Pero no los parados. O, mejor
dicho, le preocupan los parados que cobran desempleo.
Está claro. Si no no permitiría
la “experiencia piloto” que ha puesto en marcha la Comunidad de Madrid de
dar antes trabajo a quienes cobran la protección por desempleo, con el fin de
ahorrarse ese dinero. ¿También esto es una imposición de Bruselas? ¿Lo hace en
Madrid porque piensa que allí siempre va a ganar las elecciones, haga lo que
haga? ¿Será Madrid quien le impide condenar rotundamente el ignominioso
franquismo? ¿Será Madrid el principal reducto de la reacción política y social?
El PSOE plantea al PP un Pacto de
Estado. ahora que está en la oposición y cuesta abajo y sin frenos. Es la forma
de garantizar, a los Botín y compañía, que sigue defendiendo los intereses de
los banqueros y grandes empresarios, y que lo seguirá haciendo, si le dan la
oportunidad de volver al gobierno. Porque el PSOE defiende lo mismo que el PP,
aunque se esfuerce en aparentar lo contrario. Y quiere pactar con el PP
precisamente lo que el PP ya está haciendo. Tiene gracia. Piensa que, con ello,
dejará claro que no tiene intención de enmendarle la plana. Y el PP lo rechaza.
No por desconfianza, sino porque se sobra y se basta para ganar las próximas
elecciones. Eso cree, al menos. Uno y otro sólo piensan en las próximas
elecciones y lo hacen siempre desde el momento siguiente de haberlas ganado o
perdido. Los partidos que viven del Estado lo hacen a costa de participar en
las elecciones.
Las políticas de Rajoy son continuidad
de las de Zapatero. Zapatero las adoptó consciente de que podía perder el
gobierno. Y lo perdió. Consciente de que podía ser tachado de traidor a sus
ideas. Porque las traicionó. Rajoy hace “lo que tiene que hacer, aunque no le
guste”, porque si no puede perder el gobierno. El gobierno no es el poder.
Bruselas está detrás de todo esto,
se dice. Pero Bruselas no es el Poder, es sólo el gobierno de Europa. Bruselas
impone, el Poder exige. El Poder son los inversores, los prestamistas, los
acreedores financieros, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario
Internacional, la OTAN. Y
Bruselas obedece, e impone sus políticas allí donde tiene competencia para
hacerlo.
Pero Bruselas no lo impone todo.
Aún queda margen de soberanía en los estados para que los gobiernos puedan
orientar su política en una dirección u otra. Pero Rajoy no quiere cambiar su
política. No la va a cambiar. Quien piense que Rajoy está improvisando, quien
le acuse de no cumplir sus compromisos electorales, quien le acuse, en definitiva,
de no ser consecuente con sus ideas, se equivoca. Rajoy podrá hacer ruido en
Bruselas (está por ver). Lo que no hará nunca es sembrar dudas sobre su
fidelidad al Poder, ese poder que lo
exige todo.
PSOE y PP, cuando les toca
gobernar, saben muy bien lo que están haciendo y lo que tienen que hacer, lo
que el Poder les exige. Puede que engañen a muchos, pero no engañan a sus más
íntimos. Todo lo que están haciendo, desde los tiempos de Zapatero y, si
apuramos, desde los de Felipe González y Aznar, es algo muy sencillo y fácil de
entender: se reduce a trasvasar ingresos y riqueza del bolsillo de los
trabajadores al de los banqueros y empresarios, a los que, realmente, tienen el
poder. Lo llevan haciendo desde hace años y ninguno de sus gobiernos quiere
quedarse a la zaga en esta labor. Año tras año, las estadísticas demuestran que
cada vez los trabajadores y trabajadoras pierden renta y lo que pierden va a
parar a manos de los empresarios. Es una operación estratégica: recuperar la
parte de poder que tuvieron que ceder al terminar la Segunda Gran Guerra.
Si hace doscientos años, el capitalismo dio el gran salto en Europa, echando a
los campesinos del campo, arrebatándoles sus tierras y obligándolos a trabajar como
esclavos en las fábricas, so pena de ser perseguidos por maleantes y
vagabundos, hoy utiliza el paro y la pobreza como amenaza a quienes no aceptan
los recortes en los salarios, en la jubilación, en los derechos, en suma.
Hablar en estos términos dicen que es anticuado, pero es la pura realidad.
Por eso, un pacto entre PP y PSOE
no tiene sentido, como no sea sobre cuánto tiempo le toca gobernar a Rajoy y
cuándo puede volver el PSOE. Y todo ello, con el permiso de Aznar. Claro.
Porque, lo que está claro es que, los pueblos no pactan. Lo hacen quienes dicen
ser sus representantes. Los pactos de estado no lo son de la gente, sino de
quienes viven del estado. Los pactos de estado no se plantean antes de unas
elecciones, sino siempre después, cuando los ciudadanos ya han emitido su voto,
cuando ya pasó el momento de ser consultados.
No más pactos que no sean para
acabar definitivamente con el paro que nos agobia. Pero eso no lo verán
nuestros ojos si nos quedamos de brazos cruzados.
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