarse ese dinero. ¿También esto es una imposición de Bruselas? ¿Lo hace en Madrid porque piensa que allí siempre va a ganar las elecciones, haga lo que haga? ¿Será Madrid quien le impide condenar rotundamente el ignominioso franquismo? ¿Será Madrid el principal reducto de la reacción política y social?

El PSOE plantea al PP un Pacto de Estado. ahora que está en la oposición y cuesta abajo y sin frenos. Es la forma de garantizar, a los Botín y compañía, que sigue defendiendo los intereses de los banqueros y grandes empresarios, y que lo seguirá haciendo, si le dan la oportunidad de volver al gobierno. Porque el PSOE defiende lo mismo que el PP, aunque se esfuerce en aparentar lo contrario. Y quiere pactar con el PP precisamente lo que el PP ya está haciendo. Tiene gracia. Piensa que, con ello, dejará claro que no tiene intención de enmendarle la plana. Y el PP lo rechaza. No por desconfianza, sino porque se sobra y se basta para ganar las próximas elecciones. Eso cree, al menos. Uno y otro sólo piensan en las próximas elecciones y lo hacen siempre desde el momento siguiente de haberlas ganado o perdido. Los partidos que viven del Estado lo hacen a costa de participar en las elecciones.

Las políticas de Rajoy son continuidad de las de Zapatero. Zapatero las adoptó consciente de que podía perder el gobierno. Y lo perdió. Consciente de que podía ser tachado de traidor a sus ideas. Porque las traicionó. Rajoy hace “lo que tiene que hacer, aunque no le guste”, porque si no puede perder el gobierno. El gobierno no es el poder.

Bruselas está detrás de todo esto, se dice. Pero Bruselas no es el Poder, es sólo el gobierno de Europa. Bruselas impone, el Poder exige. El Poder son los inversores, los prestamistas, los acreedores financieros, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional, la OTAN. Y Bruselas obedece, e impone sus políticas allí donde tiene competencia para hacerlo.

Pero Bruselas no lo impone todo. Aún queda margen de soberanía en los estados para que los gobiernos puedan orientar su política en una dirección u otra. Pero Rajoy no quiere cambiar su política. No la va a cambiar. Quien piense que Rajoy está improvisando, quien le acuse de no cumplir sus compromisos electorales, quien le acuse, en definitiva, de no ser consecuente con sus ideas, se equivoca. Rajoy podrá hacer ruido en Bruselas (está por ver). Lo que no hará nunca es sembrar dudas sobre su fidelidad  al Poder, ese poder que lo exige todo.

PSOE y PP, cuando les toca gobernar, saben muy bien lo que están haciendo y lo que tienen que hacer, lo que el Poder les exige. Puede que engañen a muchos, pero no engañan a sus más íntimos. Todo lo que están haciendo, desde los tiempos de Zapatero y, si apuramos, desde los de Felipe González y Aznar, es algo muy sencillo y fácil de entender: se reduce a trasvasar ingresos y riqueza del bolsillo de los trabajadores al de los banqueros y empresarios, a los que, realmente, tienen el poder. Lo llevan haciendo desde hace años y ninguno de sus gobiernos quiere quedarse a la zaga en esta labor. Año tras año, las estadísticas demuestran que cada vez los trabajadores y trabajadoras pierden renta y lo que pierden va a parar a manos de los empresarios. Es una operación estratégica: recuperar la parte de poder que tuvieron que ceder al terminar la Segunda Gran Guerra. Si hace doscientos años, el capitalismo dio el gran salto en Europa, echando a los campesinos del campo, arrebatándoles sus tierras y obligándolos a trabajar como esclavos en las fábricas, so pena de ser perseguidos por maleantes y vagabundos, hoy utiliza el paro y la pobreza como amenaza a quienes no aceptan los recortes en los salarios, en la jubilación, en los derechos, en suma. Hablar en estos términos dicen que es anticuado, pero es la pura realidad.

Por eso, un pacto entre PP y PSOE no tiene sentido, como no sea sobre cuánto tiempo le toca gobernar a Rajoy y cuándo puede volver el PSOE. Y todo ello, con el permiso de Aznar. Claro. Porque, lo que está claro es que, los pueblos no pactan. Lo hacen quienes dicen ser sus representantes. Los pactos de estado no lo son de la gente, sino de quienes viven del estado. Los pactos de estado no se plantean antes de unas elecciones, sino siempre después, cuando los ciudadanos ya han emitido su voto, cuando ya pasó el momento de ser consultados.

No más pactos que no sean para acabar definitivamente con el paro que nos agobia. Pero eso no lo verán nuestros ojos si nos quedamos de brazos cruzados.


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